La Virgen del Rocío regaló este año a Jerez una segunda visita en su recorrido de regreso a la ermita, en lo que cabe interpretar como un gesto de agradecimiento del pueblo de Almonte a la generosidad mostrada en estos últimos años por los romeros que día tras día la veneran en Santo Domingo.
Se daban todas las circunstancias para que así ocurriera. La Blanca Paloma estrenaba un terno completo bordado por Fernando Calderón y ofrecido por rocieros jerezanos. Lucía también la corona de los hermanos Delgado regalada conjuntamente por todas las filiales pero cuyo boceto se eligió en la casa de Jerez de la calle Almonte. Y finalizaban además los mandatos del presidente de la Matriz, Juan Ignacio Reales; y del hermano mayor de Jerez, Raúl Rodríguez, que han mantenido una estrecha colaboración en estos últimos años.
Desde Jerez, también, se ha abanderado en buena medida la obra social que se ha querido ofrecer a la Virgen coincidiendo con el centenario de su coronación canónica y que tiene como objetivo mejorar la calidad de vida de los pequeños que reciben tratamiento oncológico en el Hospital Virgen del Rocío.
Así que cabía esperar que Almonte correspondiera de algún modo a Jerez. Bien es cierto que siempre se quiere más, porque el reencuentro entre la Blanca Paloma y el Simpecado morado se antoja demasiado fugaz. Pero tampoco hay que dejar de lado que son ya 124 las filiales que esperan la llegada de la Virgen y muy densa la muchedumbre que ralentiza cualquiera de las maniobras que se llevan a cabo sobre el arenal de la aldea almonteña.
Apenas faltaba un suspiro para que dieran las once y cuarto de la mañana cuando el dominico fray José Gil rezaba la salve ante la Santísima Virgen. Detrás el Simpecado, como tratando de atraerla hasta la capilla donde se cobija la carreta. Tras este primer encuentro la Blanca Paloma se marchó casi a los medios de la calle Almonte y fue entonces cuando empezó a abrirse un pasillo para favorecer esa segunda visita.
Y ocurrió. Fue breve y fugaz, como casi siempre, pero no por ello menos intenso. Los romeros jerezanos se sintieron de algún modo recompensados. La Virgen del Rocío había estado dos veces ante su casa.
Casi diez horas de procesión
El salto de la reja se produjo en esta ocasión a las 02.48 horas de la madrugada, catorce minutos más tarde que el año anterior, regresando la Virgen a su ermita a las 12.30 horas. Entre un momento y otro, tiempo para reencontrarse con los simpecados de las 124 filiales que la aguardaban a lo largo de su recorrido.
Hubo tiempo para casi todo, pasándose del fresco que caracterizó a la madrugada y buena parte de la mañana al calor que empezó a dejarse sentir ya en el último tramo del recorrido.
Además de la saya y el manto bordados por Fernando Calderón y ofrecidos por devotos jerezanos, la Blanca Paloma estrenó también unas caídas de palio igualmente realizadas por este bordador jerezano.
Ya el pasado verano, en la procesión conmemorativa del centenario de la coronación canónica se incorporaron unas bambalinas bordadas al palio de orfebrería con el objetivo de recuperar la estética de tiempos pasados. Entonces se empezó a contemplar la posibilidad de que ese concepto estilístico pudiera también disfrutarse en la romería de Pentecostés, como así ha ocurrido.
La junta que durante estos años ha presidido Juan Ignacio Reales ha tratado de ordenar algunos aspectos de la procesión, ampliando incluso la base del banco sobre el que se asienta el trono de la Blanca Paloma para impedir que la muchedumbre se acerque y como consecuencia de ello el paso se vaya al suelo casi continuamente. Por momentos parece que se consigue ese objetivo, pero por regla general sigue dando la sensación de que la Virgen del Rocío se posa demasiadas veces sobre las arenas de la aldea.
Sí parece que se ha ganado al distribuir a un buen número de simpecados por la calle Almonte y la plaza de Doñana, llegando hasta la esquina de Gines. Ya se habla de la posibilidad de que se haga necesario prolongar ese recorrido hasta la casa de la Hermandad de Sevilla como consecuencia de la permanente incorporación de filiales.
A la espera de lo que pueda deparar el futuro, lo cierto es que los rocieros despiden la romería casi en vísperas de la venida de la Virgen a Almonte, un acontecimiento que ocurre cada siete años y que volverá a movilizar a decenas de miles de personas.
Ya se cuentan los días que falta para el próximo lunes 19 de agosto. Será entonces cuando la Blanca Paloma abandone la aldea vestida de Pastora para recorrer campo a través la distancia que la separa del pueblo de Almonte. La localidad onubense se prepara ya para recibir a su patrona, que permanecerá por espacio de nueve meses en la parroquia de la Asunción. De ahí que la nostalgia por el final de la romería se traduzca ahora en ilusión por el inicio de las vísperas de todo cuanto debe vivirse de aquí a escasas fechas.