Se mire como se mire y se cuente como se cuente, está claro que la Semana Santa de La Isla es la fiesta por excelencia en lo que se refiere a vitalizar un centro urbano que lleva demasiados años de capa caída. Es verdad que hay otras celebraciones de distinto carácter que también actúan como motor de la economía, pero ninguna dura una semana y por ende, ninguna se ha convertido en un periodo vacacional oficial, esto es, que propicia el movimiento de personas.
Sin entrar a valorar lo que la Semana Sana supone para los hoteles, entre otras cosas porque el caso del hotel Bahía Sur es un galimatías incuantificable y porque el minibasket es desde hace diez años un factor positivo que impine no obstante realizar un balance preciso, lo que está claro es que esta semana saca a la gente a la calle y eso, ya de por sí, es una potencial activación de la economía. Que gasten menos o más es otra cosa, pero lo cierto es que desde casa es desde no se gasta.
Es verdad que existe otra fiesta de cuatro o cinco días, que es la Feria del Carmen y de la Sal, pero se desarrolla en la Magdalena, en terrenos económicamente de nadie. Y que está el verano, que siendo como es San Fernando una ciudad costera debería repercutir positivamente en la economía. Pero también está la playa a cinco kilómetros, no cuenta con infraestructuras que suponga un valor añadido a su virginidad y los responsables municipales y comerciales no son capaces de articular una oferta capaz, no ya de sacar a la gente a las calles por algo más que el calor que hace en las casas, sino ni siquiera evitar que se marchen a otras localidades.
El único problema que tiene la Semana Santa es que se celebra en primavera, con el tiempo cambiante, y no siempre llueve a gusto de todos. Pero por lo demás, la realidad es clara y contundente.