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Torremolinos

Esta España nuestra

Dios ampare al pueblo, que no pocos políticos han decidido el camino del mal ejemplo, el ?votadme como si nada? que os hablo de promesas y halagos

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Hablando de lo rural, quizás la cosa que peor se aguanta sea “el éste o éste” con que trata de acotar camino el rústico. No da para más y yo no he dicho nunca que ésta sea modelo; sí he dicho que es vida tranquila, lo que no tiene que ver nada con ser ejemplo.

En el pueblo hay una gran tendencia a que la cuestión sea blanca o negra, dejando los tonos intermedios en un olvido ignorante más que mal intencionados. No es que se le tenga aversión al gris sino que la mente no está preparada para tanta variante al mismo tiempo. Tampoco quiero decir que sean romos de tanto sembrar patatas con la cara pegada al surco. Simplemente que una vida sencilla, sale el sol se pone el sol, no lleva a mayores complicaciones. Lo natural, quiérase o no, se convierte en modelo con el tiempo para el cuerpo que sigue estas cadencias, igual que el alma cae en un estado agradable de sencillez que siempre ha distinguido a los rurales.

Casa rural es atractiva gracias al adjetivo que en la propaganda de hoy busca afinidad con lo de simple, silencioso, de cánticos de avecillas y ondulaciones de mies en cada ladera. En mi tierra es todo llanura y algunos verdes de viñas, pocas en mi pueblo que las han sacado, que se extienden hasta los cardos de los costerones.
Por cierto a estas estrecheces se reducen ahora los pocos insectos y reptiles que se libran en cada temporada del baño químico de los herbicidas: las lindes en La Mancha han cobrado ya un protagonismo que no sé si los biólogos tienen muy en cuenta. Pero a lo que íbamos, que en lo rural no se entiende demasiado bien la diversidad a que ha venido la sociedad humana. Con los estudios tan eruditos de sociología, que no se ve claro si son antes aquéllos o ésta por como encajan, se despiertan sus recelos.

En los pueblos siguen aún en buena medida a su aire, lo plural no existe. El sol lleva su cauce y los días como él van pasando por la serie de puntos marcados en el círculo de la bola terrestre, representada en la esfera de la escuela, siguiendo la línea: todo en sucesión continua que es más cómoda de llevar la cuenta. Labrar, sembrar, descansar en lluvias y nieves y esperar la floración que no sea un cernido de mañana neblinosa de mal agüero. Pero la política pertenece a la sociedad, nada tiene que ver con las vertederas, y lleva dentro las dobles palabras, la intención torcida, el discurso retorcido y huero que desacredita, que daña la honra y sale a borbotones como el caño de lavar la tinaja. ¡Dios mío, un verdadero lío! La uva pisada da un mosto pegajoso y dulce que embalsama la mano del vendimiador y se convierte en caldos olorosos que alegran al hombre. La honra, no; se pudre si se pisa y agria el corazón humano.

Hay una parte de la sociedad de este país que emigró a la urbe y sigue irredenta como en el pueblo y bebe todos los días el brebaje político con sus telediarios huidos de lo sencillo y atrapados por el doble sentido pero sin la defensa de los arroyos y de los vientos. Los hijos les hacen madurar con acelero y abrazar costumbres y ritos nuevos. Pero la que más cuesta es la cuestión relacionada con la honradez. Los que llevan el disfraz de políticos, cuidadores del orden, los que ostentan autoridad, los llevan a la distorsión del fraude con su mal ejemplo. Un ladrón.

Ha habido un mal ejemplo continuado desde arriba. Antes estaba disfrazado, con dignidades lejanas, separadas del pueblo; ahora la cercanía es lo ordinario y también lo es el mal ejemplo, los cándidos defraudados en dispendios de su trabajo, en la mofa que supone de la hombría de bien. Y entre urbanitas y villanos somos mayoría. ¿Cuál será nuestra evolución? Dios ampare al pueblo, que no pocos políticos han decidido el camino del mal ejemplo, el “votadme como si nada” que os hablo de promesas y halagos pero no de arrepentimiento.

La diversidad cuesta de digerir porque se presenta revuelta. Y no estamos en este país acostumbrados a elegir, a separar lo bueno de lo menos bueno o lo malo de lo aceptable. ¿Cómo hacer comprender a un niño que lo bueno sigue teniendo valor en medio de lo despreciable? Nada fácil. El instrumento que tiene una sociedad moderna se llama sistema educativo. ¿Nuestro sistema educa en valores? Algunos que se han declarado poco expertos se han atrevido a tocarlo y han irritado a la mayoría. Esto tiene un orden como lo tiene la escalera del piso superior, no podemos saltar peldaños. No hemos tenido suerte porque si es difícil el terreno técnico lo es mucho más el orden moral, que necesita una revisión. ¿Cómo ponernos de acuerdo?

Algunos pensando en métodos pasados creen que va a ser fácil. Ya verán cómo no, si no se actualizan, porque por mucho atraso que tengamos no aguantamos ya ciertas cosas del pasado. Sobre todo el vivir por encima del resto ya no será fácil. Ni el ordeno y mando que está ya sustituido por el razonamiento. El pueblo está defraudado y lo está de los que crearon ilusión y no han correspondido. Ahora cabe el peligro que decimos, que se crean que todo sigue igual y vuelvan los aprovechados. Este pueblo necesita luces y yo deseo que se ponga a la altura porque otra vez el fracaso traería malas consecuencias. Estamos en un momento que ni tontos que otorguemos a todo ni preparados para lo que venga con toda garantía. No está fácil, ya digo.

Algunos dan la impresión de que no se enteran del cambio, de todo fracaso se saca una lección, y otros vuelven a vender la frase bonita, las palabras del acierto bajo una moral sin garantía. Ni unos ni otros, ambos unidos porque así lo manda la Constitución y porque es de sentido común. Quiero decir que se impone en esta votación elegir al que mejor sepa aunar voluntades, ilusionar por un proyecto de todos donde se acabe la exclusión. Por eso digo, Dios nos dé luz y nos quite iluminados.

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