En muchos lugares hay torres desangeladas, restos de ciudadelas que han sobrevivido enhiestas a los embates del viento, de las lluvias y de las guerras. La mía está de camino del Puerto de Santa María a Jerez, la Torre de Doña Blanca. Joven reina de Castilla que vivió enclaustrada la mayor parte de su corta vida. Su primer error, definitivo, contar en la noche de bodas a su marido que quizá la dote que le habían prometido no le fuera pagada nunca. Desconocía a Pedro I, “el cruel” o “el justiciero”, que se había criado mirando siempre hacia atrás, entre intrigas y rencores. Llevó mal la noticia y no volvió a relacionarse con ella. Este rey, con quien comparto el buen gusto, remodeló como residencia el Alcázar de Sevilla, condenó a su esposa a vivir encerrada en distintos lugares, cuando sus enemigos la eligieron como un peón más que usar contra el rey, para acabar recluyéndola lejos, en Medina Sidonia y en la Torre de Doña Blanca. Finalmente, para tener un problema menos,su hermano ambicionaba su corona y no daba abasto con tanta conspiración, dio orden de matarla y fue enterrada en el convento de San Francisco de Jerez en el año 1361.
Antes de tener bodegas, Jerez ya era una gran ciudad, digna de ser visitada, aquí estuvieron, en 1447, turistas tan regios como los Reyes Católicos. Quiso la reina Isabel, ella también era mujer y entonces poderosa, que se le labrara una lápida que contara su triste destino y que se instalara en el altar mayor. Hace unos días, preguntando por ella, me contaron que estaban restaurándola. Tuve suerte, entrar en una iglesia jerezana no es fácil. Sólo suelen estar abiertas en horario de culto. La reina católica tuvo más oportunidades de conocer el patrimonio de nuestra ciudad que cualquier jerezano o turista actual. Fenómeno inexplicable, porque nuestros tesoros artísticos son muchos y de gran valor, pero no son ofertados a los visitantes. En cualquier lugar están orgullosos de sus bienes culturales, para los que tienen horario de visitas y cobran entradas. Aquí sería oportuno ocuparse de ello, quiero sumarme a los que llevan tiempo reclamándolo.
La lápida de Blanca de Borbón, no sé si desconocida para muchos jerezanos, dice lo siguiente: “Consagrada a Cristo Sumo Bienhechor y Todopoderoso Señor Nuestro, Doña Blanca Reina de las Españas, hija de Borbón descendiente del ínclito linaje de los reyes de Francia, fue grandemente hermosa de cuerpo y costumbres, mas prevaleciendo la manceba, fue muerta por mandato del rey D. Pedro I el Cruel su marido. Año de Salud de 1361. Siendo ella de 25 años de edad”. Jerez lleva más de seis siglos albergándola.
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Jerezana por defunción
La reina católica tuvo más oportunidades de conocer el patrimonio de nuestra ciudad que cualquier jerezano o turista actual. Fenómeno inexplicable
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