El silencio es el más cruel de los desprecios. El silencio es el precio que nuestra sociedad ha puesto a vuestras vidas. El silencio que ahonda en un universo de indiferencia. El silencio que conquista las horas. El silencio que arropa la miseria como una manta hecha de jirones de cartones junto al cajero de un banco. El silencio que nadie rompe. El silencio que silencia vuestros gritos, estertores que crujen bajo las aguas del Estrecho. El silencio es la única respuesta para que se calme nuestras atiborradas conciencias. El silencio que va de la mano de la más cruel de las mentiras. El silencio perfumado de algas, salitre y espuma de olas. El silencio que todo lo inunda, de orilla a orilla. El silencio de los cuerpos a los que arrebataron todos los nombres. El silencio de los cuerpos que ahogaron en sus propios sueños. El silencio de los cuerpos que ya no respiran. El silencio más trapero. El silencio de los titiriteros. El silencio que producen al caer treinta monedas de plata. El silencio de los dioses que conspiran desde el cielo. El silencio que se derrite en los titulares de la prensa diaria. El silencio de aquellas gargantas a las que las fronteras arrebataron el habla. El silencio que sella los labios de las madres de todos estos muertos. El silencio que resbala por la mejilla y se convierte en lágrimas. El silencio que se enreda y vacía de sangre las venas. El silencio que se agarra a las entrañas. El silencio de los que gobiernan. El silencio de los gobernados. El silencio de los reyes. El silencio de sus súbditos. El silencio que ondea en el mástil que sostiene tu bandera. El silencio que esconde bajo la alfombra a la pobreza. El silencio de las nubes que ansían ser tormenta. El silencio que reinó en un pasado para crear su imperio en el mañana. El silencio en la oscuridad a 50 millas al suroeste de Trafalgar. El silencio del fallecido. El silencio de los desaparecidos. El silencio de los traidores. El silencio de los que aún se piensan ganadores. El silencio de los adoradores del becerro de oro. El silencio de Mahoma en su hégira. El silencio de las heridas que jamás cicatrizan. El silencio del llanto. El silencio de la esperanza hecha trizas. El silencio que aúlla, sordo y descarnado, bajo la luna creciente de octubre. El silencio que se sonroja en tu vientre. El silencio que se escurre entre en las horas. El silencio que habita bajo la arena. El silencio de estas playas. El silencio del pez que devora sus ojos. El silencio en descomposición junto al cadáver. El silencio que libera gases. El silencio que hincha sus cuerpos. El silencio que los saca a flote. El silencio que se avergüenza al mirarlos. El silencio que traspasa las alambradas. El silencio en la suela del zapato. El silencio, es el puto silencio, el aterrador silencio. El silencio a bordo de esa patera. El silencio de las mareas que arrastran veinticinco corazones, cincuenta brazos, cincuenta piernas, veinticinco lenguas sumidas en el silencio más absoluto. El silencio. Es el puto silencio. El aterrador silencio de los asesinos. El silencio de los punto y seguido. Del punto y aparte. De la coma. El silencio de los acentos, el silencio de un poema sin versos. El silencio que se convierte en desprecio. El silencio que se agranda con la sed y el hambre, con la pólvora y la sangre... el silencio que solo rompe el dinero y las transacciones comerciales. El silencio del que nadie se esconde. El silencio, tuyo y del otro. El silencio, es el puto silencio asesino y cómplice el que me ayuda a comprender por qué jamás quise ser como la mayoría de vosotros. Es el silencio del borrego justo antes de ser devorado por el lobo.
Sin Diazepam
El silencio que desgarra y se hunde en una patera a 50 millas al suroeste de Trafalgar
El silencio que ondea en el mástil de tu bandera. El silencio que esconde bajo la alfombra a la pobreza. El silencio de las nubes que ansían ser tormenta
Younes Nachett
Younes Nachett es pobre de nacimiento y casi seguro también pobre a la hora de morir. Sin nacionalidad fija y sin firma oficial
Sin Diazepam
Adicto hasta al azafrán, palabrería sin anestesia, supero el 'mono' sin un mísero diazepam, aunque sueño con ansiolíticos
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El silencio que se derrite en los titulares de la prensa diaria. El silencio de aquellas gargantas a las que las fronteras arrebataron el habla
El silencio que se escurre entre en las horas. El silencio que habita bajo la arena. El silencio de estas playas
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