La Fiscalía va a solicitar penas que suman 26 años de prisión para Jonathan Moya González, el joven acusado de raptar y asesinar a la niña de 16 meses de Palma del Condado Miriam, a quien presuntamente golpeó con "gran fuerza y en repetidas ocasiones" con un objeto contundente en la cabeza para "hacerla callar porque lloraba" y a quien envolvió cuando "estaba todavía con vida" en un film transparente, provocando su muerte por asfixia.
Moya González, actualmente en prisión provisional por esta causa aunque tiene varias condenas en firme por delitos contra el patrimonio, introdujo supuestamente a continuación el cuerpo sin vida de la pequeña en una bolsa de viaje "junto a su ropita y 15 piedras" para "arrojarla a una balsa de riego tras anudarle por fuera un bloque de cemento de grandes dimensiones" con el que se "aseguraba" de esta forma de que el cadáver "no saldría a flote".
El escrito de calificación provisional, al que tuvo acceso Europa Press, remarca que tuvo retenida a la pequeña con vida desde el 20 al 24 de diciembre de 2012 en el interior del cortijo familiar donde se "escondió" tras raptarla y abandonar a su madre, con quien había mantenido una relación sentimental, "en un paraje deshabitado" de Fiñana (Almería) y que lo hizo pese a "los intentos reiterados de los agentes de la autoridad y los desesperados de la familia de la niña para que la entregase".
El fiscal no apunta, sin embargo, en su relato de hechos que deberán ser enjuiciados por un tribunal de jurado, qué movió a Jonathan Moya en su acción delictiva aunque a lo largo de la instrucción se apuntó que el procesado, quien ofreció hasta tres versiones de los hechos en las que hablaba de una muerte accidental de Míriam al caérsele de los brazos "cuando corría por el monte", podría haber actuado por precio para vender a la menor.
El relato del Ministerio Público recoge que Jonathan Moya y Gema Cuerda, madre de la bebé, contactaron a través de una web donde ella había puesto un anuncio y que él, desde el principio, "ocultó su verdadera identidad, identificándose con el nombre de Juan". Además, le contó que era "un rejoneador de prestigio, con fincas de ganadería y un nivel de vida alto, datos -subraya- que eran falsos y de los que hizo uso para ganarse su confianza".
Tras unos primeros contactos telefónicos, ambos habrían acordado conocerse y probar "si podría funcionar entre ellos una relación sentimental", por lo que el 18 de noviembre de 2012, Moya González se personó en Palma del Condado donde residía Gema y con quien estuvo conviviendo en familia durante algo más de dos semanas.
En esos días, según el fiscal, el presunto asesino tuvo una actitud que define como "atenta, servicial y cariñosa con Gema y con toda la familia que le acogía, y en especial, con la pequeña de apenas 16 meses". "A pesar de ello la relación entre ambos no cuajó puesto que Jonathan no se mostraba conforme con el pasado de la chica y empezó a apartarla de él y a ignorarla".
Tras la ruptura definitiva, propiciada por ella, Jonathan Moya siguió viviendo en su casa durante unos días hasta que, finalmente, el 5 de diciembre tomo rumbo a Almería. No cejó, sin embargo, en su empeño y a mediados de mes volvió a contactar con Gema y le pidió que viniese a la provincia "poniéndole el pretexto de que quería regalarle a su hija Miriam un traje para bautizarla y había que tomarle medidas".
Según indica el escrito, el procesado insistió en que era "imprescindible" que acudiese con la pequeña a Almería pero ella se negó "porque no terminaba de confiar en él". Fue la intermediación de su madre y abuela de la niña, con quien Jonathan Moya "había trabado amistad", lo que terminó de convencerla, por lo que ambas se desplazaron en tren hasta Guadix (Granada) en tren.
En la noche del 19 de diciembre de 2012, las recogió él en la estación en un BMW al que subieron y con el que tomaron la A-92 hasta que Moya González cogió el desvío de Las Huertezuelas. A partir de ese momento, comenzó a conducir por carreteras secundarias y caminos rurales que eran para él "perfectamente conocidos" pero no para su excompañera, a quien "desorientó hasta llegar al municipio de Nacimiento".
Madre e hija pasaron esa "fría" madrugada en el interior del coche con el presunto secuestrador y asesino, y en la mañana se volvió a repetir la rutina anterior ya que él retomo la marcha "haciendo paradas en varios puntos desconocidos, dándole pretextos de su invención y largas en sus repetidas peticiones de ella que las acercase a una estación cercana ya que quería volver a casa dado el comportamiento tan inquietante y extraño de Jonathan Moya".
El supuesto rapto se produjo a las 13,00 horas del día 20 cuando, en un paraje deshabitado y "con escaso tránsito de personas", le habría pedido a Gema que se bajase del coche para ayudar a arrancarlo empujando "puesto que se había parado el motor". En ese momento, aprovechando que la niña aún continuaba en el interior del turismo, arrancó a "gran velocidad" mientras le decía "ahora vas a correr. Tú te quedas aquí y me llevó a la niña".
LA GOLPEÓ PORQUE "TEMÍA SER DESCUBIERTO" CON LOS LLOROS
Moya González se habría escondido a continuación en el Cortijo Torre Marfil, propiedad de la familia, y allí habría retenido a la bebé con vida hasta que cometió el crimen entre los días 24 y 25 de diciembre "porque la pequeña se había puesto a llorar y a gritar reclamando a su madre, por lo que temía ser descubierto".
El Ministerio Público indica que, aprovechando que "no podría oponerle resistencia debido a la abismal diferencia de fuerza física", le "tapó la boca para hacerla callar y al golpeó con gran fuerza y en reiteradas ocasiones en la cabeza con un objeto contundente y plano, dejándola gravemente herida e inconsciente fruto del traumatismo craneoencefálico que le provocó una gran hemorragia subaracnoídea".
Señala que, "estando aún con vida", el procesado supuesta la envolvió en plástico transparente, "tapándole la boca y la nariz, rodeando completamente la cabeza y el cuerpo de la niña de forma que impedía entrar el aire, provocando así su muerte por asfixia".
El cuerpo sin vida de Miriam fue encontrado en la noche del dia 27, tras la detención de Moya González, en una balsa de riego cercana por agentes de los GEAS de la Guardia Civil. Estaba en el interior de una bolsa de viaje a la que habían anudado por fuera un bloque de hormigón de grandes dimensiones, junto a la "ropita y 15 piedras".
La Fiscalía, que interesa una pena de 20 años de cárcel por un delito de asesinato con alevosía, subraya que la "cantidad e intensidad de los golpes propinados", la superficie "contundente contra la que los mismos se produjeron", así como las zonas vitales afectadas "eran especialmente idóneas para causar el resultado moral", por lo que concluye que, "en modo alguno", el acusado podría desconocer el resultado tan grave que se produjo.
"Aún así, se aseguró el fallecimiento de Míriam impidiéndole la respiración al envolverle con plástico por completo la cabeza, impidiendo el paso de aire a nariz y boca", concluye.
SABÍA LO QUE HACÍA
Jonathan Moya se enfrenta, asimismo, a seis años de cárcel por un delito de detención ilegal y a la prohibición de acercase a Gema a menos de 500 metros durante 30 años, al margen de al pago de una indemnización de 300.000 euros.
Por otro lado, los dos últimos informes aportados a la causa apuntaron, por un lado, que "no tenía alteradas su facultades" aunque sí recogía "rasgos acentuados como impulsividad y tendencia a conductas antisociales" y por otro, descartaban que, tal y como ha sostenido él, la muerte se produjese por una de manera "accidental" ya que las lesiones no serían compatibles debido a "los múltiples focos de contusión" y la "impronta de dedos en el tórax".