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La verdad os hará liebres

Medios, fines y afines

En Ciudadano Kane, la opera prima y maestra de Orson Welles (1941), se aborda por primera vez en el cine el enorme potencial de los medios de comunicación

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En Ciudadano Kane, la opera prima y maestra de Orson Welles (1941), se aborda por primera vez en el cine el enorme potencial de los medios de comunicación como cuarto poder. Edmund Burke, padre del liberalismo conservador británico, había afirmado en la Cámara de los Comunes a finales del siglo XVIII que dicho poder era incluso mucho más influyente que los otros tres: la Iglesia, la nobleza y los políticos. Ya sabemos que Montesquieu abogó por la imprescindible separación de las potestades y funciones cardinales de cualquier estado moderno (ejecutiva, legislativa, judicial), pero no llegó a profetizar, como Burke, el alcance de los mass media para moldear y construir sociedades a su antojo.

Los estados totalitarios y los autoritarios (comunismo, fascismo, nazismo y otras hijuelas) entendieron enseguida la proyección de esta arma, y asumieron que es mucho menos importante la verdad que el relato que se urda y se divulgue sobre la misma. Aquí tenemos ahora a nuestro presidente y a sus ministros o ministriles intentando colarnos la historia de que la amnistía es muy saludable para la convivencia nacional, aunque un minuto antes de las elecciones afirmaran todos ellos exactamente lo contrario, sin que hasta la fecha les haya aparecido ninguna grieta en sus rostros. Durante los años en los que se filmó la cinta de Welles, en los cines de España nuestras glorias imperiales y militaroides actuaban como teloneros en el NO-DO, antes de las películas, y el pueblo llano se marchaba convencido (bueno, dentro de lo que alcanza la inteligencia humana) de que España era una “unidad de destino en lo universal”. La siembra del franquismo no debió de caer en suelo yermo, porque se ha acuñado el término posverdad para aludir a la época que habitamos: lo realmente importante es la distorsión emocional y la manipulación, no la búsqueda de la verdad. En esto, los nacionalistas se han pasado varias veces el juego en esta videoconsola de la democracia.

Los medios de comunicación deben protegernos no de los políticos, sino de las mentiras e intereses de los politicastros. Pero, cuando estos meten sus zarpas en aquellos, ¿quién nos protege de los medios? Hay radios y periódicos que flagelaban y crucificaban a Pedro Sánchez durante las primarias del partido, pero cuando alcanzó la secretaría general del partido trocaron sus flagelos en saumerios y flabelos; así, sin anestesia, de un día para otro. Hay radios y periódicos que juguetean a criticar al PP, menos al de la Comunidad de Madrid, que para eso puso y pone la pasta. En la Andalucía del cortijazo de cuatro décadas y clientelismo, los informativos de Canal Sur tenían un tono institucional con el que la verdad quedaba discretamente embalsamada, pero luego llegó Onda Jaén y sus telediarios ya resultaron un poco pornográficos, por explícitos, y un poco chuscos, por maniqueos: o sea, que los supuestos liberales del terruño habían intentado contrarrestar los vicios del PSOE andaluz no con una alternativa éticamente más aseada, sino multiplicando aquellos con dinero público y firmando cláusulas de rescisión de trescientos mil euros a algún amiguete, dedicado a insultar y apedrear con honda a los socialistas y al resto de periodistas de la tierra: entre todos los jaencianos tuvimos que pagar la broma, IBI a IBI y euro a euro, tras la condena del TSJA por el despido del locutor. Más los intereses de demora.

Me gusta decirles a mis alumnos que la lectura y la cultura pueden hacernos mucho bien, pero el principal es el de convertirnos en personas infinitamente más libres, escurridizas y difíciles de embaucar. Porque, si no luchamos a diario contra la manipulación y la mentira, que son formas cotidianas de corrupción, acabaremos siendo alienados y destruidos ineludiblemente por ellas. Todo eso está en los libros. Pero también debería estar muy presente en nuestra propia memoria.

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