Velma Wallis, una india atabasca del norte de Alaska, en su relato, “la dos ancianas”, habla de la historia de su pueblo en los años cuarenta. El lugar donde vivían es uno de los más inhóspitos del mundo, la mayor parte del año la nieve lo cubre todo y las temperaturas son extremadamente bajas. Allí la vida era fundamentalmente nómada, las tribus seguían a las manadas para sobrevivir. En un invierno extremadamente duro, la escasez de comida lleva a la necesidad de buscar otros lugares donde la caza abunde más, las dificultades del desplazamiento en esa época del año son difíciles y no queda más opción si no quieren perecer todos. El jefe de la tribu, después de sopesar con dolor la situación decide que hay dos ancianas que no serán capaces de llevar a cabo este viaje y que pondrían en peligro la supervivencia del grupo al resultar un lastre. Con voz firme manifiesta ante todos su decisión de abandonarlas. Todos sienten que tal acción es una iniquidad pero no se atreven a cuestionar la decisión por la dureza de la situación. El jefe vivirá marcado por esa acción que no logra sacar de su cabeza y al año siguiente, a la vuelta, las buscará sin cesar, con la esperanza de que hayan sobrevivido.
La semana pasada leía esta historia a la vez que, en el Viva Jerez, la situación de la Residencia de mayores de La Granja. Se denunciaba según el CSIF, la pérdida de veinte trabajadores en los últimos años, el mal estado de recursos materiales imprescindibles como las camas, grúas y que el personal de limpieza había perdido el 40% de su plantilla a la vez que se veía impelido a asistir en otras labores como la alimentación de los internos. Esto no es la Alaska de los cuarenta, ni estos recortes tan justificados, por mucho político que nos lo cuente.
Un centro público, dependiente de la Junta de Andalucía, no puede perder progresivamente sus parámetros de calidad con la consiguiente merma de los servicios necesitados por sus residentes, mientras los jerezanos aceptan, como el resto de la tribu, las decisiones del jefe. Los recortes en necesidades básicas de personas dependientes son una iniquidad en el frío del norte y en el calor del sur. Y a diferencia del jefe de la tribu nómada, las instituciones y autoridades que gestionan estos centros no parecen sufrir de remordimientos, con su desvergüenza al disminuir los presupuestos que van a los cuidados de los mayores. Además, la responsabilidad no está sólo en quien manda, si consentimos incólumes que esto suceda, afectará a la dignidad de la tribu entera.
Jerez
La dignidad de la tribu
Un centro público, dependiente de la Junta de Andalucía, no puede perder progresivamente sus parámetros de calidad con la consiguiente merma de los servicios necesitados por sus residentes, mientras los jerezanos aceptan, como el resto de la tribu, las decisiones del jefe
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