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San Fernando

Y la Venta de Vargas tiene un libro en el que cuentan sus entrañas

'Venta de Vargas, una leyenda en el tiempo' es el ensayo de Antonio Lagares editado tras varios y largos años recopilando sus historias y las leyendas.

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Mal presagio, pero bendita prevención. Por si no hay quinta generación, que ese edificio que ha recibido al visitante desde hace más de medio siglo, que es un símbolo de San Fernando, de la gastronomía y sobre todo del flamenco, se quede como patrimonio de la ciudad y de todo lo que representa.

Dicho queda. Petición presentada en público ante el primer teniente de Alcaldía, Francisco Romero; ante muchas personas que asistían a la presentación del libro Venta de Vargas, una leyenda en el tiempo. Un título que vincula a la Venta con José Monje Cruz, Camarón de La Isla.

“La Venta de Vargas no es Camarón, pero Camarón es una parte importante de la Venta de Vargas”, dijo Antonio Lagares, el escritor sevillano que ha pasado años recopilando datos, en la barra de la Venta, con José y Lolo Picardo, con Faraelito el de la Venta, el que perdió su apellido para ser parte de la leyenda. Faraelito el de la Venta...


La Venta no es Camarón, pero si la historia de la Venta de Vargas no se entiende sin Camarón, la de Camarón no se entiende sin la de la Venta de Vargas.

En el libro hay muchas fotos de José Monje Cruz, de cuando era un aspirante a genio reconocido. José Monje iba a la Venta porque era amigo de José Picardo, Joselito.

Iba a la Venta porque aquel establecimiento que se llamó Venta Eritaña, que le vendieron a Catalina, la madre de Juan Vargas y con el que la engañaron, se convirtió por arte de ese gitano, Juan Vargas, casado con paya, María Picardo, en santo y seña del flamenco, del buen beber, del buen comer, de una vida que ya no existe pero que permanece retratada en las cientos de fotos que cuelgan en sus paredes.

Allí estuvieron, sentados en una mesa, en la primera parte del acto de presentación del libro, Lolo Picardo, representando a la cuarta generación. Y el bailaor Antonio Canales, prologuista. Y el autor, Antonio Lagares. Y mucha gente alrededor que sabían que allí había algo grande.

Y Lolo dijo que nunca se había hecho un libro sobre la Venta, ni se había intentado. Y si se intentó, no se hizo. Y Canales dijo que es el libro de un santuario. Y Lagares contó cómo era el libro, esas anécdotas, historias -Historia con mayúsculas del flamenco muchas de ellas-, como que José Monje era un tesoro para María Picardo.

Se enfrentó a Manolo Caracol para quitarse la espina de una opinión fallida del monstruo al que admiraba. Ganó, le puso la mano con suavidad en el hombro para que no siguiera y se fue. Y Caracol supo que un gitano rubio podía ser uno de los grandes.

Lo fue Caracol. ¡Qué duda cabe! Pero allí se pasó una página, aquella noche en el cuarto. Lo mismo que se escribió otra cuando murió Catalina, la madre de Juan Vargas y apareció Caracol a las dos de la mañana. Yâ en la habitación del piso de arriba de la venta, en la que da a la ventana del centro, cantó llorando por seguiriyas -dicen unos-, por martinete -dicen otros-, con el cadáver de Catalina en el patio.

La historia
Lo contó Lagares y lo contó Mayte Rodríguez Labandón en la segunda parte del acto. Ella, Mayte, contó la historia, resumida, de la Venta. Cómo Catalina y María Picardo se habían convertido en el alma de la peña y Juan Vargas en el hombre inteligente, buen comerciantes que sabe lo que quiere el cliente. Y se lo daba.

“En la tarde del 28 de julio de 1961, en la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Merced, del Barrio de Santa María, se casó Lola Ortega, hija de Manolo Caracol, y el convite se celebró en la Venta. En el patio se colocó un piano de cola para Arturo Pavón y Luisa Ortega le cantó a su hermana La Lola se va a los puertos”, contó Mayte.

Ese momento fue rememorado por Yolanda Tacón, acompañada al piano por Pepe El Mellao y a la guitarra por Raúl Viventi.

Y el cantaor Jesús Castilla, con la misma guitarra, cantó por seguiriyas rememorando aquel quejío en la noche negra de muerte de Manolo Caracol ante el cadáver de Catalina. Y el Grupo Al Aire cantó La Leyenda del tiempo, quizá para dejar claro que en la Venta, se hable de lo que se hable, se cante lo que se cante, siempre se terminaba y se termina hablando de Camarón.

Por si no hay quinta generación. Dios dirá. Hay cuarta y están trabajando por todo lo que significa la Venta de Vargas. Gastronomía, flamenco. Tranquilidad. Es pronto.

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