Ahora ya parece que aquello nunca ocurrió, pero realmente pasó. No fue una pesadilla de medianoche ni una leyenda traspasada de generación en generación sin mayor verosimilitud que el mero ansia de fantasear con un escenario incierto y desconocido.
Han bastado unas horas de nazarenos en la calle, de bullas conformadas por gente que va y viene sin rumbo fijo, de procesiones de carritos de chucherías y de consultas permanentes a los partes meteorológicos para que parezca que aquello nunca ocurrió.
Y ahora ya el problema se reduce a que el viento sople más o menos, a que lleguen las nubes o se marchen y a otros entretenimientos varios que de toda la vida formaron parte de la esencia misma de esta ópera coral que es la Semana Santa.
Jerez disfruta las vísperas casi tanto o más que las fiestas en sí. Ocurre cuando mediado el mes de noviembre suenan coplas de Nochebuena por todos sus rincones, para inopinadamente cesar precisamente cuando llega la Navidad.
Hay gente que todavía se extraña de que el Domingo de Resurrección no se celebre en la calle y como demanda la liturgia siendo la cita fundamental del cristianismo.
Quizá no hayan advertido aún de que la existencia de un pacto tácito que permite que todo ese festejo se adelante al Domingo de Ramos, que es el día en el que resucitan los sentidos que permanecían aletargados.
Es una resurrección que no entiende ni sabe de credos, una resurrección compartida que se palpa en cada rincón de la ciudad, incluso allí donde hace apenas unos años sólo había campo.
Sobre un puñado de jaramagos se alza la modesta construcción desde la que inicia su largo recorrido procesional la Hermandad de Pasión, cuya imagen titular recorre calles dedicadas a las playas de la Bahía, precisamente las mismas desde las que ayer llegaba el levante que removía las capas moradas con vueltas negras de su joven cortejo nazareno.
No eran todavía las cuatro de la tarde y ya estaba la cruz de guía en la calle, quizá para que cuanto antes se pudieran ya disfrutar los trabajos que ha acometido en la misma el orfebre José Manuel Bernet. También estrenaba la cofradía la talla del frontal de la canastilla de su único paso, realizada por Francis Verdugo. El Señor de Pasión presentó nueva túnica bordada en aplicación por el hermano Luis Serna.
Sobre el paso que comanda Ezequiel Simancas se muestra el pasaje evangélico en el que Pedro dice no saber quién es el hombre al que llevan con las manos amarradas acompasado por la música de la Banda de Cornetas y Tambores Amor de Cristo, de San Juan de Aznalfarache.
Esta tarde de resurrecciones presentidas y vividas asistió a su segundo acto en la ermita de Guía, desde la que partió la Hermandad del Perdón cuando apenas restaban ya diez minutos para las cinco de la tarde.
Presentaba el primero de sus pasos uno de los estrenos más esperados de la Semana Santa, ya que el singular crucificado que tallara Francisco Pinto hace más de medio siglo era acompañado de los dos ladrones, Dimas y Gestas.
El Cristo más vanguardista de esta Pasión jerezana ya tenía por tanto a quien perdonar y la cofradía que surgió de un grupo de obreros de la barriada de La Plata trasladaba al fin la esencia de su escudo a un calvario en el que se entremezclaron orquídeas, cardos, liatris, alliums, esparragueras y eucaliptos silvestres, en lo que vino a ser un desmentido en toda regla a quienes hacen apenas un par de semanas advertían de que este año no habría flores en Semana Santa. Pues sí que las hubo.
Dimas y Gestas han salido de las gubias de la escultora sevillana Lourdes Hernández. El monte de piedra de pizarra simulada es obra de Manuel Salado, que fue hermano mayor y capataz de un paso que hoy comanda Juan Castañeda. Se estrenó también la Banda de Cornetas y Tambores de los Remedios, llegada desde Castilleja de la Cuesta.
Detrás del paso de palio de María Santísima del Perpetuo Socorro no suele faltar la Banda de Música Virgen del Castillo, de Lebrija, que ayer estrenó en la calle la marcha Perdón Perpetuo, del hermano José Ángel Lupión, reconocido guitarrista y pregonero del Rocío de Jerez pendiente de cantar la romería en la bodega de La Concha desde la primavera de 2020. Porque aunque ahora parezca que aquello nunca ocurrió, realmente pasó.
Y bien lo sabe Lupi, que lleva dos años esperando a que la Blanca Paloma le otorgue su venia para cantarle.
No han sido conscientes de esa espera ni de cómo era realmente la vida antes de que todo aquello sucediera quienes apenas tenían uso de razón. Estaban en fase de observación, de empezar a sumar recuerdos que mañana alimentaran su nostalgia.
Quizá les haya despertado del mal sueño el tintineo de las campanas de los pequeños que se arremolinan detrás de la cruz de guía de la Hermandad de la Borriquita o quizá fuero el estruendo de los tambores y las cornetas de plástico que alguna abuela puso en manos de su nieto mientras esperaba la llegada de Cristo Rey en la Puerta de Sevilla.
Todo lo que ahora transcurre ante sus ojos es verdad; es lo mismo de siempre pero es nuevo al mismo tiempo. Como nuevos son los niños de Fernando Aguado que se han subido al viejo canasto de Ovando, a quienes parecen mostrarle este patio de recreo que es la plaza que Jerez dedicó a Rafael Rivero aquellos que tallara Sebastián Santos.
Nueva también es la mujer hebrea que ha dejado en casa a la Mendi, que tanto sabe de domingos de ilusiones y palmas. Desde Almería llegó la Banda de Cornetas y Tambores de la Santa Cruz para acompasar un conjunto que camina a las órdenes de Martín Gómez.
Detrás viene la Virgen de la Estrella, que ha despertado del mal sueño con fecha para su coronación canónica y propuesta de concesión de la medalla de oro de la ciudad. La elegancia se ha hecho paso de palio en San José. La Banda Maestro Enrique Galán de Rota pone música al paso que manda Manuel Serrano.
Junto a Madre de Dios de la Misericordia no vemos ya a Carlos Otero, pero lo presentimos en cada una de las blondas a las que ha dado forma su sobrino y eterno aprendiz, José Carlos Gutiérrez.
El palio de la Reina del Transporte se ha enriquecido notablemente en estos últimos años y dicen que lo mejor está todavía por llegar. El Señor del Consuelo avanza valiente hacia el centro con el acompañamiento de la Banda del Rosario de Cádiz y al mando de Manuel Monje, que además es el hermano mayor de la cofradía. Jaime Racero es el capataz de un palio que se mueve acompasado por los sones de la Banda de La Puebla del Río.
La Coronación resucita al viejo barrio de San Pedro cada vez que muestra su cruz de guía, restaurada por Toni Falla. Igualmente recuperaba la cofradía la histórica saya de María Santísima de la Paz en su Mayor Aflicción, una pieza digna de museo que disfrutamos todavía para el fin para que el que fue concebida.
La Banda de Cornetas y Tambores de la Vera Cruz de Los Palacios acompañó al misterio, dirigido por Tomás Sampalo. Palomares de Trebujena hizo lo propio con el palio, cuya cuadrilla de costaleros tiene como patrón a Isaac Núñez Rosado.
Sobre su vieja peana de carrete se presentó en la calle la Virgen de las Angustias, que muestra el reverso de la estampa del nacimiento en Belén. Estrenando también capilla musical -Sonos Angeli- junto a los pequeños cantores de su escolanía.
Los negros nazarenos que integran su nutrido cortejo nos ponen de frente ante una realidad cotidiana en la que el dolor y la pesadumbre truncan ilusiones y esperanzas. Pero todo eso forma parte de la vida, de esa vida que hemos recuperado de manera súbita y que ahora nos lleva incluso a plantearnos si todo aquello ocurrió o no ocurrió realmente...