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El Puerto

Señalados

El míster no dudó en recriminar la actitud y la apatía mostrada por los pesos pesados del vestuario.

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  • Las vacaciones navideñas deben enfriar los daños colaterales de la goleada. -

El final de año empañó la historia idílica que mantenía el Racing Portuense lejos de Valdelagrana, no terminando de la mejor forma su andar competitivo en el presente año. Era el último partido y el último desplazamiento en el que se confiaba se siguiera la línea y la buena imagen de la que había venido haciendo gala a lo largo de toda la Liga.

Más lejos de la realidad, sucumbir estrepitosamente dejó traslucir tics que se han evidenciado en algunos encuentros. Falta de actitud, de concentración o de intensidad ya fueron anteriormente utilizados para justificar ciertos resultados. Sin ir más lejos, ante el Cádiz B se utilizó la falta de sintonía con el juego que se ha ido mostrando como local en buena parte del campeonato.

El rival, el Ceuta, no invitaba a muchas concesiones, la derrota era previsible ante un conjunto que lo había ganado todo, a excepción del tropiezo ante el líder, Coria. Números que asustaban, aunque, sin obviar, la inestimable ayuda ofrecida ante los caballas.

Lo que no entraba dentro de los planes fue la pésima imagen y sobre todo la indolencia mostrada, que no terminó de gustar al míster. De hecho, no satisfizo a nadie. Sorpresa generalizada incluso entre la parroquia local.

La derrota no encontraron esta vez justificación posible. Caras largas y pocas ganas de hablar de un tropiezo que dolió como pocos. Y es que las vacaciones llegaron antes de tiempo.

La goleada, sin paliativos, infringida por el Atlético de Ceuta dejó una herida que se debiera supurar con las vacaciones navideñas. Nada como enfriar y tomarse un respiro para volver a la senda de la tranquilidad y el sosiego.

En la cuarta derrota liguera, las anteriores se saldaron por la mínima y todas 1-0, dejó sensaciones que no agradaron. Algunas, de hecho, empiezan a cansar. Y todas, una a una, fueron enumeradas por el técnico Mere que no dudó en señalar con el dedo a los ‘culpables’ de la devacle.

Caliente y aún con los errores presentes rondando por la cabeza, desgranó las razones de la derrota que, según él, habían influido en un resultado tan abultado como deshonroso.

Se habló más claro de lo normal, con una intensidad que hasta entonces no se había utilizado. Esta vez no hubo paños calientes ni argumentos exculpatorios. Había ganas de dejar cosas claras. No era el momento de posponer la charla. Era de hablar clarito y a la cara.

2012 se va, 2013 ya asoma con un doble partido en el Cuvillo. Antoniano y Pozoblanco deben pagar los platos rotos.

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