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Los besos que no se olvidan

El culto a la patrona, Santa María de la Victoria, resultó un rotundo éxito con una masiva asistencia de fieles, que se contaron por miles

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BESAMANOS DE LA VICTORIA.

PAÑUELO CONMEMORATIVO.

Hay besos que van más allá lo corpóreo: son amor, afecto, entrega, agradecimiento, lealtad…Todo junto. Hay besos que son la misma vida. La vida que se entrega a la vez que se recibe. Van más allá del estar piel con piel unidos, como decía el bolero, son unos labios que sin palabras expresan la verdad más absoluta. Son los que marcan incluso una etapa de la existencia...

Un camino en curva que se correspondía con una girola varias veces centenaria se prolongaba hasta que en cuya mitad, se alzaba la gloria. No podía ser de otra manera, siendo el medio, el lugar donde se encuentra la virtud. Allí, ante un resplandor se mostraba Santa María de la Victoria ante la ciudad de la que es patrona. Un reguero constante, amante y expectante de almas, que se contaron por miles, se acercaba a besarle las manos. Miles porque era ELLA, la Victoria, la patrona, el centro y norte de esta celebración ’magna’ aunque a algunos se les haya desviado la brújula. ELLA tan presente en la historia, en la vida y la cultura de la ciudad y a veces sentida tan lejana y es que no hay distancia peor que la que acarrea un encuentro que tardará en llegar. Por fin llegó un besamanos. Que no es que haya sido el primero en la historia, pero si lo ha sido para muchas generaciones que anhelaban sentir el tacto de quien es guardia y custodia de los malagueños desde hace 150 años. Jueves y viernes, mañana, mediodía, tarde y noche de un besamanos ininterrumpido bajo las bóvedas de la Catedral con el deseo de que no sea un caramelito que se enseña como un anzuelo, sino que sea verdaderamente un enganche para la hermandad de la Victoria, porque es necesario que esto se produzca de forma más habitual. Por historia, por devoción, por ELLA, por los fieles y porque, no hay que olvidar, las imágenes no se hicieron como fines en sí misma, no son un jarrón, se hicieron como vehículos de fe. Por eso hay que acercarlas.

Mientras llega la decisión de organizar o no el besamano de forma ordinaria, siempre quedará el recuerdo de estas dos jornadas, como decíamos, tan esperadas y disfrutadas. La hermandad además, ideó una iniciativa para perpetuar ese momento. Se trataba de un pequeño pañuelo confeccionado para la ocasión con la imagen de la Victoria, que a la voluntad, se podía obtener para ser uno mismo el que limpiara (“¡con suavidad, por favor!”) la mano de la patrona después de rendirle honores. La hermandad hizo bien en no ponerle precio a ese, en principio, simple trozo de tela y es que verdaderamente no lo tiene, porque ni más ni menos que ese pañuelo siempre custodiará uno de esos besos que no se olvidan.

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