Además de por otras muchas cosas, el día 20 de Marzo será recordado por ser el día en que miles de agricultores y ganaderos de toda España salieron a la calle a reclamar soluciones para la grave crisis que atraviesan sus explotaciones y su modo de vida.
No voy a hablar de cazadores o de la tauromaquia puesto que personas, individuales u organizadas, que hacen del maltrato animal su principal reivindicación no merecen ni una sola de mis líneas.
Hay dos evidencias en la manifestación del llamado Mundo Rural:
- Por un lado, existe el interés y la manipulación de sectores políticos poderosos que intentan recabar para sí el descontento y la difícil situación de estos miles de personas.
- Por otro lado, que ni mucho menos todas esas personas están manipuladas o están siendo engañadas para que se manifiesten y protesten de esta manera.
Existe una reivindicación justa para lograr que esas actividades, enraizadas en el campo y en los pueblos, pueda seguir siendo el motor de la economía en muchas zonas del país, y que además puedan seguir siendo el sustento de miles de familias y comarcas enteras.
Los precios de la energía son solo el detonante, o la gota que colma el vaso.
Detrás están años de sufrir abusos, de desmantelamiento de infraestructuras y servicios, de entrega a los grandes intereses corporativos y de distribución, etc.
Pero ha habido un hecho que me ha llamado poderosamente la atención, el enfrentamiento al que muchas de estas personas aluden entre mantener la actividad y la explotación de sus campos y rebaños, por un lado, y las políticas ecologistas, por otro lado.
Si una políticas encaminadas a garantizar la sostenibilidad de la agricultura y la ganadería no solo en el corto plazo, sino también en el medio y largo, y que buscan que este medio de vida lo siga siendo para las generaciones futuras, son vistas como “el enemigo” resulta evidente que algo no se está haciendo bien o no se está explicando bien.
Si las medidas propuestas en materia de condicionantes a las ayudas, relacionadas con la garantía de unos campos libres de explotaciones intensivas y redundantes en la salud de la tierra, las personas y los animales, se relacionan con un ataque a su modo de vida, es que no hemos dedicado el tiempo suficiente a explicar la necesidad de aplicarlas.
Comparto plenamente la frase de que agricultores y ganaderos son los principales garantes de la sostenibilidad del campo, porque les va la vida en ello. Pero es que a ellos, a quienes explotan la agricultura y la ganadería “como toda la vida”, esos cambios no hacen sino beneficiarlos. Es a otros, que dedican sus esfuerzos a vivir de las grandes cantidades de dinero que se aseguran solo por ser propietarios de grandes extensiones de campo, a quienes afecta y perjudican las propuestas verdes en esta materia.
Por eso dedican un enorme esfuerzo a boicotearlas, mucho más que a poner en marcha de manera sostenible y beneficiosa para todas esas grandes extensiones.
El fondo de todas las propuestas ecologistas van en la línea de conseguir que los campos y los pueblos sigan siendo motor de la economía y modo de vida de miles de personas, como lo han sido siempre.
Que se sigan asegurando los servicios públicos de calidad en los pueblos, sin los que la vida en ellos sería impensable y que contribuiría enormemente a garantizar la viabilidad de estos y, por lo tanto, a luchar contra la despoblación rural.
Y esto no se consigue con explotaciones intensivas que esquilman la riqueza y los recursos de las zonas donde se implantan y que no traen empleo ni fijan población.
Hay que asegurar los precios mínimos que garanticen la viabilidad de las explotaciones y hay que garantizar los servicios y los derechos de la población asociada a ese mundo rural.
Ahora toca a todas las administraciones salir y tomar la iniciativa, sentarse a dialogar y a diseñar un plan que garantice todo lo que se ha expuesto.
La viabilidad, la sostenibilidad, la lucha contra la España vaciada, el acceso a los recursos y subvenciones para la mayoría de los pequeños agricultores y ganaderos, etc. Y tiene que ser ya, porque las necesidades no esperan.
Ni el campo está solo, ni los ecologistas somos el enemigo.
Fuera de la sala los manipuladores, que a los que de verdad nos importa el campo y la gente que vive de él vamos a hablar.
David Palomino, responsable de comunicación de Verdes EQUO Andalucía