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Sara de la Cruz, más humilde, más madura...y muchísimo más artista

La artista isleña estuvo dos años haciendo giras con la copla, trabajó con Jesús Quintero y ahora lleva tres temporada en los musicales de Isla Mágica. Pero espera más.

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Saltó a la fama local porque fue Salinera Mayor y saltó a la fama regional, nacional e internacional -por el canal internacional de Canal Sur- por su participación en el programa Se llama copla, de la cadena autonómica.

Allí se empeñó en ser coplera, lo que siempre había querido ser desde que pequeñita cogía el mazo de majar a modo de micrófono para emular a Isabel Pantoja, una de sus preferidas.

En ese plató, en ese concurso cruel en el que los concursantes se enfrentan al jurado con las cámaras delante, escuchó de todo, desde que no sabía cantar hasta que se dedicara a cualquier faceta del arte que no fuera la copla, incluso a otro tipo de canción.

Se enfrentó al jurado y se enfrentó al público que no la apoyaba con sus votos a través de los SMS y esa valentía le sirvió para ganarse el respeto del jurado y del público. Las dos cosas al mismo tiempo.

Ahora, siete años después de aquello, cuando los años y la experiencia la han convertido en una profesional del espectáculo, reconoce -el mejor síntoma de madurez y la mejor prueba de humildad, lo que abre las puertas al futuro- que aquellas puntuaciones estaban bien, o no estaban tan mal y que tenían razón en muchas cosas. O sea, que ha aprendido lo mejor, a reconocer sus límites.

Sara de la Cruz estuvo es esta casa y grabó una entrevista para contar su vida con la perspectiva que dan los años y cómo ahora le sigue gustando la copla, sigue cantando y sigue ganándose la vida con lo que quiere ser.

Trabaja actualmente en un espectáculo de Isla Mágica alternando la música y el teatro, la mejor mezcla posible, pero durante los años siguientes de Se llama copla recorrió España durante dos temporadas cantando junto a otras compañeras de distintas ediciones del programa.

Ganó dinero, sudó cada euro que ganó recorriendo kilómetros, actuando cansada, incluso con  una gastritis y aprendió en sus carnes la dureza de un mundo que desde fuera se ve radicalmente distinto a como es por dentro.

En medio de lo que hacía y de lo que hace ha estado trabajando con Jesús Quintero en su teatro, ha sido prácticamente su mano derecha y ha aprendido todo lo que ha podido de ese genio de la comunicación que tan bien administra los silencios.

Quizá sea eso lo que mejor ha aprendido, a trabajar duro y en silencio hasta que llegue la gran oportunidad. Tiene 31 años, una belleza incomparable, una formación intelectual que le servirá de base -es profesora de Educación Infantil- para no caer en el pozo enfangado de la fama y espera que le respondan sobre un proyecto en el que tiene puesto su ilusión, trabajar en una serie de televisión como actriz.

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