La selección española se levantó de la dura derrota de Eslovaquia goleando en Luxemburgo (0-4), el día que Vicente del Bosque sentó a Iker Casillas para dar la alternativa a David de Gea y Diego Costa escenificó su obsesión con el gol, fallando innumerables ocasiones, hasta que marcó la más inesperada.
Obligada a levantarse y reaccionar, España regresó a la normalidad en Luxemburgo. Comienza a acostumbrarse a vivir en una nueva realidad, enterrando con malos resultados su época más gloriosa y buscando variantes a su estilo. Lo hizo Vicente del Bosque apostando por dos delanteros el día que sentó a Iker Casillas.
Del Bosque busca una "dulce transición" en la portería sabiendo que es una tarea imposible por el debate que envuelve cada paso de Casillas. Lo alimenta introduciendo una rotación en partido oficial que hasta ahora nunca estuvo en su libro de ruta. Tampoco la dupla ofensiva, juntando a dos nueves. Desde David Villa y Fernando Torres no ocurría. De ser el falso nueve su apuesta preferida, a jugar con dos 'matadores' que se entendieron bien en plena obsesión de Diego Costa.
El hispanobrasileño vivió uno de sus días más duros en un terreno de juego, escenificando una obsesión que solo desaparecerá con el gol. Con una ansiedad que le empuja al error, precipitado en el remate, sin sentir que todo el fútbol de España ahora pasa por él. Hizo todo bien menos el remate y tuvo innumerables ocasiones que le hicieron marcharse al descanse cabizbajo, negando con la cabeza, intentando digerir su sufrimiento. Hasta se fue enfadado en el momento del cambio, cuando al fin ya había marcado.
España comenzó con nuevo dibujo, un 5-3-2 en faceta defensiva con Busquets incrustado entre los centrales y dos laterales convertidos en extremos como Dani Carvajal y Jordi Alba. La responsabilidad del juego recayó sobre Iniesta. Ni el diluvio que cayó minutos antes del inicio y un césped resbaladizo impidió su lección. En Koke y Silva tiene futbolistas que hablan su mismo idioma y aunque La Roja intercambió el fútbol directo con balones largos, con el toque, fueron los encargados de ver los pases a los espacios que abrieron los puntas.
La pesadilla de Costa no tardó en empezar. A los dos minutos controlaba mal, esquivaba al portero rival y se dejaba caer pidiendo penalti. España tocaba con velocidad, el secreto del éxito en partidos ante rivales de inferior calidad técnica. Costa dejó un testarazo ante el que se lució Joubert y un remate blando a sus manos.
Luxemburgo intentaba contener como podía el fútbol español, sobrepasado en todo momento y con Martins como su gran esperanza. El despliegue físico del joven jugador de 17 años obligó a mostrar velocidad a Bartra y Piqué en las coberturas a Alba, pero el protagonista del duelo era Diego Costa. Un nuevo desmarque y otra ocasión al limbo, disparando cruzado con todo a favor, y repitiendo chutando a las nubes tras una buena pared con Alcácer.
La cabeza de Costa echaba humo. Remataba con la negatividad de un jugador obsesionado. A la siguiente, su sexta ocasión, ya optó por la potencia en vez de la colocación y se topó con Joubert. España no suele disparar fuera del área y en su primer intento llegó el gol. Fue Silva el que, tras un balón muerto por la pelea de Costa con el central rival, soltó un zurdazo a una escuadra para abrir el partido a los 27 minutos y dar el justo premio a La Roja.
España quería matar el partido, sentía la debilidad del rival y todos buscaban a Costa para que lograse el tanto más deseado de su carrera. Tras rematar tarde un centro medido de Alba, fue cuando llegó el peor de los errores que puede tener un nueve. Completamente solo tras un pase al espacio de Koke, encaró al portero y chutó muy desviado con todo a favor para marcar.
Quería desaparecer del lugar del 'crimen' y se tapó la cabeza con la camiseta. Desde entonces no paró de recibir carantoñas de sus compañeros. Le venían bien porque Alcácer, tras perdonar otra ocasión clara, no falló y marcó su tercer tanto en cuatro partidos.
Antes había llegado el primer disparo a puerta de Luxemburgo. Una llegada aislada con Bensi chutando blando abajo, fácil para De Gea, que estuvo firme por alto en los centros desde los costados. Uno de Da Mota se envenenó y lo sacó a córner.
Con todo sentenciado España rebajó el ritmo en el segundo acto. Las palabras de Del Bosque relajaron a Diego Costa, que acabaría encontrando su premio cuando menos lo esperaba. Regaló una clara a Alcácer que no acertó a rematar e Iniesta chutó arriba.
Luxemburgo buscaba el tanto del honor, pero sólo a balón parado podía optar a él. Chanot se adelantó a todos en un córner, pero su remate no encontró puerta. Cuando España notaba el bajón físico de Iniesta y Silva, llegó al fin el tanto de Costa. Después de 514 minutos. Nunca un nueve tardó tanto. Y lo consiguió cuando no lo buscó y el balón le cayó. El fútbol quiso premiar su esfuerzo. En una acción de estrategia a una falta que no salió, tras mil rechaces, con todo a su favor para esta vez fusilar a la red y ni celebrarlo. Será el primero de muchos.
España acabó el partido con un 4-4-2 clásico, el estreno de Juan Bernat en el extremo zurdo y dejándose llevar hasta que apareció la ilusión de los debutantes. En el último suspiro, Rodrigo Moreno inventó. Un amago y pase perfecto a la velocidad de Bernat, que puso el broche a la goleada metiendo la puntera izquierda.