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Viernes 05/07/2024  

San Fernando

\"Fuimos nosotros los que pedimos el telón. Aquello era un linchamiento\"

Paco Marín habla sin tapujos de lo que marcó un punto de inflexión en el público del Falla y su ilusión por llegar a una final.

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No es como en la cartilla militar que tras la mili en tiempos de paz ponían que el valor “se le supone”. Paco Marín ha demostrado el valor, no sólo para ponerse delante de un público, sino para mantenerse con el público en contra. Pero sobre todo tiene el valor de creer en lo que hace y de asumir que tiene que seguir aprendiendo para lograr algún día un premio en el Falla. Aunque sea llegar a la final. Y ahí sí que se supone que podría conseguirlo, pero lo que está seguro es que tendrá el valor de intentarlo. A pesar de todo.

—Has conseguido echar del concurso de agrupaciones del Falla a Juan Carlos Aragón.
—Podría decirse que soy responsable subsidiario. No sé, creo que seríamos la gota que colmó el vaso y que dejó claro y patente el tipo de cosas que se movía por el carnaval. Parece que sí, hemos hecho historia. Con nosotros se hizo borrón y cuenta nueva de determinadas actitudes del público.

—Tú eres responsable subsidiario…
—Yo y mis compañeros, David y Jorge también tuvieron la culpa.

—Pero en legítima defensa. Juan Carlos Aragón también fue responsable subsidiario de que tú fueras el primero que te montabas en el escenario del Falla y no cantaras.
—Ha habido preclaros antecedentes como Moy con Un cuarteto con dos pelotas que también fueron teloneros. Perdón, telonazos.

—Pero habían empezado.
—Habían empezado. Aunque nosotros en realidad le echamos el telón al público. Fuimos nosotros los que pedimos que echaran el telón. El director de nuestro cuarteto llegó a un punto de no aguantar más y decir que echaran el telón. Yo me quedé un ratito –se me ve en el video- dispuesto a decir una par de cositas. Pero me lo pensé mejor porque yo voy a volver y por derecho.  Pero fue el director el que decidió que echaran el telón porque aquello era un linchamiento público y no estábamos allí para eso.

—Bromas aparte. Tú eres un gran aficionado al carnaval, eres además practicante…
—Evidentemente. El carnaval hay que practicarlo, no es una profesión.

—Y con más o menos calidad, que eso no se vio en el cuartero porque no llegó a cantar, pero fuisteis con toda la ilusión del mundo al concurso, a pasarlo bien y a hacerlo pasar bien. Y se dan una serie de circunstancias que no tienen nada que ver con la calidad. Eso tiene que doler como una patada…
—Duele mucho, no te voy a decir que no. Yo te voy a decir, como defensa mental para no decirte que me llevé cuatro meses preparando las piernas, preparando los efectos, coreografía con ocho personas que estuvimos trabajando… se me olvidó cuando Rafael Pastrana nos llamó tres días después para hacer un cameo. Ahí la verdad es que sentimos el cariño, no sólo del coro que fue aplastante en el escenario, por detrás y todo… por detrás me refiero a los camerinos. Ese cariño del público en ese momento diciéndonos cuartetero, cuartetero… Yo te voy a decir una cosa que dicho por una comparsa te pone los pelos de punta, mis lágrimas mojaron las tablas del Falla. Y las de mis compañeros, también. Eso fue carnaval de ponerte los vellitos de punta.

—Lo que realmente se vio en el concurso es que no es tan sano como parece, aunque ningún concurso es sano. Hay agrupaciones que parecen sectas que llevan a sus acólitos.
—Yo creo que eso se ve más desde fuera que desde dentro. El culto es de los seguidores, Juan Carlos Aragón, los Carapapa, son comparsistas.

—Yo me refiero al público.
—Los autores son diferentes. Tienen mayor o menor categoría dependiendo de la calidad de sus letras y de los premios que tenga. Yo no veo en la tesitura que tienen Juan Carlos Aragón y los Carapapa a Antonio Martín porque es de categoría, tiene clase. No digo que no la tengan los otros que particularmente me encantan los dos. Pero este tipo de actitudes, aun teniendo razón… En el concurso del Falla creo que hay que diferenciar entre las agrupaciones, la organización y todo lo que puede rodear al Falla. En las agrupaciones hay una hermandad que yo he sentido particularmente en un momento en que te linchan en el escenario. Ese cariño después en la calle, de la gente de Cádiz… te das cuenta de que es cierto. Aunque Juan Carlos Aragón pensara que esa actitud del carnaval con nosotros era para atacarlo a él, como dijo en su blog. A mí ese tipo de actitud ombliguera… Les viene bien porque venden, les da una especie de categoría, de genio un poco malhumorado. Y lo mismo tiene rédito.

—El autor tiene un plus en el sentido de que también cobra, que es un artista que se profesionaliza más que el que está en una comparsa, que sale en una, luego en otra, luego no sale… Pero para el autor que se profesionaliza, el hacer ruido siempre es bueno.
—Es bueno. Cuando yo digo este tipo de cosas no las juzgo ni como bien ni como mal. Creo que es como es. No me parece mal, es una actitud que tienen que tener ese tipo de personas. Es que si no, ¿a quién le cantan ahora las comparsas? ¿A quién le van a cantar? Pues a los dos que se han ido a no sé dónde a cantar. Viene bien a la fiesta. Ese tipo de polémicas, remover el hormiguero también viene bien de vez en cuando.

—De todas formas y en defensa de todos los comparsistas y chirigoteros, hay artistas soberbios y soberbios artistas y hay soberbios artistas que pueden permitirse el lujo de ser artistas soberbios.
—Está claro.

—Pero al revés, no. ¿Piensas ir al Falla?
—Evidentemente. En cuanto se dé la sinergia adecuada, se den las condiciones y todas las piezas del puzzle encajen, yo pienso volver. Para mí el Falla es una cosa que sales a esas tablas y te genera una energía y una cosa que te cambia. Yo pienso volver y además tengo muy claro que algún día conseguiré un premio, no un primero, pero me conformo con llegar a la final. Algún día será.

—Hablamos del carnaval de San Fernando.
—-¿Hablamos del carnaval de San Fernando? Vamos a buscarlo, vamos a indagar a ver… ¿Esto es Cuarto Milenio? No, no será Cuarto Milenio, pero si hay que hablar del carnaval de San Fernando vamos a tener que traer el tablero guija.

—-¿Por qué hay tanta diferencia, si sólo hay nueve kilómetros, o siete, no sé cuántos hay? En coche hay menos.
—Y en moto, menos. Precisamente por eso, por estar tan cerca. Hay fuga de cerebros. Y sobre todo cuando aquí no encuentras esa complicidad, esa empatía con el público cuesta mucho trabajo. Y con el de Cádiz conectas casi del tirón. No sé qué pasa en San Fernando, si hemos perdido la costumbre del carnaval y a la gente que nos gusta el carnaval al final tenemos que emigrar, ir al sitio a disfrutarlo. Aquí sales tú con tu romancero y te cuesta trabajo que la gente te escuche.

—Al no encontrar aquí el ambiente que se necesita la gente se va para allá.
—Evidentemente. Son las agrupaciones y todo. San Fernando tiene un carácter muy particular. Cuando te vas a una peña y lo haces dentro de una peña, entonces sí, de explayas porque a la gente que le gusta va allí. Pero la gente que sale aquí en carnaval no sale con el objetivo que sale en Cádiz, escuchar coplas, escuchar ilegales, si pillas a alguna buena, a Juan Carlos Aragón, que lo puede pillar seguramente… Aquí no, aquí se sale a pasear, no con el objetivo de escucharte. Van a tomar una cerveza. Te vas a la plaza del Rey a pegar palos y lo más fácil es que te digan que pegues los palos más bajito que está tomando una cerveza y está hablando con el WhastApp.

—Pero hay gente de San Fernando que es buena.
—Buenísima. Y están en agrupaciones de Cádiz. En coros, en comparsas, en chirigotas… Aquí ensayan muchas chirigotas con gente de Cádiz también y hay un par de chirigotas de San Fernando que son buenas, son de calidad. Dos que han salido en el Falla y que a mí me han hecho mucha gracia. Y una comparsa, que está empezando pero también está bastante bien. Hay un rescoldo fuerte que está ahí. No digo quién tenga que avivar esa llama. No digo que sea el Ayuntamiento ni digo que sean los empresarios. Tiene que haber una amalgama de muchas cosas, no sólo una infraestructura. Falta… No sé.

—Quizá porque se ha ido deteriorando poco a poco. San Fernando hace veinte años era puntera y además tenía un sello especial.
—Yo he intentado mantener ese sello particular de San Fernando en los romanceros. No rimar siempre con cebolla, pero intentar ese punto verde que tenía Juan Rivero e incluso Pepe Requeté. En carnaval soy añejo, me gusta lo antiguo. Soy muy clásico en ese aspecto. Aquí el problema quizá es que poquito a poco se fueron perdiendo grandes autores, se fueron gentes que invertían en el carnaval, que pensaban en el carnaval, las peñas se han cerrado, es un problema poligénico, una palabra que aprendí, que significa que viene de muchos lados. Decía el gran maestro que es Antonio Montiel como estribillo, que entre todos lo mataron y él solito se murió. No hay responsables ni causas aparentes.

—Si los buenos de aquí se van a Cádiz y si hay una agrupación buena aquí es porque son de Cádiz y viven en Camposoto es una pescadilla que se muerde la cola.
—Es una cosa rara.

—Se puede decir que el carnaval de San Fernando se ha extendido por la bahía.
—Exactamente. Aquí está la Gala del Carnaval, está la cabalgata, hay muchos eventos programados y está bien, pero lo que es el ambiente de por la noche no existe. El comercial sí existe porque la calle se empeta de gente y van a los bares e incluso hay actuaciones en diferentes sitios. Pero el carnaval callejero no existe. Y de ese carnaval callejero es de donde nacen las agrupaciones para el Falla, donde conoces a tus amigos, es la auténtica cantera. Por eso los chavales que no pueden cantar aquí se van a Cádiz, salen con gente de Cádiz y montan una chirigota en Cádiz buenísima. O sea, que la cantera se ha ido también poco a poco. Yo creo que los de San Fernando nos hemos extendido, nos hemos incrustado en el carnaval de Cádiz como lo ha hecho gente de El Puerto.

—De todas formas habría que reconocer que de Puerta Tierra para allá hay una cosita rara.
—Hay algo especial. Yo quiero mucho a La Isla y he dado muestras de ello en muchos sentidos, pero allí hay algo especial, los callejones, hay sitios que te pones allí y notas esas magia. No sé cómo explicarte. La gente, la actitud de la gente, quizá también.

—El cuarteto es una cosa difícil. Cuatro personas que están muy poco arropadas en un escenario que tiene que resultar grandísimo.
—Grandísimo. Al principio sí.

—Y del romancero ya ni te cuento. Es uno solo.
—Son cosas diferentes. Es como caña de lomo y jamón. Tienen un puntito pero no es lo mismo. Para mí, el cuarteto tiene que beber mucho del romancero. Da igual el número de personas pero que hablen en cuartetas. Yo lo entiendo así, con cuartetas, que vayan rimando, que uno vaya contestando… Esa es la manera clásica. Y sobre todo que tú vayas acentuando los chistes con claves. ¿Por qué? Porque cuando el director sabe dar las claves en los momentos clave –seguro que la palabra viene de ahí- le da un ritmo, una cadencia más rápida o más corta y a mí particularmente me gusta una cadencia más corta. El histrionismo de los cuartetos me gusta puntualmente, mucho tiempo me cansa. Te tienes que reir, pero todo el tiempo haciendo locuras… Yo soy muy nervioso, hago muchos gestos, pero de ahí a ese histrionismo todo el tiempo, todo el mundo muy nervioso, corriendo, sin rimar, con pareados…, a mí particularmente no me gusta. Morera me hace muchísima gracia, los demás me hacen gracia, pero mi manera de entender el cuartero es diferente. Eso sí, en las canciones lo bordan porque son unos máquinas, pero en la parte de las parodias echo de menos unas claves, una historia.

—’La boda del siglo’ rompió moldes, ¿no?
—Eso fue genial. La boda del siglo me cogió a mí en La Salle, muy jovencito y eso fue lo que me marcó. Y además me dio la idea. No es que me marcara esa meta, no era tan consciente. Estaba pensando más en Spiderman y otros menesteres…

—Que también es importante.
—También es importante, también me ha marcado, no te voy a decir que no. El año pasado me ponía los calzoncillos por fuera, como hacía con los pijamas. Yo entiendo el cuarteto a la manera clásica, sus cuartetitas, sus claves, una voz de cuartetero que yo no tengo y que me gustaría tener, ni la tengo de cuartetero ni para cantar, para qué nos vamos a engañar. Cantamos como grillos. Llegamos el año pasado mi compañero Jorge y yo y llegamos a cantar con el Sherif y nos escuchó y le dije que después mejorábamos un poquito, que no se preocupara. Pero el señor Benítez nos enseñó, nos metió caña y aprendimos mucho. Y a lo que iba, yo entiendo así el cuarteto. Y un buen popurrit, con sus cancioncitas, rimaíto y que la gente se ría y lo que me gusta es un estribillo interactivo.

—-¿Vas a actuar en la Gala del Carnaval?
—Creo que hay un cartel en la Delegación de Fiestas prohibiendo que yo actúe. Por jartible. Es que está el carnaval de los jartibles y los jartibles del carnaval. Cuando tú te ves ante tres mil personas con unos 40 minutos de actuación –detrás viene el Love- unos se plantea: ¿qué hago? O hago dos o tres cuartetas y dejo que pasen los que están esperando la gente o me explayo, ya que me van a escuchar. Y allí no hay telón. Le dile a Andrés que tirara para adelante. Y tiramos para adelante. Más bien o más mal pero hay que tener en cuenta que era la segunda vez que lo hacíamos en público y la primera vez lo hicimos ante tres personas. De tres a tres mil van tres ceros, y los tres ceros se suman. Yo descubrí que cada vez que decía “ya llega el fin” la gente se creía que llegaba el final y se ponía a gritar y a aplaudir. Y cuando tienes un aplauso de tres mil personas… Pero yo creo que aparezco por allí y me tiran algo.

—Al concurso de romanceros sí vas.
—Al concurso de romanceros sí. Y de hecho, me han llamado del Patronato del Carnaval de Cádiz y tengo el honor de ser miembro del jurado del concurso de romanceros de Cádiz, así que me voy a jartá de romanceros. Yo no sé si es la primera vez que uno de La Isla es jurado de ese tipo de concursos, pero para mí es un honor.

—Hemos tenido presidente del jurado del concurso del Falla. Eso es un reconocimiento.
—Yo me lo tomo como un honor.

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