Uno de los mayores privilegios de la vejez, que no tiene porqué ser senectud, es la posibilidad de mirar hacia delante con la perspectiva y la experiencia del que conoce bien todas las estaciones. Es cosa de los tiempos señalar al político mayor como molesto por decrépito y viciado. La edad media de nuestros representantes políticos es realmente baja para un cuerpo de honorables que debe legislar, dirigir y gestionar los retos de nuestro país. De aquellos Congresos de diputados maduros, pero con apenas diputadas, hemos pasado a ver en los pasillos a portavoces y dirigentes realmente jóvenes, que algunos casos apenas han entrado en la década de los treinta años o siguen en la de los veinte.
Visto así pareciera que los gurús del marketing político prescriban laselección de candidatos jóvenes, pero debe haber algunas razones más. No me imagino a García Margallo disputándole el trono del Partido Popular a Pablo Casado por mucho que aquel goce de una mente privilegiada y de un perfil presidenciable, además de una edad honorable. Hay una cierta perversión de la naturaleza de la política cuando la edad y la experiencia pasan de ser un valor para convertirse en un lastre. Obviamente la capacidad de los jóvenes políticos se presupone, pero la experiencia no es un valor menor.Los treinta y cuatro años de la jovencísima primera ministra de Finlandia debería hacernos reflexionar sobre la moda y conveniencia de cuánto se debe primar la juventud sobre la experiencia en tan altas responsabilidades.
Parece que hubiera una especial sincronía de intereses entre los más jóvenes y los de edades centrales en detrimento de la representatividad política de los más mayores. Los nuevos modos de hacer política con tanta presencia en redes sociales y el compromiso no escrito de ofrecer candidatos sweets suelen apartar de la carrera de las candidaturas a los clásicos, a los buenos oradores y a muchos y excelentes de nuestros mayores más preparados. Josep Borrell cuenta con setenta y tres años y una amplísima carrera política, pero no deja de ser una buena excepción. Borrell se encuentra veintinueve años por encima de la edad media de los españoles que es de 44,2 años en 2019.
La edad media del nuevo Consejo de Ministros es de 54,8 años, con una notable diferencia entre los ministros del PSOE que es de 57,8 años frente a los apenas 47,2 de los de Unidas Podemos.
En el actual Congreso de los Diputados solo hay 39 representantes de la soberanía nacional con más de 60 años, lo que apenas supone un 11% de toda la Cámara. En España los mayores de 60 años son proporcionalmente uno de cada cuatro, casi un 25%. Así las cosas, no parece que haya correlación entre veteranía, experiencia y representación política en estos momentos. Si analizáramos la composición por edad a los Parlamentos autonómicos y Consistorios municipales descubriríamos que la relación es aún menor. Por el momento parece que la vejez no es un valor en la actual política. Que alguien nos explique el porqué.
