Cádiz
La situación del Guadalquivir amenaza la salud y la economía
La intensa actividad humana en sus orillas podrían ser el causante de su degradación.
El informe elaborado durante tres años por unos cincuenta grupos de investigación, coordinados por el CSIC, sobre el estuario del Guadalquivir revela que la degradación de este tramo final del río amenaza no sólo este valioso ecosistema sino importantes actividades económicas y a la propia salud humana.
Este estudio, considerado uno de los más completos sobre un río de Europa pues acumula unos 80 millones de datos, advierte de las consecuencias del deterioro que acumula el estuario del Guadalquivir, un ecosistema que, paradójicamente, está oficialmente protegido por las principales normativas medioambientales.
Javier Ruiz, del Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía y Miguel Ángel Losada, del centro Andaluz de Medio Ambiente de la Universidad de Granada, quienes han presentado esta semana dicho estudio, han destacado que el estuario “funciona como un elemento amplificador” de todos los impactos que el Guadalquivir acumula en los más de 700 kilómetros que recorre desde su nacimiento, en la Sierra de Cazorla (Jaén), hasta su desembocadura, en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz).
Los millones de datos obtenidos de la veintena de redes que monitorizan los cien kilómetros del estuario del Guadalquivir evidencian que funciona casi como un canal artificial, con poca renovación de sus aguas, una elevada polución y crecientes episodios de turbidez y salinidad que lo sitúan próximo a su colapso ecológico.
La intensa actividad humana en sus orillas, la disminución de su caudal de agua dulce o el aumento de vertidos contaminantes y de la materia orgánica en suspensión han causado “una inhibición muy fuerte” de la luz solar en estas aguas con la “amputación consiguiente de su producción primaria”, en palabras de Ruiz.
Ello se traduce en que en el estuario apenas se genera clorofila ni se produce la fotosíntesis, por lo que este ecosistema no sólo no funciona como un sumidero de CO2, sino que es un emisor de este gas contaminante.
“La situación de hipoxia está destruyendo su potencial de biodiversidad”, ha sentenciado Ruiz.
Este deterioro no sólo amenaza la riqueza ambiental de este ecosistema sino a la propia salud humana pues se ha detectado una creciente producción de fitoplancton tóxico.
La falta de oxígeno merma también de manera evidente el potencial pesquero de este tramo final del Guadalquivir y de todo el Golfo de Cádiz, dado la aumento de la mortalidad de larvas y moluscos.
El estudio científico ha constatado otros perjuicios indirectos del deterioro del tramo final del Guadalquivir, como la reiterada erosión de la playa del núcleo turístico de Matalascañas (Huelva) o la necesidad de dragarlo cada año para evitar el colapso del río, actuaciones que consumen decenas de millones de euros.
Este estudio, considerado uno de los más completos sobre un río de Europa pues acumula unos 80 millones de datos, advierte de las consecuencias del deterioro que acumula el estuario del Guadalquivir, un ecosistema que, paradójicamente, está oficialmente protegido por las principales normativas medioambientales.
Javier Ruiz, del Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía y Miguel Ángel Losada, del centro Andaluz de Medio Ambiente de la Universidad de Granada, quienes han presentado esta semana dicho estudio, han destacado que el estuario “funciona como un elemento amplificador” de todos los impactos que el Guadalquivir acumula en los más de 700 kilómetros que recorre desde su nacimiento, en la Sierra de Cazorla (Jaén), hasta su desembocadura, en Sanlúcar de Barrameda (Cádiz).
Los millones de datos obtenidos de la veintena de redes que monitorizan los cien kilómetros del estuario del Guadalquivir evidencian que funciona casi como un canal artificial, con poca renovación de sus aguas, una elevada polución y crecientes episodios de turbidez y salinidad que lo sitúan próximo a su colapso ecológico.
La intensa actividad humana en sus orillas, la disminución de su caudal de agua dulce o el aumento de vertidos contaminantes y de la materia orgánica en suspensión han causado “una inhibición muy fuerte” de la luz solar en estas aguas con la “amputación consiguiente de su producción primaria”, en palabras de Ruiz.
Ello se traduce en que en el estuario apenas se genera clorofila ni se produce la fotosíntesis, por lo que este ecosistema no sólo no funciona como un sumidero de CO2, sino que es un emisor de este gas contaminante.
“La situación de hipoxia está destruyendo su potencial de biodiversidad”, ha sentenciado Ruiz.
Este deterioro no sólo amenaza la riqueza ambiental de este ecosistema sino a la propia salud humana pues se ha detectado una creciente producción de fitoplancton tóxico.
La falta de oxígeno merma también de manera evidente el potencial pesquero de este tramo final del Guadalquivir y de todo el Golfo de Cádiz, dado la aumento de la mortalidad de larvas y moluscos.
El estudio científico ha constatado otros perjuicios indirectos del deterioro del tramo final del Guadalquivir, como la reiterada erosión de la playa del núcleo turístico de Matalascañas (Huelva) o la necesidad de dragarlo cada año para evitar el colapso del río, actuaciones que consumen decenas de millones de euros.
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