Porque les resulta imposible mirar hacia otro lado, porque alguien tenía que asumir una labor que le corresponde a las autoridades pero que nadie hace y porque lo que buscan es garantizar la vida de las personas, que no es más que su trabajo. Por estos motivos, un grupo de profesionales de la emergencia lleva más de un mes realizando una labor anónima en la isla griega de Lesbos que ha saltado ahora a los titulares tras la detención de tres compañeros sevillanos.
Entre los miembros de la ONG Proem-Aid que se han desplazado hasta Lesbos hay cuatro onubenses, bomberos del Consorcio Provincial Contra Incendios y Salvamento de Huelva. Joaquín Álvarez, jefe del Parque Occidental, en Aracena, fue uno de los voluntarios que acudió en la primera expedición, y ahora relata para Viva Huelva lo que vivió en primera persona.
“Aquello es duro, choca ver a niños mojados, sin zapatos, con principio de hipotermia, hacinados en una embarcación marítima casera de ocho metros de largo y con una media de 50 personas en su interior, de las que el 95% no sabe nadar”. Esa es una imagen que difícilmente se borrará de su mente, al igual que otra realidad ante la que no puede mirar hacia otro lado: “Nadie va a por las embarcaciones, se pierden y nadie hace nada”.
Lesbos se ha situado en el epicentro del problema de los refugiados sirios por su cercanía con Turquía. De hecho, en la zona norte, apenas nueve kilómetros de agua la separan del territorio turco. Según explica Álvarez, al principio del conflicto, el grueso de refugiados intentaba acceder al país heleno a través de esa franja del mar Egeo, pero al cerrarse esa frontera, el flujo migratorio tiene en esa zona más presión de las patrulleras turcas, de modo que “el refugiado tiende a bajar hacia la zona del aeropuerto y Mitilene (capital de Lesbos), pero de nueve kilómetros se pasa a 21, una distancia más considerable, aunque a quien tiene la necesidad, le da igual la distancia”.
Es en esa zona, donde también hay áreas de acantilados, donde trabajan estos héroes anónimos, siempre en horario de noche, porque es cuando más embarcaciones de refugiados intentan dejar atrás el horror en busca de la panacea europea. “En una noche llegan entre diez y quince embarcaciones”, esto es, en torno a 700 refugiados, de todas las edades, a los que nadie socorre si ellos no dan la voz de alarma.
Álvarez pone nombre y apellido al problema: las mafias turcas. “Lo controlan todo, cobran entre 1.000 y 3.000 euros por el pasaje en una embarcación precaria y hay que pagar aparte el chaleco salvavidas (si tienes dinero); el agua entra en las embarcaciones, y los que primero se mojan son los que van sentados en el suelo, con el agua hasta la cintura, y así al menos cinco horas”. Ante esto, Álvarez exclama: “Cómo mirar hacia otro lado”.
En caso de dar con una de estas embarcaciones, los voluntarios de Proem-Aid tienen dos opciones: “Los escoltamos y no intervenimos si no hace falta, pero les damos cobertura de seguridad desde una distancia prudente; ya en tierra hay personal voluntario suficiente para atenderlos”, explica. Si por el contrario, la embarcación tiene algún problema (vía de agua, problemas con el motor...), “tenemos que llamar al centro de coordinación griego y ellos mandan los recursos”. En ningún caso pueden remolcar a las embarcaciones ni subir a nadie a bordo de la suya.
Un antes y un después
Sin embargo, la detención de los compañeros sevillanos ha supuesto un antes y un después en su actuación en la zona. Así, el último equipo desplazado en la zona trabaja ahora a pie de playa, ya que “no nos dejan usar nuestro barco, nos piden un nuevo seguro de rescate y salvamento, pero ninguna compañía en Lesbos nos lo quiere hacer”.
A pesar de ello, seguirán acudiendo a la zona, relevo tras relevo, arañando días de sus vacaciones y de descansos compensatorios, y ello a pesar de lo sucedido con sus compañeros de Sevilla, a los que Álvarez defiende con uñas y dientes. “Somos incómodos porque estamos haciendo la labor que deberían hacer ellos”.
Álvarez, pero también Sergio Soltero, almonteño que trabaja en el parque de Aracena; David Galindo, también del parque de Aracena; y Eugenio Mantero, actualmente en Lesbos y bombero del parque de Almonte, forman parte de ese grupo de héroes anónimos que han decidido no mirar hacia otro lado. Ahora el Consorcio onubense les concederá la Medalla al Mérito en Servicio.