Nada más hacer su aparición en el escenario, Pepito El Caja ya arrancó con su aspecto las carcajadas de las centenares de personas que llenaban la carpa habilitada en la Gran Plaza. Y ésas serían sólo las primeras de muchas otras que vendrían después... El pregón de este humorista gaditano demostró que no hace falta grandes montajes sobre el escenario para hacer disfrutar al público. Pese a que no estaba demasiado elaborado, fue un no parar de reír. Corto, el pregón propiamente dicho duró apenas diez minutos, pero intenso. Más de uno salió con dolor de mandíbula de tanto reírse. Un punto tras otro.
“Chiclana no sé qué tiene que siempre te hace volver, si no que se lo pregunten al alcalde, que se fue y otra vez está aquí”, dijo arrancando miles de carcajadas, incluida la del regidor chiclanero que disfrutó como el que más.
Pepito narró sus vivencias de cuando niño venía a Chiclana, pero cómo no, en clave de humor. “Qué buenas caravanas cogíamos”, recordaba. Tras enumerar una serie de lugares típicos de la ciudad, como la Venta Florín, la Rana Verde o la Venta El Burro “donde todo el mundo tenía un campo”, el humorista cayó en la cuenta de que había venido para hablar de Carnaval y se puso a ello. Leyó lo que traía preparado en un tono algo más serio, aunque tampoco mucho más. Recordó que el Carnaval de Chiclana es uno de los más antiguos junto con el de la capital y leyó una carta del Gran Momo, en la que exigía “diversión” y dar muerte a la “vulgaridad y al aburrimiento”. Toca a partir de ahora, dijo, “beber, bailar, cantar, danzar..., y todo lo demás, ya sabéis”, bromeó.
Pepito El Caja concluyó el pregón diciendo que pese a que hay “poco dinero” no debe faltar “un buen puñado de papelillos. Viva Chiclana y Viva el Carnaval”.
Tras el pregón, este humorista pasó a hacer lo que mejor se le da, contar chistes por bulerías. Así estuvo durante otra media hora, acompañado de dos palmeros y un guitarrista, y, por supuesto, de un público entregado. No hubo un chiste malo, y si lo hubo, estuvo tan bien contado que pareció bueno. Qué mejor forma de recibir al Carnaval, que riendo.