Este viernes se celebra el Día Internacional de la Mujer, un 8 de Marzo en el que el feminismo vuelve a salir a la calle, un día para celebrar avances y seguir reivindicando, pues aún queda camino que recorrer para que en la sociedad del siglo XXI la igualdad entre hombres y mujeres sea real y efectiva. También para frenar ideales retrógrados, para eliminar las barreras, discriminación y brechas, sea cual sea la condición o género de las personas.
VIVA JAÉN ha hablado con cuatro mujeres, de distintas generaciones, todas con experiencias de vida que hablan de lo que la sociedad ha sido, de lo que es y de lo que puede llegar a ser en materia de igualdad.
Ellas cuentan qué educación han recibido, cómo ha sido su carrera profesional, qué trabas han encontrado en la carrera de su vida como mujer, qué metas han conseguido y qué futuro esperan para una sociedad que desean elimine las desigualdades, el machismo, la violencia de género, la cosificación de la mujer y el techo de cristal.
Todas han detectado en su vida situaciones que alertan que aún hay mucho camino que recorrer y, a pesar de la diferencia de edad, con casi veinte años entre generación y generación, las cuatro son mujeres con las ideas muy claras, seguras de sí mismas, dispuestas a luchar por sus derechos, a que nadie decida por ellas, a no callarse. Todas son ejemplos de mujeres trabajadoras, en el más amplio sentido de la palabra, desde quien disfruta ya de su jubilación hasta la que aún no se ha insertado en el mercado laboral. Todas son imparables.
Rafaela Chaín Márquez (1945) ha sido mujer trabajadora y madre de familia numerosa, una mujer independiente social y económicamente, una luchadora en el seno de su familia y laboralmente. “En mi casa nos educaron igual a los niños que a las niñas. Teníamos servicio en casa y no hacíamos nada de las labores”, reconoce. Se casó a los 22 años y lo hizo con el hombre que ella eligió, el que aún hoy le acompaña. “He tenido mucha suerte. Mi marido es un hombre bueno. Llevo 51 años felizmente casada”, explica.
Con 23 años fue madre y ha criado a cinco hijas y un hijo. “Siempre quise tener familia numerosa. Todos han crecido en igualdad. Hay que hacerlo en el seno de la familia. Mis hijos, a los seis años, se iban al cole y todos dejaban su cuarto recogido. Mi marido estaba muy mal acostumbrado por su madre, pero en lo que le pedía, me ayudaba”, recuerda. Nunca ha consentido el machismo.
Enfermera de profesión, ha ejercido la que siempre fue su vocación, pero al casarse y ser madre dejó de trabajar. “Mi marido me decía, para qué vas a trabajar, si no nos hace falta, pero yo quise”, recuerda.
“En casa tenía contratada a una mujer, sí, pero he criado a mis hijos y he trabajado muchísimo. Eran seis niños, mi madre y mi abuela en mi casa. Había semanas que salía del turno de noche el Complejo Hospitalario y me iba a la consulta de Traumatología de mi marido”, apunta.
No ha sufrido brecha salarial y llegó a ingresar en casa un sueldo que casi duplicaba al de su marido. Tampoco, discriminación laboral. Sin embargo, hoy es testigo de cómo a las mujeres “les cuesta más trabajo insertarse en el mercado laboral y acceder a puestos importantes, a pesar de que las universidades están llenas de mujeres y obtienen mejores notas”.
Lamenta que aún hoy el embarazo y la maternidad sean “un trastorno para quienes contratan”.
Señala que “a los hombres no les hace gracia que una mujer les mande, ni en casa ni en el trabajo”. En este sentido dice: “Si la mujer destaca, el hombre se siente humillado y es capaz de matarla”. Denuncia así las muertes por violencia machista. “En mis años, nunca he lamentado tantas muertes a manos de hombres”, denuncia.
Mujer feminista, defiende la igualdad real entre hombres y mujeres y señala la “educación” como fundamental para acabar con la violencia machista y las desigualdades sociales y laborales. “No se puede consentir que un hombre, por su cara bonita, sea considerado social y laboralmente mejor que una mujer”, espeta.
En cuanto a las generaciones futuras, reconoce que “se están dando pasos”, siendo testigo de la vida de sus nietos. “Están creciendo con una educación basada en la igualdad”, dice.
Para la sociedad, exige, que “la igualdad sea lo primero”. A sus 74 años, sigue imparable por que la mujer tenga en la sociedad el papel que merece.
María Luisa del Moral Pozas (1960) María Luisa del Moral Pozas (1960) es una mujer trabajadora, funcionaria de Diputación desde hace dos décadas, pero antes ha sufrido discriminación y desigualdad laboral. Al mirarse al espejo ve una mujer “rebelde”, pero fuerte y contestataria.
Se casó a los 22 años con el que hoy sigue siendo su marido, un hombre al que tuvo que “educar” en la igualdad. “Estaba acostumbrado a no hacer nada. Su madre lo educó así. Me ha costado sudor y lágrimas, pero en mi casa inculqué la corresponsabilidad”, asegura. Al comunicar en su empresa que se iba a casar, la despidieron. “Eso marcó mi vida y me dio fuerzas para ser hoy quien soy. Fui madre y me tuve que poner a trabajar porque en mi casa necesitábamos otro empleo, y más tarde a estudiar”, recuerda.
Mujer fuerte, si hoy su vida laboral es más cómoda, es fruto de su esfuerzo.“Con 20 años, habiendo superado la primera prueba de un puesto de trabajo en Granada, mi padre me dijo que no trabajaría fuera de Jaén. No le hice caso y fui a la entrevista. He perdido muchas oportunidades laborales”, lamenta.
Denuncia que vivió un episodio de acoso laboral, “sólo por ser mujer”. Nunca se ha callado. “Es lo que hay que hacer, defender lo que nos corresponde”, asegura.
En su educación, vivió el machismo. “Era la única niña de tres hermanos y si hacía falta algo en la mesa, me hacían levantarme. La igualdad real se consigue con educación. Hombres y mujeres somos iguales”, dice.
Lamenta que la brecha salarial sea una realidad y que la maternidad entorpezca la carrera profesional de las mujeres. “Existe el techo de cristal. La brecha salarial es escandalosa en algunos trabajos. La maternidad provoca un impacto negativo enorme en la vida laboral de las mujeres. Nos quieren anular por ser madres”, espeta.
Defiende que la baja maternal debería de ser de un año. “Son las mujeres las que dan el pecho a sus hijos, las que necesitan más meses de tiempo con su bebé. La baja para el hombre no tiene tanto sentido”, dice.
Madre de dos hijas y un hijo, a los tres los ha criado en igualdad. “En educación, no se puede dar ni un paso atrás”, valora. Es abuela y ve cómo sus hijas crían a sus nietos en igualdad y sus parejas son corresponsables. “Hombres y mujeres tienen que ser iguales en casa, en el trabajo y en todos los ámbitos”, reconoce.
En su vida social, también ha sido criticada. “Si al salir de trabajar me tomaba algo con los compañeros, mi madre me decía que cómo hacía eso. A mi edad, me ven que salgo con con amigas y hay gente que te lo recrimina. Las mujeres somos libres”, defiende.
Este 8M no hará huelga laboral. “Si hago huelga pierdo dinero”, reconoce. Sí hará huelga doméstica.
Es una mujer imparable, que lucha para que la sociedad camine hacia la igualdad, conciliación real y se aleje de la discriminación por género y la violencia machista.
Belén Ortega Colmenero (1976) se emancipó a los 21 años y hoy es su propia jefa, empresaria de la hostelería, a la que no se lo han puesto fácil, pero que nunca se ha rendido. “Para mi siempre fue importante ser independiente económicamente. Me gustaba la hostelería, donde comencé a trabajar y donde sigo, con mi propia taberna en la ciudad”, afirma. Su trabajo le dio la independencia. “Me independicé a los 21 años y llevo 21 años trabajando”, dice.
Se casó con 26 años y tiene una hija de catorce. Hoy es una mujer divorciada y no haber dependido de un hombre económicamente le dio el valor para romper la relación. Madre trabajadora, ha hecho malabares para conciliar y agradece el apoyo de sus padres, unos abuelos que la han ayudado a no tener que renunciar al trabajo para criar a su hija. “Menos mal que han estado ellos”, agradece.
Sus padres la educaron en igualdad, a ella y a su hermana. “No he visto situaciones de desigualdad, sí con mis abuelos, que trataban diferente a mis primos. Las niñas éramos más rebeldes”, recuerda.
Estando casada se embarcó en su negocio. Al separarse lo perdió y cuando su ex marido lo cerraba, ella levantó su taberna, con la que lleva nueve años al frente. “Es complicado ser empresaria. Ahora tengo más miedo que cuando comencé”, señala. En su día a día laboral, trata con muchos hombres. “No es que como empresaria no te traten en serio, pero sí parece que te lo quieren poner más complicado”, dice.
Ha trabajado en la noche, pero no ha sufrido los síntomas de la cosificación. Sí, la violencia machista. Rehízo su vida y la que fue su pareja la anuló. “Estaba tan enamorada, que hubiera hecho lo que me hubiera pedido. Intentó que dejara el trabajo, me quedara embarazada y en casa, anulándome como empresaria”, recuerda.
Ante esta situación, fue la familia y las amigas las que la ayudaron. “Una pareja tiene que basarse en el amor, la confianza y el respeto. A mi no me puso la mano encima, sólo un día me dio un empujón, pero era un hombre machista e intentaba manipularme. Ni dejaba que me pusiera tacones”, dice. Por ello, pide atención a los círculos de las mujeres, ante cualquier cambio de conducta al iniciar una relación con un hombre.
Su hija fue testigo de esa relación y ahora, en plena adolescencia, sabe qué tipo de hombre no quiere en su vida. Como madre, cree que es fundamental “la comunicación, hablarlo todo”, estar pendiente de las conductas, guiarlas por el camino en el que aprendan a “darse a valer y ser autosuficientes”. En su caso, el ascenso laboral depende de ella, pero denuncia el techo de cristal que resta profesionalmente a las mujeres.
Mujer imparable, defiende que hay que salir a la calle para recordar que “aún queda mucho camino por una igualdad real” y para erradicar la violencia machista.
Este 8M no hará huelga laboral. “No puedo permitirme cerrar mi negocio”, termina.
Elena Segura Campos (2001) acaba de cumplir 18 años, votará por primera vez en las próximas elecciones y éste es un derecho que reconoce que tiene “gracias al papel que ha desempeñado la mujer en la sociedad”. Por ello, tiene muy claro cuál es su papel en la sociedad y pisa fuerte por caminar para que nadie le reste ni un solo derecho como mujer, “como persona”.
Estudia 2º de Bachillerato en el IES ‘Auringis’ de la capital y ya tiene claro que su futuro laboral. “Quiero ser matrona. Es mi vocación”, reconoce, agradeciendo que hoy tenga “las mismas oportunidades que un hombre” al elegir sus estudios. Señala las diferencias en la inserción laboral y en el ascenso profesional en la “empresa privada”.
Si trabaja en el ámbito público, reconoce que “la flexibilidad será mayor”, algo que tiene en cuenta como mujer que quiere ser madre. “Ser madre merma tus posibilidades laborales, por eso es importante elegir una profesión que te condicione menos”, explica.
Hija de padres separados, su hermano y ella han sido educados en igualdad. “Nos han inculcado los mismo valores. Mi madre se ha esforzado mucho porque mi abuela luchó para que sus hijos tuvieran las mismas oportunidades y ella lo ha querido para nosotros”, aplaude.
Sabía lo que era el feminismo antes de escuchar esta palabra y no entiende otra sociedad más que aquella en la que “la igualdad entre hombres y mujeres sea real”. Afirma que su generación es “consciente” de que “la igualdad es cosa de todos” y reconoce que en el ámbito educativo se trabaja “para que así sea”.
Pero hay detalles que marcan la diferencia. “Un profesor nos castigó a un grupo de compañeras porque dijo que qué hacíamos hablando en corrillo en una clase de Educación Física. Nos hizo ver que las mujeres siempre estamos hablando, nos señaló así por ser mujeres”, relata. Con un profesorado cada vez más joven, quedan atrás “actitudes retrógradas propias de una mentalidad rancia” de los docentes más mayores. “El feminismo no es un tabú en las aulas”, afirma.
Muestra “preocupación” porque detecta machismo entre la población más joven que ella. “Hay muchos niños que controlan a sus parejas. Las mujeres tienen que ser independientes emocional y económicamente, mujeres empoderadas”, defiende.
Su generación se emancipa tarde y accede al mercado laboral con más edad. “Sé que tendré que renunciar a derechos por ser madre y que como mujer, mi ascenso será más difícil, pero quiero creer que pronto hombres y mujeres seremos iguales”, dice.
Salir sola le da “miedo” ante una sociedad con hombres que “siguen agrediendo física y verbalmente a las mujeres, que te miran por cómo vistes”, lamenta.
Este 8M hará huelga estudiantil y saldrá a la calle a defender sus derechos. “Las metas de mi vida me las pongo yo, personal, social y profesionalmente”, defiende. “Todas las mujeres tienen que reivindicarse, no hay que callar”, termina esta joven imparable.