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Crónicas de un cadista desplazado a Vitoria

El Cádiz consiguió la permanencia en Primera División tras ganar en Mendizorroza al Alavés y la locura amarilla se desató

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  • La afición cadista en Mendizorroza. -

Histórico. Indescriptible. Irrepetible. Agónico. Apoteósico. Impresionante. Inolvidable. Único. Se acaban los calificativos para describir lo que la afición cadista vivió en las gradas de Mendizorroza el pasado domingo.

El Cádiz CF aterrizó en Vitoria con la obligación de obtener los tres puntos ante un descendido Alavés y, además, se encomendaba a Osasuna para que éste obtuviese un resultado favorable frente al Mallorca. Sin embargo, para sorpresa de todos, un héroe inesperado apareció en escena. Finalmente, fue el Espanyol quien obtuvo un resultado positivo frente a un rival directo y confirmó el descenso del Granada ante su propia afición.

La fiesta en Vitoria comenzó desde bien temprano. Los cadistas que se desplazaron con la Federación de Peñas desembarcaron poco antes de las 10 de la mañana y, a lo largo del día, más aficionados procedentes de Madrid, otros lugares del propio País Vasco y demás localidades españolas se iban uniendo a la marea amarilla. Convocados en Kirol Taberna por la Peña Cadista Gasteiz - Horia, la Calle Cuchilleria se tiñó de amarillo en la previa de la que era una final por la permanencia en Primera División.

Posteriormente, los aficionados pusieron rumbo a Mendizorroza para dar la bienvenida a ambos equipos. Bengalas, humo amarillo y azul, banderas... No faltó de nada en lo que era una gran fiesta.

Con el inicio del partido, el nerviosismo hizo acto de presencia. La primera parte del equipo no invitaba al optimismo y, tras el final de los primeros 45 minutos, el Cádiz CF seguía siendo equipo de Segunda División. Sin embargo, la falta de goles existente también en el resto de partidos aún mantenía viva la esperanza de los más de 500 cadistas que se dieron cita en Vitoria.

Al comenzar la segunda parte, una noticia procedente de Pamplona caía como un jarro de agua fría sobre los aficionados desplazados: El Mallorca conseguía adelantarse en el marcador. No quedaba otra que confiar en el mal hacer de un Granada que, frente a su afición, debía anotar tan sólo un gol ante el segundo peor visitante de la categoría.

Como indica el dicho: ‘las desgracias nunca vienen solas’. Y así fue. Corría el minuto 70 y la grada visitante enmudeció por completo cuando comenzó a difundirse la fatídica noticia. Penalti a favor del Granada. Un silencio desolador hizo acto de presencia y los más de 500 cadistas que tiñeron de amarillo Mendizorroza dejaron a un lado el partido para prestar sus atenciones en la pena máxima que atentaba contra sus ilusiones. 

Sin embargo, Jorge Molina tuvo la misma suerte que Álvaro Negredo en la jornada anterior y erró el penalti que le habría otorgado la salvación al Granada. En la grada se celebró como si el mismísimo Cádiz CF hubiese anotado el gol de la permanencia. El griterío y la alegría cadista llegó a todos los rincones de Mendizorroza y los jugadores que estaban sobre el césped supieron que algo grande estaba ocurriendo. La primera gran piedra de la permanencia acababa de ser pulida.

El fiel reflejo del subidón que supuso el penalti fallado por el Granada no tardó en aparecer. A los cuatro minutos, tras una gran jugada en banda derecha, Choco Lozano lograba adelantar al Cádiz CF en el marcador tras un gran centro de Iza Carcelén. Los más de 500 cadistas se fundieron en uno, cientos de ellos con lágrimas de alegría en los ojos. No hay abrazos más sinceros que los que se producen en las gradas. Abrazos con familiares, con amigos, con el de arriba, con el de abajo, con el primero que baja a toda velocidad por la escalera… Lo que logra unir un abrazo de gol no lo consigue nada ni nadie y los miles de abrazos que los cadistas se regalaron durante la tarde del pasado domingo son un recuerdo para toda la vida. Sin embargo, el auténtico sufrimiento no había hecho más que empezar.

A partir del gol anotado por el Choco Lozano, que le daba la permanencia momentánea al Cádiz CF, la mente y el corazón de todos los allí presentes se desplazaron a Granada. Media grada seguía el partido a través de las diferentes retransmisiones de radio, otros tantos visualizaban las pantallas de sus teléfonos móviles, el resto buscaba en los ojos de aquellos que poseían auriculares una mirada amiga que reflejase que todo iba bien. Entre tanto nerviosismo por lo que ocurría en la otra punta del país, los cadistas desplazados no daban crédito a lo que acontecía sobre el césped de Mendizorroza. Corría el minuto 85 y el árbitro del encuentro señalaba penalti en contra del Cádiz CF.

De nuevo, las lágrimas se adueñaron de la afición cadista. Esta vez no eran de alegría o emoción, sino de tristeza. Los fantasmas del pasado volvían a azotar a los allí presentes que veían cómo la permanencia se les escurría de los dedos a falta de escasos minutos para el final. Llegó el momento de acordarse de todos los santos, todas las vírgenes y todas las oraciones habidas y por haber para que un nuevo giro de guión tuviese lugar. Y así fue. El colegiado del encuentro, Sánchez Martínez, tras ser avisado por el VAR y observar la jugada a través del monitor, decidió rectificar y evitar que Conan Ledesma tuviese que convertirse en héroe inesperado del cadismo.

A partir de ahí, los segundos se hicieron eternos y las agujas del reloj parecían no avanzar. Cuando el colegiado principal hizo sonar su silbato para indicar el final del partido, un nuevo silencio invadió la grada visitante. Nadie quería festejar la victoria sin conocer aún el resultado final del encuentro que enfrentaba a Granada y Espanyol. Finalmente, una explosión de júbilo hizo retumbar los cimientos de Mendizorroza. El Espanyol, club en el que nadie confiaba antes del inicio de los partidos, había conseguido rascar un punto y otorgarle la permanencia al Cádiz CF.

Los jugadores amarillos corrieron a la esquina del estadio donde estaba ubicada la afición visitante y comenzó la fiesta. Era difícil encontrar una cara exenta de lágrimas recorriendo sus mejillas. Qué bonito es llorar de alegría. Y aún más bonito cuando dicho llanto se produce tras 90 minutos de miedo, nervios y tensión. Los jugadores y los más de 500 aficionados desplazados se fundieron en uno en una celebración que quedará para la historia. Un equipo que había perdido la fe con Álvaro Cervera y que, tras la llegada de Sergio González, ha sido capaz de obrar un nuevo milagro. El Cádiz CF, por tercera temporada consecutiva, militará en Primera División.

Por último, agradecer a la afición del Deportivo Alavés por su gran trato y hospitalidad. Rayo Vallecano y Athletic Club de Bilbao habían dejado el listón bien alto cuando visité sus respectivos estadios con la elástica amarilla, pero la afición babazorra ha demostrado poseer una clase superior, tanto el día del partido como a lo largo de la semana. Unos gestos que no serán olvidados por la afición cadista, que les recibirá con los brazos abiertos cuando nuestros caminos vuelvan a cruzarse. Esperemos, por el bien del fútbol español, que El Glorioso regrese lo antes posible a la máxima categoría de nuestro país.

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