El psiquiatra forense que examinó a una mujer juzgada desde hoy por un jurado popular por el asesinato de un hombre en un local usado para el consumo de drogas que luego incendió para ocultar el cuerpo ha declarado que la acusada "sabía lo que hacía" pese a padecer un trastorno disocial de personalidad.
El juicio contra la acusada de este crimen, para la que la Fiscalía solicita 30 años de cárcel por un delito de asesinato y otro de incendio, ha comenzado hoy en la Audiencia de Sevilla con el trámite de alegaciones de las partes -en el que la defensa ha pedido la libre absolución aplicando la eximente de enfermedad mental- y la declaración de este perito antes incluso de la de la acusada, por motivos personales del psiquiatra que no podía acudir el lunes.
Los hechos sucedieron entre los días 21 y 23 de septiembre de 2016, cuando la inculpada convenció a la víctima -ambos toxicómanos- para ir a un local abandonado a consumir droga y allí le propuso "un juego" para el que le "maniató" brazos y piernas sentado a una silla.
La Fiscalía sostiene que "privado" el fallecido de "cualquier tipo de defensa", la acusada "decidió acabar con su vida, seguramente en represalia por las desavenencias que mantenían", de forma que le "colocó una mordaza" en la boca y "con la finalidad de aumentar innecesariamente el sufrimiento" le golpeó con manos y puños, le clavó un cuchillo y usó "un martillo y unos alicates" para "golpearle con gran violencia en el rostro".
Todo ello provocó a la víctima "padecimientos que eran insoportables" y que aumentaron cuando la acusada introdujo a A.M.J.G. "pastillas de haloperidol, agua oxigenada y betadine y con una jeringuilla que allí encontró le inyectó aire y haloperidol", pese a lo cual la víctima seguía con vida ante lo que la acusada le propinó "un violento empujón" que le hizo caer al suelo, donde "le pisó el cuello", falleciendo instantes después.
La acusada ocultó el cuerpo en una habitación interior pero "como quiera que el local era frecuentado por individuos drogadictos", regresó el día 25 y prendió fuego al cadáver, propagándose las llamas "rápidamente" y afectando a una vivienda aledaña.
El fiscal ha expuesto en el juicio que los hechos son constitutivos de "asesinato con alevosía y ensañamiento" (por el que pide 23 años) e incendio "con riesgo para la vida de las personas que vivían en el edificio colindante" (por el que solicita 7 años), delitos de "extrema gravedad" que justifican la solicitan de una "pena privativa de libertad de gran longitud".
El Ministerio Público también reclama que la acusada indemnice con 90.000 euros a los tres hermanos de la víctima, con 7.899 euros al dueño del local afectado y con 240,60 euros al propietario de una vivienda también afectada por las llamas.
El abogado defensor ha señalado al jurado que la acusada ha reconocido los hechos desde su primera declaración ante la Policía y "ha prestado su colaboración" durante la investigación, por lo que "los hechos no se van a discutir" sino su responsabilidad criminal debido al trastorno mental diagnosticado, a su adicción a las drogas desde hace 30 años y su vida de "exclusión social" con varios hijos con los que no tiene relación.
Por ello pide la libre absolución aplicando la eximente completa de enfermedad mental o en su defecto una atenuante que permita rebajar la pena al considerar que en el momento de los hechos "su voluntad estaba mermada hasta no poder controlar sus impulsos" ya que "una persona plenamente consciente no hubiera prolongado tanto el sufrimiento de la víctima".
Sin embargo, el perito que ha testificado ha ratificado su informe psicológica de la víctima según el cual padece un "trastorno disocial de personalidad con abuso de sustancias tóxicas" que no le afecta a sus facultades congnitivas aunque sí "levemente" a su voluntad.
Ha explicado que una persona con trastorno mental disocial "no pierde la noción de la realidad, sabe perfectamente lo que hace" y tampoco afecta a la voluntad pero la mezcla con el consumo de drogas sí "puede afectar levemente" a sus facultades volitivas.
A preguntas de la defensa de si en los pacientes con este tipo de trastornos se pueden producir "picos" de crisis, el doctor ha dicho que no pues "es un patrón" consistente en una "forma anormal de actuar y de relacionarse" carente de empatía.