Cuánta razón tenía el humorista y presentador de televisión Manu Sánchez al alertar sobre la creciente adicción de nuestros políticos por participar en programas televisivos para demostrar a grandes audiencias sus bondades más terrenales. De manera sugerente, este comunicador ironizó sobre la presencia de los candidatos a la Presidencia del Gobierno en los platós sosteniendo que daban una vuelta de tuerca al mantra del histórico dirigente de IU Julio Anguita: “Programa, programa y programa”. No de promesas electorales, sino de televisión, según han entendido los cabezas de cartel actuales. “Empieza a dar la sensación de que a Presidente llega cualquiera, lo difícil es estar gracioso en El Hormiguero. Políticos en globo, bailando con Motos, contando cuentos con Calleja o soltándose la coleta”, decía Manu con su inteligente humor sobre la campaña de las fallidas elecciones del pasado 20 de diciembre.
La historia se repite. Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera prefieren responder a los niños de Ana Rosa que a periodistas; pasar dos días y una noche con Susana Griso antes que encerrarse con damnificados de la crisis; verse con sus réplicas versus Joaquín Reyes en vez de explicar sus intenciones electorales, etcétera… No me parece mal lo primero, sino que lo segundo se sacrifique por éstas y otras prácticas -sintonías con ritmos caribeños que bien pudiera haber compuesto Juan Luis Guerra, carteles electorales más propios de portadas de novela rosa de Jane Austen, eslóganes que firmaría el guionista de la serie Amo a Laura y programas electorales en catálogos que habrían calcado en Estocolmo- en las que se frivoliza con el valor de la política y sus compromisos para la mejora de los ciudadanos.
Esperemos que, al menos por un día, esta noche en el debate a 4 –gracias que en esta ocasión Rajoy no dará la espantá- los presidenciables aclaren cuestiones cardinales que deberían calibrar los ciudadanos: ¿en qué recortarán para satisfacer la insaciable voracidad de Bruselas?, ¿harán sostenible la Dependencia?, ¿bajarán los impuestos y cómo soportarían las cuentas públicas esta merma de ingresos?, ¿con quienes pactarán tras el 26-J?, ¿se comprometen a evitar que haya unas terceras elecciones sea cual sea el resultado?, ¿modificarán la financiación autonómica?, ¿permitirán una España asimétrica para enfriar ansias soberanistas catalanas?.. A estas preguntas deberían responder los candidatos y no sí en campaña tienen sexo, han consumido drogas alguna vez u otras intimidades que no deberían influir en el tercio de indecisos que aún no saben el sentido de su voto.