Máscaras sin respiraderos o pinturas y pegamentos prohibidos son algunas de las irregularidades que se pueden encontrar en un disfraz para que los niños lo lleven en Halloween, un serio problema al que en estos días se intenta poner solución.
Un trabajo que se lleva a cabo en dos vertientes, ya que no sólo se intenta que ningún niño sufra peligro alguno, sino que se trabaja también en el “Halloween de los mayores”, ya que la noche del 31 de octubre son muchas las fiestas que se organizan aprovechando la jornada festival del día siguiente, y en muchas ocasiones no son citas precisamente seguras.
De entrada, el trabajo de vigilancia policial se inicia semanas antes de la noche de fiesta, con visitas sin previo aviso a las tiendas donde se venden los disfraces y material diverso, “y cualquier lugar en el que se comercializan disfraces, pinturas, máscaras y otros productos, porque es algo que cada año toma mayor importancia, sobre todo entre los mas jóvenes, y también cada año requiere más vigilancia”.
Lo explica a Efe el Oficial portavoz de la Policía Local de Castilleja de la Cuesta, Miguel Ángel Hidalgo, que recuerda que "se redoblan los esfuerzos para controlar que productos que puedan ser perjudiciales para los consumidores y usuarios no sean puestos a la venta al público, y se eviten sustos más que los necesarios de esa noche”.
En este pueblo en concreto llevan tres años controlando este tipo de productos, “tanto en red de alerta como los que se estimen que pueden causar problemas a los consumidores o no han pasado los controles de seguridad sin etiquetado de la CE”, explica Hidalgo, que lamentan que siguen detectando algunos productos peligrosos.
De las diversas inspecciones, han sido localizados entre otros máscaras que no contaban con los orificios de respiración necesarios para garantizar la seguridad o la no asfixia, se han intervenido pinturas y otros útiles de contacto directo con la piel, algunos de ellos mediante un pegamento que contenía el propio artículo, “sin que se constate mediante el sello de la CE que dichos productos han superado los pertinentes controles de calidad y por lo tanto cumplen la normativa”.
En algunos casos, este agente alerta de que se han llegado a encontrar disfraces sin garantía alguna de controlar su origen, “hasta con etiquetas falsas, productos importados de China en algunos casos a los que se le ha colocado una etiqueta inventada”, aunque Miguel Ángel Hidalgo pone el acento en el peligro de adquirir materiales no homologados “que a la postre puedan tener una rápida combustión por fuego, u otros que pueden generar reacciones en la piel, atragantamientos o asfixiala piel”.
Los agentes de este pueblo sevillano no están solos en esta lucha, ya que en los últimos años se han multiplicado las revisiones en todos los lugares donde puede haber una tienda que se dedique a sacar rédito peligroso de la noche de fiesta.
En Arahal, también en la provincia sevillana, los agentes van acompañados de un inspector de la delegación de Comercio, e incluso se ha publicado un decálogo que aconseja, por ejemplo, “adquirir disfraces, caretas, máscaras y similares atendiendo siempre a la edad de la niña o del niño” o “evitar artículos que presentan un riesgo de asfixia al llevar cordones en el cuello, algo que está prohibido en la ropa destinada a niños pequeños”.
Para los mayores, los consejos se refieren, sobre todo, a la cita que, de madrugada, congregará a muchos para celebrar la noche de miedo, y a este respecto la Policía Local de Sevilla recuerda que hay que tener en cuenta detalles preventivos básicos, como comprar la entrada sólo a personas acreditadas o comprobar que figuran todos los datos legales de la fiesta y la empresa que la organiza.
La tercera vía es evitar el vandalismo de gente amparada en un disfraz, para lo que se recuerda que se vigilan especialmente actos en la vía pública que excedan de la diversión normal, e incluso se recuerda que hay que tener precaución con los petardos, que esa noche también se han puesto de moda, que nunca deben llevarse en los bolsillos, sino en una bolsa aparte de la ropa.
Es sólo una noche al año, pero una noche demasiado intensa como para no vigilarla, con el objetivo de que “el único miedo que se pase sea el lógico, no el peligroso”, apostilla Hidalgo.