¡Cuan grato hubiera sido para quien esto firma estimar, valorar y apreciar en su totalidad, y sin reticencias, esta película! ¡Qué no hubiese dado por salir del cine satisfecha y reconfortada por un retrato diferente, y con intenciones feministas -tras tres biopics anteriores sobre ella, mucho más convencionales- que firma la productora, guionista y realizadora francesa Marie Noëlle!
Lamentablemente no ha sido así -o, al menos, no del todo- y las razones se explican seguidamente.
Pero antes se destacarán sus valores, que los tiene. Como su elección de los años, ya casada con Pierre Curie y a punto de dar a luz a su segunda hija, desde los que se inicia la historia. Como su descripción de los prejuicios sexistas que la condicionaron toda su vida, indignante e injustamente, y de única mujer entre los prohombres de la comunidad científica.
Como su pasión por la investigación, con y sin su marido, determinada en su objetivo de aislar el polonio, y especialmente el radio, para luchar contra la maldita enfermedad maldita. Como su valor al afrontar todas las cortapisas y seguir trabajando -alternándolo con el trabajo doméstico y el cuidado y educación de sus niñas- sin laboratorio y con graves secuelas sobre su salud, que la conducirían a una muerte temprana. Como sus dos Premios Nobel de Física y de Química.
Como su carnalidad, su pasión erótica también, tanto en las relaciones conyugales como en las que mantuvo con un amigo y colega casado, piedra de escándalo en la época. Como en su desafío a las convenciones sociales… Como sus excelentes fotografía, de Michal Englert, y banda sonora, de Bruno Coulais. Como en el esfuerzo interpretativo de una excelente Karolina Gruszka.
Lo que ocurre es que todo ello viene servido por un guión -coescrito por la propia Marie Noëlle y por Andrea Stoll- confuso, atropellado a veces, disperso y que no distingue entre lo esencial y lo accesorio. Lo que ocurre es que todo ello viene servido por un tratamiento preciosista, evanescente y distante donde podría, y debería, haber tenido rigor e intensidad. Lo que ocurre es que la sucesión de escenas de una vida tan valiosa e ilustre es banal y vacía. Lo que ocurre es que el tratamiento del personaje es, a la postre, epidérmico y superficial. Lo que ocurre es que es tan pretenciosa en sus intenciones como fría y limitada en sus resultados. Una verdadera lástima.
Pese a todo, y por todo, deberían verla.