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El "sueño" cumplido de Ben Harper en la ciudad donde mejor se tocan las palmas

El artista californiano, acompañado de The Innocent Criminals en el Tío Pepe Festival, confesó su admiración por Camarón y su deseo de volver a Jerez

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Ben Harper durante su actuación en el Tío Pepe Festival

Ben Harper a capella con los Innocent Criminals

Ben Harper a punto de levantar el puño

Ben Harper and The Innocent Criminals

La primera vez que vi en directo a Ben Harper fue en un concierto acústico. Él solo, con sombrero y perilla, en su silla, rodeado de guitarras que iba alternando de una canción a otra. De aquella noche, además del exquisito repertorio, me quedé con la imagen de un tipo extraordinariamente educado y respetuoso con un público al que trató como si fueran los invitados al salón de su casa.

Este martes, durante su actuación en el Tío Pepe Festival, acompañado de su banda de cabecera, los Innocent Criminals, afeitado y con gorro de lana, no solo permanecía latente esa educación y ese respeto, sino que era el mismo público el que guardaba un respeto casi reverencial hacia el genial artista de Pomona, hasta el punto de que fue él mismo quien invitó a la audiencia a perder cierto pudor y corear los estribillos de sus canciones; de hecho, volvió a entonar Waiting on an angel para dar la oportunidad a que los asistentes perdieran el miedo y aliviaran sus gargantas.

Lo subrayo, para empezar, porque es una comunión especial que he vivido pocas veces en otros directos con grandes artistas y que, en este caso, ponen en evidencia la propia grandeza de Ben Harper, sostenida igualmente en el legado musical que acumula a sus espaldas después de treinta años de carrera desde la publicación de su primer disco y en cuya trayectoria ha dado cuenta de una ecléctica, arriesgada y comprometida producción musical en la que prevalecen la emoción de sus canciones y los símbolos que las atraviesan, desde el compromiso y la reivindicación social -el puño elevado al cielo como señal y signo de los tiempos en su norteamérica natal: black lives matter- hasta la propia experiencia vital, donde su extensa cultura musical, la espiritualidad y el amor desempeñan un papel esencial.

Ben se presentó sobre el escenario de la Bodega Las Copas acompañado de los cuatro integrantes de los Innocent Criminals -Adrian “Alex” Painter, Darwin Johnson,  Christopher “CJ” Joyner y Oliver Charles- junto a los que interpretó a capella Below sea level. Un estremedor  inicio vocal al que siguió la siempre deslumbrante Diamonds on the inside, que fue la que empezó a marcar el tono de una noche inspiradísima -"what a beautiful night", confesó Harper nada más comenzar-, prolongada con su nueva versión de Don't give up on me now, antes de adentrarse en los territorios del reggae y del funky que jalonan su gran repertorio.

Fue a partir de entonces cuando depositó en el centro del escenario su clásica silla plegable y acolchada y a demostrar su destreza con el slide guitar para interpretar y enlazar Steal my kisses y Need to know basis, que dieron paso a su tradicional pausa acústica dentro de sus giras con banda.

Harper abrió el repertorio más íntimo con Walk away, a la que siguió la citada Waiting on an angel, para ahondar en la sensación mágica de uno de los momentos más esperados de la noche, en los que, no obstante, se echaron en falta algunos de los temas de su nuevo álbum, Wide open light, eminentemente acústico y plagado de canciones sensacionales, y del que solo interpretó Giving ghosts para adentrarse en el territorio blues.

El artista californiano aprovechó el momento de creciente cercanía con el público para confesar quiénes son sus tres cantantes preferidos: Aretha Franklin, Ottis Redding y..., atención, Camarón, del que dijo envidiar su voz. No fue su única confesión. En su primera visita a Jerez reconoció estar viviendo "un sueño" y esperar que no tenga que pasar mucho tiempo para volver a hacernos una visita, después de haber conocido los encantos de nuestra tierra.

Con la banda de vuelta al escenario, llegó el turno para otra de las canciones más coreadas de la noche, She´s only happy in the sun, tras la que terminó rendido al público, no solo por sus voces, sino por la forma de animar con las palmas.

"España es el único país del mundo en el que el público sabe tocar las palmas", y ojo que vino a decirlo a Jerez; posiblemente, el mejor lugar de España donde se tocan las palmas: "Increíble", ratificó. Fue el preludio de una recta final a la que se asomó con un clásico, Burn one down, y su salto al soul con Say you will que hizo que parte del público abandonara sus sillas y saltara a bailar a la zona de las pantallas próximas al escenario.

Era el turno de la despedida. A Harper lo corearon desde la grada con gritos de "Benny" y hasta "Benito", para que volviera al escenario. Lo hizo para interpretar una versión ampliada y rotunda de With my own two hands, cargada de sentido en los tiempos en los que vivimos -20 años después de que fuera compuesta-, y tras la que se vio obligado -el respeto, nuevamente por el público- a dedicar un bis extra al público, ya en solitario, en su silla, con la acústica, para rematar la noche con una de sus joyas primeras, Power of the gospel, con la que terminó de exprimir su intacta calidad tonal vocal antes de despedirse: mano al corazón y puño en alto. My pleasure, Mr.Harper.

P.D. Hace aproximadamente veinte años, en la redacción del periódico, hablábamos del fastidio de que artistas de la talla de Ben Harper no vinieran a tocar más al sur para tener la oportunidad de disfrutar con sus directos. Este martes, el Tío Pepe Festival hizo realidad ese deseo, en consonancia con el nivel creciente de su exigente programación. Creo que corresponde destacarlo en su haber, no solo por hacer realidad el sueño de Ben Harper y el nuestro, sino por la contribución a la oferta cultural y de ocio de Jerez y toda la provincia.

 

 

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