Nació “Litoral” el año en que dejó Gaudí huérfano el arte de la Arquitectura. Prados y Altolaguirre, y con ellos un espontáneo grupo de poetas, prosistas, dibujantes y tipógrafos, dieron vida a aquel maravilloso formato de libro en que se encarnó la revista “Litoral”. En esta hermosa primogénita se estampó indeleble la huella poética de los maestros de la Generación del 27: García Lorca, Gerardo Diego, Jorge Guillén, José Bergamín y otros. Posteriormente se incorporarían Alberti, Cernuda, Dámaso Alonso, Vicente Aleixandre… La estampa de la portada de aquel primer número era el espejo poético del mar: un original pez saliendo del agua, como en actitud de recitar los más sublimes poemas arrancados a las profundidades marinas, obra del pintor Manuel Angeles Ortiz. Es desde entonces el símbolo o la mascota de “Litoral”.
Sus páginas vieron la luz en la nostálgica imprenta Sur. Las musas encendieron las farolas del parnaso en Málaga y fijaron aquí su residencia. Ni Gutemberg se hubiera imaginado que su arte pudiera alcanzar los etéreos caminos de la oda excelsa en la tierra fecunda del Sol. La Sur de los chibaletes, los componedores y las minervas se hizo huracán de versos. El tiempo no apagaría en nuestra imprenta el ritmo de cíceros, líneas y puntos que hoy duermen el sueño definitivo de la paz en el resto del mundo tipográfico.
En 1927 alumbró la escena el llamado “triple 5, 6 y 7”, que fueron otros tantos números de “Litoral”, dedicados en esta ocasión a Luis de Góngora. Pablo Picasso y Salvador Dalí se suman con su arte pictórico al homenaje a Góngora, y lo mismo hace el maestro Manuel de Falla, que colabora con la partitura del soneto “Córdoba de Góngora”. Suspendida la publicación durante 1928 y parte de 1929, se inicia una segunda etapa al incorporarse a la dirección el poeta José María Hinojosa, cuya vida truncó la barbarie bélica en 1936, a la par que Emilio Prados se exiliaba en México.
De regreso a España, Prados, junto con Altolaguirre, insuflan nueva vida a “Litoral” en 1944, si bien en esta tercera etapa solamente consiguen imprimir tres números con nuevos colaboradores, entre los que figuran Juan Ramón Jiménez y León Felipe. La revista se eclipsó hasta mayo de 1968, en que fue resucitada por el poeta José María Amado, sobrino del gran dramaturgo Carlos Arniches. Bajo su dirección prosperó con la desinteresada colaboración de las nuevas generaciones de poetas y escritores. En 1975 se incorpora conjuntamente a la dirección el poeta y pintor Lorenzo Saval, sobrino nieto de Emilio Prados. La muerte de José María Amado, Medalla de Oro de Málaga, deja en 1999 a Saval solo al timón de la revista cultural poética con más solera de España. Un nutrido equipo de profesionales de las letras le respalda con sus geniales trabajos. “Litoral” continúa llenando de luz el mundo del verso, de la prosa y del arte en general.
REVISTA LITORAL
Brilla en Torremolinos un diamante
de la Generación del Veintisiete,
de poemas selectos ramillete,
en corona de dioses fulgurante.
En el cénit se eleva fascinante
y es crisol de poetas encumbrados;
Manuel Altolaguirre, Emilio Prados
le fueron el milagro fecundante.
Alberti, Bergamín, Gerardo Diego,
Guillén, García Lorca, Luis Cernuda
y cientos de maestros, no se duda,
colaboraron todos con apego.
Entró en sueño profundo en la contienda,
mas despertó tres décadas más tarde;
gloriosa en pedestal su antorcha arde
y del sublime verso traza senda.
Su luz la porta el genio de Saval,
prendida en los sesenta por Amado;
sobre el parnaso mismo se ha ensalzado
el sol de la revista Litoral.