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Huelva

La persona de confianza del matador

La importante labor que realizan los mozos de espadas junto a los toreros es descrita en estas líneas por Francisco José Gómez Madrid

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  • Francisco José Gómez Madrid durante un festejo en la madrileña plaza de Las Ventas. -

Concluida la temporada, bueno es acercarse a algunos protagonistas del mundo taurino. Y hoy vamos a conocer la labor que llevan a cabo los mozos de espada, conversando con Francisco Javier Gómez Madrid, Fran en el planeta taurino.

“Me inicié en Rociana del Condado  el 23 de agosto de 2014, cuando accedí a la petición de Juan Cano, con el que llevaba un tiempo entrenando. Lo hice con muchas dudas porque tenía poca idea, pero todo salió bien, así que me saqué el carnet e hice festejos en la provincia hasta que en diciembre de 2015 me llamó Alejandro Conquero. En un principio me extrañó pero fue un reto para mí y aquella temporada hicimos 17 novilladas y me sirvieron para rodarme. A finales de ese año entré en las filas de la novillera María del Mar Santos y a ella y a Alejandro les tengo que agradecer la confianza después de seis temporadas”.

El aprendizaje fue duro y Fran comenta que “acudí a Óscar Gómez, que entonces estaba con Talavante. Es una gran profesional y mejor persona, al que le agradezco toda su ayuda porque me atiende y me abre las puertas de su casa cada vez que lo necesito. Me sigo considerando un aprendiz e intento aprender cada día esta profesión, de la que estoy enamorado".

Las tareas a desarrollar por el mozo de espadas son muy amplias y, según nuestro protagonista, “el mozo de espadas es la persona de confianza del torero y encargado de la logística, desde el vestido de torear a los avíos que han de estar preparados para cuando hagan falta. Es, además, el organizador de todo desde el primer momento, desde que tienes que enviar el contrato y empiezas a organizar la cuadrilla, los viajes, los hoteles, las comidas y todo lo que lleva el antes, el durante y el después del festejo pues, aunque la corrida haya terminado, seguimos trabajando, incluso meses después”.

Preguntado por el día del festejo, Fran señala que “el día del festejo empieza muy temprano para salir de viaje junto a la cuadrilla. Dependiendo del sitio, se sale a una hora u otra. Cuando llegas al destino hay que descargar las cosas y, personalmente, me gusta montar la silla del matador. Después nos vamos a la plaza para entregar la documentación al delegado gubernativo, recibiendo los boletines de cotización por parte de la empresa además de los pases e invitaciones. Tras el sorteo, nos vamos a comer al lugar reservado y, mientras el torero y la cuadrilla descansan, aprovecho para repasar los avíos. Una hora y media antes del festejo comienzan esos momentos íntimos, mágicos e increíbles de vestir al torero. Entonces te sientes un privilegiado por hacer esta tarea. Cuando llegas a la plaza, unos veinte minutos antes del inicio del festejo, te ubicas en el callejón y vas sacando los capotes y montas las muletas a utilizar. Entonces, te conviertes en la sombra del torero, que no le falte de nada y, con una mirada, saber lo que necesita. Cuando termina el festejo, hay que recoger las cosas y organizar la cena y el viaje a otra plaza o de vuelta”.

Como hombre de confianza, el mozo de espadas conoce muy bien al matador, es una prolongación del torero y Fran reconoce que “por suerte, tanto Alejandro como María del Mar tienen pocas manías. Nos gusta llevar buen ambiente, buen rollo y reírnos mucho”.

En la profesión ha vivido muchas anécdotas y recuerda “un día que acababa de llegar de Peralta (Navarra) y, cuando estoy aparcando en mi casa, sobre las 12.30 del mediodía, me llamó María del Mar para decirme que le habían ofrecido una sustitución en Simancas (Valladolid), cuando horas antes habíamos pasado por allí. La corrida empezó a las 7 de la tarde, ella se vistió en el coche y llegó a la plaza antes que algunos compañeros”.

Fran tiene la fortuna de contar con una fiel seguidora, a la que agradece su ayuda y comprensión pues “mi máxima admiradora es Vanessa, que soporta todas las ausencias con mucho cariño. Es un acicate pues me anima y hace que, cada día, me guste más mi profesión”.

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