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España

Así están las cosas

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Oyendo hablar al señor Rodríguez Zapatero tiene uno que marcar a veces una sonrisa escéptica, otras de desconcierto y en algunos momentos hasta generosa cuando muestra su afable talante, pensando también que se cree él mismo lo que cuenta, en ese optimismo que desprende, al explicarse, como si de verdad quisiese arreglar no sólo España, sino también el mundo en la crisis que estamos sufriendo, pudiéndose deducir por ello, que este hombre es un optimista acérrimo o un iluminado no se sabe por quién, por lo que actúa a su manera, sin hacer mucho caso a los ofrecimientos y propuestas de la oposición ni tampoco a los asesoramientos del gabinete de consejeros.
Creo que el señor ZP piensa que en España hay muchas personas ingenuas, también optimistas y que por interesarles lo que propone y hace les continuarán votando en el 2012, que por lo visto es su meta más deseada, que así serían tres legislaturas y lo que está sucediendo resulta peccata minuta, o sea equivocaciones leves o cosas sin importancia.

Y es que tal vez piensa que en algunos casos puede ser hasta bueno el optimismo que infunde a la ciudadanía porque el pesimismo además de ser un mal consejero tiende a desanimar a las personas en cualquier actividad que estén ejecutando. Siendo la mejor manera de actuar en casos tan críticos, como el que estamos sufriendo en España, el de tirar balones fuera a cuantas preguntas se le hacen y tender muchas cortinas de humo, para que lo que de verdad nos preocupa se vaya aminorando en la mente y en el ánimo de los que ya comienzan a sufrirlo, y también en aquellos otros que, iniciado el año 2009, lo están presintiendo demasiado cercano.

No lo sé con certeza, porque tengo algunas dudas todavía, si Rodríguez Zapatero es un buen político o solamente alguien que tiene formulado de antemano una serie de procedimientos para poder seguir gobernando, o que pudiérase un hábil abogado que supiera zafarse de las encerronas del señor Rajoy manteniéndose en sus trece, o rectificando sutilmente las actividades erróneas, que se fueron dando especialmente en su primera legislatura, sometido a tantos compromisos, por lo que tiró por la calle de en medio como solución más fácil para no quebrarse demasiado la cabeza.

El presidente del Gobierno, en mi parecer, se inclina al lado que más le va conviniendo en esa situación tan anómala que se le está dando, tratando de eludir aquello que ya no le interesa, y afianzándose en donde destaca en sus buenas gestiones, o sea situándose en el lugar más conveniente en esa estrategia a veces improvisada, pero especial suya, buscando razonamientos a su favor, aunque muchos no se lo crean, poniendo cara de persona buena y amigable que suele adoptar en postura sencilla, con palabras sencillas, que bastantes veces no están de acuerdo con la realidad de lo que se está viviendo, sabiendo muchos que, bastantes cosas de las que cuenta son sólo fantasías contagiosas, por así convenir, y más cuando pone en sus labios esa sonrisa de niño travieso y a la vez ingenuo, que tanto agrada a algunos.

Y sabemos que el señor Zapatero entró a gobernar al darse ciertas circunstancias que le fueron muy favorables, lo que le cayó de sorpresa, para después tener que hacer concesiones y comprometerse a cumplir lo que le exigían republicanos, comunistas y nacionalistas para poder afianzarse en sus posturas, sabiendo que estaba en la cuerda floja, porque le iban a presionar desde todas partes, pero él supo bandearse en una peligrosa manipulación, para saliendo de ese embrollo llegar a la segunda legislatura, en donde ya tendría más ancho horizonte para actuar, siempre en su mente y entusiasmo ideas innovadoras y extrañas en algunos casos, creyendo que él puede cambiar mucho lo que hay en España, tergiversando a su manera lo escrito en la Constitución.

Pero Rodríguez Zapatero nunca ha tenido en cuenta que España es un país con una gran tradición religiosa, y los sentimientos de los creyentes, practicantes o no, son muy difíciles de desarraigar, yo diría que imposible, por mucho que se empeñen algunos políticos.

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