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26/05/2024  

Andalucía

“Cádiz es fascinante, es uno de los protagonistas de mi novela”

“El personaje de Chino tiene cosas de mi padre, Paco de Lucía, pero el guiño más fuerte es a mi madre”

  • Casilda Varela -

La periodista acaba de presentar su primera novela, titulada  Te espero en la última esquina del otoño. Toda una reflexión sobre el amor y sus diferentes aristas lejos de las fórmulas de Hollywood y Disney. Su padre, Paco de Lucía -que aparece reflejado en parte en la novela- la animó a cumplir este sueño literario. Pero el gran guiño es a su madre, Casilda Varela.

¿Qué le hizo dar este salto de periodista a escritora, de la realidad a la ficción?
—He escrito una historia que llevaba conviviendo conmigo bastante tiempo. Llevaba bastante tiempo queriendo escribirla. Pero lo vas dejando, tienes un trabajo seguro, los niños, y nunca acabas de encontrar el momento, hasta que un día pues, como cuando escuchas una mosca por la habitación de noche, pues en un momento dado enciendes la luz y le das un zapatazo.  Pues lo mismo. Esa sensación de que había llegado el momento. Y lo hice.

Entrando en la novela, parece que hay varios planos. Tenemos casi dos novelas en una: la novela de ficción dentro de la novela y la historia en sí. 
—Ha sido una locura. Hay tres historias. Una es la historia de Alicia con Cora. Otra es la historia de amor de Cora y Chino y la tercera, que es la historia del libro de Los muertos felices. Una es la construcción del amor,  otra es su ausencia, la soledad, que es la vida de Alicia, y la otra, Los muertos felices, que es  la destrucción del amor. Han sido muchas horas pensando para hacer que todo esto estuviera en equilibrio y que una cosa fuera un espejo de la otra y estuviera todo relacionado y el lector no se perdiera. Me levantaba de la cama por la noche, dándole vueltas y dándole vueltas hasta que fue encajando todo. Creo que era la manera de que la visión del amor que yo quería dar quedara más equilibrada y desde todos los ángulos posibles.

¿Cómo es el amor entre Cora y Chino?
—Lo que yo quería era un visión distinta del amor ese de Hollywood o de Disney, de que el amor es como un estallido de euforia y de hormonas, que es a lo que parece que ha quedado reducido el término. Quería hablar de un amor que es como una ideología, una vocación que exige el mismo esfuerzo que cualquier otra vocación, y un proceso largo de renuncias, de momentos difíciles. Quería definir el amor más que como punto de partida como un destino al que hay que llegar.

En la novela hay muchos guiños biográficos y familiares. Ya desde el comienzo llama la atención la dedicatoria “A mi madre, mi ideología”, y las otras páginas en las que detalla otras dedicatorias. ¿En qué forma hay otros guiños a sus padres, a su vida en general o a usted misma?
—Para mí el guiño más fuerte es a mi madre, porque el personaje de Cora es bastante un reflejo de ella. El otro día, en la presentación de la novela, Luis Landero decía que el personaje de Cora es un personaje literario fascinante. Yo siempre había pensado que mi madre era un personaje fascinante, por eso la quería convertir al escrito. Chino Montenegro sí tiene cosas de mi padre, pero ahí hay más un mestizaje que no se corresponde exactamente con lo que era su espíritu.  Pero también quería crear un alter ego del personaje con éxito, para explicar cómo afecta el éxito a la pareja, cómo afecta el éxito a quien lo padece incluso. De mí hay todo, porque todo pasa por mi mirada. Creo que en el autor la realidad está filtrada siempre, por su manera de percibir, por lo que le interesa, por dónde pone el foco. Entonces, no sé si de mi biografía, pero sí de mi manera de percibir las cosas está todo.

Madrid, Cádiz y Marruecos son parte del paisaje geográfico, histórico y sentimental de la novela. ¿Cómo se ha documentado?
—Me he documentado con libros, pero sobre todo me he documentado con testimonios orales de gente de Cádiz, porque conozco gente de Cádiz que vivía en esa época. De Marruecos, aparte de lo que yo sé, por lo que me comentaba mi abuela, que vivió allí mucho tiempo. Y mi tío, mayor que mi madre. Mi madre va a una asociación, que es la asociación de la Marina de Tetuán, que es de gente que vivió aquella época. El Tetuán del Protectorado lo recuerdan como un limbo colonial. Eso ha sido mi documentación. Pero mucho, mucho, mucho mi madre. Mi madre y su memoria. 

¿Ha descubierto nuevas cosas en todo este proceso?
—Ha sido un proceso intenso. Luego ha sido también un proceso de ensimismamiento y soledad dura,pero también me hicieron compañía unos personajes a los que quiero tanto y me daban momentos de gran satisfacción y de  gran fuerza y impacto emocional. He descubierto probablemente cosas de mí misma, porque escribir es enfrentarte a tus limitaciones un día tras otro.

¿Ha sentido otros miedos al escribir su primera novela además del horror a la página en blanco?
—El mayor miedo que tenía era no ser capaz de terminarla. El haber dejado mi trabajo y dar este salto y no ser capaz de hacerlo. Ese era el miedo con el que me levantaba todos los días. Después cuando terminé, lo que temía era la exposición, porque pones mucho de ti mismo encima de la mesa cuando escribes. Eso me daba mucha sensación de desnudez. Y eso también me daba miedo a la hora de publicarlo. 

Uno de sus personajes se ve afectado por el éxito. ¿Le tiene miedo?
—Tengo una edad en la que es difícil que el éxito te tumbe como si te llega con 20 años. Creo que tengo más miedo al fracaso en este momento.

¿Haber trabajado en el documental sobre tu padre de ‘La Búsqueda’ ha influido en la forma de presentar imágenes en la novela?
—Puede ser que el haber escrito un guión antes me haya dado esa inercia de contar todo muy visualmente.  

¿Se plantea otro libro?
—Sí, ya lo tengo en la cabeza (risas). No quiero contar mucho porque luego a lo mejor voy vengo trescientas veces. Esta novela la tiré en principio tres o cuatro veces las 50 primeras páginas. Cuando la estaba terminando es cuando realmente he tenido la sensación de que había cogido carrerilla, como cuando empiezas a montar en bici y consigues mantener el equilibrio. Tuve esa sensación al final. Ahora me apetece escribir algo, sabiendo ya más, para disfrutarlo.   

Supongo que el cambio de rutina ha sido complejo, aunque como periodista tenga experiencia en escribir muchas horas seguidas...
—Yo estaba confiada porque tengo oficio en el fondo al llevar escribiendo muchos años y también por mi experiencia en el periodismo. No tiene nada que ver la manera de escribir. No me di cuenta de eso hasta que no me puse a escribir la novela. La dimensión del texto, la longitud, los vínculos que tienes que ir creando en la narración...es una creación mucho más ambiciosa. Me ha costado mucho esfuerzo hacerla, la verdad.

¿Qué significa la provincia de Cádiz para usted?
—Cádiz es uno de los protagonistas de la novela. Cádiz no es ya que esté entre mis vivencias, está en mi presente porque voy mucho, voy en verano, voy en carnaval, en Semana Santa...A mí Cádiz me vuelve loca. No solo estéticamente. Su luz, su historia, sus calles. Además, la personalidad del gaditano, esa expresión siempre inesperada, su dominio del lenguaje, su ingenio, todo me deslumbra. Desde que era muy jovencilla, Cádiz me pareció siempre un sitio fascinante. 

¿Qué han comentado de su novela sus familiares y su entorno más cercano? ¿Les sorprendió este salto a la literatura?
—A ellos no les ha sorprendido porque llevo escribiendo desde siempre. De algún modo era un desenlace previsible. Mi padre siempre me animó a escribir. Siempre me lo decía que tenía que escribir una novela. Mi padre no la leyó. A mi madre y mi familia les gustó mucho, y la gente que la ha leído también. Pero claro, uno nunca sabe (risas). Me hizo mucha ilusión lo que me dijo Luis Landero el otro día en la presentación del libro, que fue preciosa.  Dijo que tenía la sensación de estar ante una ‘pedazo de novela’, y que esta novela tenía imágenes visuales de una potencia fuera de lo normal, y que los personajes tenían una gran profundidad.

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