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La tribuna de Viva Sevilla

Penélope en la Macarena

José García-Tapial y León, exdecano del Colegio de Arquitectos de Andalucía Occidental, analiza las intervenciones municipales en las murallas de la Macarena.

El Ayuntamiento ha adjudicado, a una empresa  especializada, los “ensayos de caracterización y datación de las fábricas de tapial de la muralla de la Macarena por 21.500 euros más IVA”. El objeto del contrato es la realización de una serie de ensayos que permitan conocer, entre otros extremos, los materiales empleados en su construcción, su datación y su resistencia mecánica “para poder abordar con garantías el proyecto de restauración y consolidación estructural”.

Hasta aquí esta noticia de la que quisiera destacar algunos aspectos. El Ayuntamiento de Sevilla lleva 35 años restaurando murallas islámicas: la de la Macarena en tres ocasiones, la de los Jardines del Valle en dos campañas sucesivas, las de la Casa de la Moneda en tres localizaciones distintas, la de la Puerta Real, etc, tanto en paños exentos como entre medianeras recibiendo, incluso felicitaciones por parte de la Comisión Provincial del Patrimonio.

También cuenta con profesionales muy cualificados con experiencia en este tipo de obras. ¿De verdad que necesita un encargo externo para conocer los materiales que las componen o su resistencia mecánica? Durante la primera campaña (1984/86) de restauración de los dos sectores más occidentales de la muralla de la Macarena, que dirigimos José María Cabeza y quien firma, con el equipo de arqueólogos formado por Juan Campos y Mª. Teresa Moreno, ya se pudo establecer la datación de la muralla, la resistencia mecánica de cada una de las fases de su construcción y, por supuesto, los distintos materiales de que se compone, su dosificación, granulometría y, sobre todo, la técnica constructiva original para mejor fundamentar los criterios para su restauración.

Ambos directores de obra publicamos en la Revista “Aparejadores” en diciembre de 1986 todos esos datos técnicos junto a otros históricos que se estiman imprescindibles para comprender y solventar las patologías que hoy presenta este sector en concreto de nuestra muralla. Según la datación, establecida arqueológicamente, esta muralla se ha estimado como de época almorávide. Tras la victoria castellana, de 1212, en la Navas de Tolosa, el gobernador almohade de la ciudad decidió reforzar las murallas rodeándolas, además de un antemuro o barbacana.

El refuerzo en este tramo consistió, básicamente en recrecer el muro existente añadiendo dos cajones de tapial más (unos 1,67 metros más de altura), añadido éste perfectamente visible actualmente, y en la construcción exterior de la barbacana. Dentro de aquellos trabajos de restauración se procedió a medir la resistencia mecánica a compresión de cada una de las tres fases constructivas, dando como resultados una máxima resistencia (95 kg/cm2) en la muralla primitiva, algo menos (76 kg/cm2) en la barbacana y muy poco (apenas 20 kg/cm2) en  el recrecido.

Por eso esta zona alta es tan débil, es fácilmente disgregable,  desprendiendo continuamente arena y fragmentos, está siempre muy erosionada y cubierta por  abundante vegetación parásita. Máxime, cuando el vivero existente junto a ella, le está proporcionando  permanentemente abundantes semillas aéreas para que aquí arraiguen fácilmente, degradando aún más la muralla. Estos datos expuestos no son más que unos apuntes de los numerosos conocimientos y experiencias que, a lo largo de las muchas obras de restauración emprendidas por el Ayuntamiento, tanto en las murallas como en otros edificios monumentales, se están desaprovechando por no contar con un archivo o centro de estudios que las recoja y sistematice.

Como, por ejemplo se planteó (infructuosamente) al crearse la Gerencia de Urbanismo. De la recopilación y estudio de tales experiencias habrían de derivarse unos protocolos o criterios de actuación para intervenciones futuras. No ha sido así y, recientemente me han sorprendido negativamente unos “remiendos” en esta muralla, sin duda bienintencionados, pero contrarios a la lógica constructiva histórica. Se trata de una serie de “parches” de mampostería dispuestos aleatoriamente ignorando, por ejemplo, algo tan simple como las alineaciones horizontales de los cajones de argamasa o la secuencia de los mechinales de las perdidas “agujas” de sujeción, tan característicos de este tipo de murallas islámicas.

Extender masivamente estas desafortunadas soluciones podría acabar convirtiendo nuestras murallas en algo parecido a unos gigantescos “piñonates”. Para avanzar es imprescindible aprovechar las experiencias anteriores pero, para ello es preciso recogerlas, conocerlas, debatirlas y difundirlas. Pero parece que estamos condenados a empezar, siempre,  desde cero. Otra vez Penélope.

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