Definitivamente, hay políticos que hablan un lenguaje diferente; no indescifrable, pero sí sujeto a determinadas reglas no escritas a las que debemos enfrentarnos en el día a día, como la de ser capaces de decir una cosa y la contraria al mismo tiempo, lo que empuja a un constante ejercicio de interpretación y equilibrismo en el que el acierto no está del todo asegurado, por convencimiento expreso de la propia fuente.
Uno de los ejemplos más evidentes es el de las declaraciones realizadas en torno a los proyectos ITI de la provincia, convertidas en una especie de pistas falsas que no han hecho sino generar más confusión en una cuestión que debería estar resuelta desde hace varios años, sin necesidad de debate o discusión. Los plazos, los proyectos, los n+3, las comisiones, los fondos, las siglas... Con un poco más de empeño podría hacerse una versión Cluedo de la ITI: no será por falta de sospechas y sospechosos, ni de casos, como el del centro tecnológico del motor de Jerez.
Como diría Antonio Reguera, ubicamos la acción en Cádiz, donde hace poco más de una semana se celebraba una reunión de la comisión provincial de la ITI, encargada de dar luz verde a los proyectos que se han ido presentando para participar de los fondos europeos: no lo olviden, la última gran oportunidad para la provincia. Fue “un día decisivo”, dijo Antonio Sanz. “Después de años en los que no iba al ritmo adecuado, el Gobierno del cambio está imprimiendo velocidad de crucero para garantizar que los proyectos tengan una ejecución real y podamos aprovechar el 100% de los recursos de la UE” -se oyen aplausos; alguien se desanuda la corbata y respira aliviado; otro cierra el puño y hace un pequeño gesto, como el del entrenador cuyo equipo acaba de marcar un gol. Era lo suyo: ejecución de todos los proyectos y el 100% del dinero-.
Ese día no sólo se evaluaron once proyectos concretos, sino que se redefinieron “otros” -convertido “otros”, ay, en una invitación a la especulación- “para permitir que se puedan ejecutar de manera eficaz”. Es más, Sanz aseguró que “este gobierno se va a dejar la piel para que estos casi 400 millones se destinen a una inversión positiva” y cumplir con lo que pide Europa, que todos los proyectos hayan comenzado su ejecución antes de final de 2020. Ana Mestre añadió que el objetivo era “cumplir los plazos y hacer viable los proyectos emprendidos” -más aplausos; los rostros son ya más que de alivio, de satisfacción-.
No obstante, apenas una semana después -la vuelta de tuerca en todo suspense que se precie-, el vicepresidente de la Junta, Juan Marín, completaba los espacios en blanco, descifraba el lenguaje, y aseguraba que la iniciativa del centro del motor ha quedado fuera de los fondos ITI, bajo el argumento de la renuncia planteada hace un año por la Agencia IDEA, por lo que en su caso no cabe siquiera la reformulación del proyecto, y tampoco dejarse la piel: ni cabía cumplir los plazos, ni hacer viable el proyecto emprendido porque para la Junta, como tal, ni siquiera hay proyecto emprendido. Diagnóstico: entre todos lo mataron y el solito se murió.
Como en el final del Orient Express, puede que todos los protagonistas implicados en el caso del centro del motor tengan algún que otro motivo para ser señalados como culpables. Admitámoslo. Es inconcebible que la Junta y el Ayuntamiento dejaran pasar tres años sin hacer más avances en firme, bajo el dudoso pretexto de la convocatoria de unas elecciones andaluzas tras las que el PSOE se veía gobernando de nuevo. También, que la nueva Junta haya querido resolver este asunto en plaza pública antes que en los despachos; o, cuando menos, después en los despachos. Y, por supuesto, que acabemos por reducir cuestiones trascendentales a un asunto entre partidos e intereses de gobierno, sin tener en cuenta en primer lugar el interés de la propia ciudad. El día que ocurra al revés, y sólo entonces, nos creeremos todo eso de “gobierno nuevo” y “gobierno del cambio”.