Cuando Elvis Presley falleció el 16 de agosto de 1977, José Luis tenía solo 13 años, aunque asegura que le impactó sobremanera la muerte del Rey del Rock, al que ya admiraba a pesar de su juventud, sin que entonces supiera que formaría parte de su vida y le convertiría en toda una referencia entre los miles de imitadores que sigue teniendo en todo el mundo.
En el caso de José Luis Blanco, el asunto tiene muchos matices. No pasa por ser un imitador al uso, que se sube a un escenario y comienza a interpretar sus gestos cantando en playback, sino que cuenta con unas condiciones vocales que hacen que el público que asiste a sus conciertos tengan en todo momento la sensación de que escuchan un concierto del mismo Rey, imitando a la perfección, no solo su forma de cantar, sino su personalidad, sus trajes o la forma en que interactuaba con el público.
Pero quizás el matiz más importante que le distingue es que su profesión, la que reconoce que le da "de comer”, no tiene nada que ver con la música, ya que se dedica a vigilar la seguridad ciudadana como policía local en la localidad sevillana de Guillena, cerca de El Garrobo, el pueblo donde vive y donde cuenta con un pequeño santuario dedicado a su gran pasión, donde hay, entre otras cosas, trajes réplicas exactas de los originales, que en algunos casos le han supuesto desembolsar hasta 4.000 euros para que lleguen a su casa desde Estados Unidos.
La música, Elvis aparte, ha vivido siempre con él, y entre su experiencia en escenarios atesora varios años como bajista de ‘Los escarabajos’, una de las mejores bandas españolas de tributo a The Beatles, parte de la cual le acompaña en sus conciertos.
"Ofrecemos un espectáculo profesional, no una mera imitación", afirma, ante un público que, en ocasiones, es gente que se une en torno a la convocatoria de un concierto o a veces es más reducido y forma parte de una fiesta privada.
Esa es su vida desde el año 2011, cuando lo que era una idea se convirtió en una dedicación profesional al rodearse de músicos "que saben lo que hacen" y plantear "un espectáculo que sigue triunfando”, que en estos días ha vuelto a la actualidad tras el estreno de la película sobre la vida del cantante, sobre todo porque su título, ahora, parece premonitorio: “El Rey ha vuelto”.
“Para mí no es una imitación, es un homenaje”, explica en la jefatura de la Policía Local de Guillena, a donde llega después de saludar a todos los vecinos que se cruzan con él por la calle, y donde tiene preparados trajes, discos de vinilo, anillos… Solo una pequeña parte del santuario de 200 metros cuadrados que tiene en su casa, donde su mujer e hijos viven “con cierta resignación” su pasión particular, con unos niños que, desde pequeños, se han acostumbrado a manejar vinilos y escuchar rock de los 50 y los 60.
Eso sí, ironiza con uno de los titulares que ha leído sobre él: “Policía de día y Elvis de noche”. "Hay noches que me es imposible actuar, porque estoy trabajando, y hay algunos fines de semana que canto sin horas concretas, cuando me reclaman”, siempre intentando “no actuar, sino, dentro de tenerlo todo preparado, hacer como hacía él, improvisar, hablar con el público, homenajearle en todo momento”.
Bajo esa condición, recuerda que no se trata solo de música, es algo más, y solo así se explica que cuente con joyas como la réplica del mono blanco con un águila bordada que Elvis lució en el ‘Aloha From Hawaii’, que, el 14 de enero de 1973, se convirtió en el primer concierto emitido vía satélite, con señal en 36 países y una audiencia que se calculó entonces en 1.500 millones de personas.