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Lluvia

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Me lo dijo Carlos Colón con esa naturalidad con las que dicen las genialidades quienes están acostumbrados a regalarlas diariamente: Nunca llueve sobre la emoción.

Y no se puede estar más acertado, querido Carlos. A pesar de que este cielo se ha disfrazado de panza de burra y quiere quebrarnos el ánimo e imponernos una penitencia de ausencias. Pero lo que no puede conseguir es mojar los tesoros que sólo habitan en nuestros recuerdos. Allí vivimos refugiados de esta lluvia antipática e inútil los que buscamos alivio de la desazón de las soledades. Allí encontramos la papelina contra el hastío, el vaso del vino peleón que defiende nuestro territorio, la sonrisa sin condiciones ni cláusulas, la luz que no quiere alumbrar, porque su capricho es enfocar lo que necesitamos ver y así saber que hemos venido a este loco mundo para algo más que lo que andamos tramando habitualmente.


Y como servidora es mujer de paseos sin objetivos, salgo esta mañana con la frase de Colón en el bolsillo de la camisa y dejo el paraguas en casa sin reservas. Lo hago convencida porque sé que no voy a necesitarlo. Y es que hoy no va a llover sobre mi madre cosiendo las últimas puntadas el sábado de Pasión en el traje que impediría que me cortaran las manos al día siguiente. Tampoco va a llover sobre el algodón de azúcar que arruinaría mi carmín de labios trazando una línea roja entre mi infancia y mi adolescencia. Ni lloverá sobre mis primeros zapatos de tacón, ésos que soportaron valerosos todos los Sagrarios que quiso visitar mi mantilla. Sé que no lloverá sobre el rostro moreno de aquel chaval que aprovechando que mis ojos se perdían en las primeras luces que brillaban sobre corazas romanas, quiso robarme un beso que me supo a incienso ¿a qué mejor? No lloverá sobre el sonido del llamador del Poder sobre la oscuridad y el recogimiento, ni sobre la cruz del penitente que impidió (razonablemente) que cruzara de una acera a otra. No, hoy no lloverá sobre mis recuerdos. Ni sobre los de todos ustedes que miran esperanzados hacia el Cielo. Hoy sus recuerdos aguardarán felices a que la cruz de guía de la emoción inicie el camino más corto.

Pero sería una gran noticia que tampoco lloviera sobre Sevilla.

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