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Barbate

La honestidad viaja al cielo

Gázquez afrontó la vida con una sonrisa y siempre será recordado en Barbate como un buen hombre, esposo, padre, abuelo y amigo; además de un gran comerciante

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  • Gázquez durante un acto de homenaje que le ofrecieron en la sede del PSOE. -
  • Personas que en algún momento de su vida coincidieron con él, lo definen como un hombre amable, humilde, trabajador incansable, audaz y bromista
  • Gázquez fiaba a todo el mundo, incluso a sabiendas de que algunos no le iban a pagar”, cuenta su buen amigo Agustín

La historia de un pueblo lleva el sello de personas que, aunque ya no estén entre nosotros, siempre permanecerán en la memoria. Personas que serán recordadas por sus acciones y por contribuir a un mundo socialmente más justo en épocas en los que la pobreza acechaba y los medios económicos de muchas familias barbateñas eran escasos.

Con el paso de los años, Gázquez también ayudó a mucha gente a montar sus negocios. “En aquella época, los comerciantes se ayudaban muchísimo entre ellos”

Personas trabajadoras, honestas, solidarias, sacrificadas y generosas, a las que la suerte no les sonrió en el momento de su nacimiento, pero que plantaron cara a la vida y le sonrieron hasta el final de sus días, y que pueden sentirse orgullosas de haber sido, como es el caso Antonio López Gázquez, un buen hombre, un buen esposo, un buen padre, un buen abuelo y un buen amigo; además de un gran empresario que deja a su familia su particular legado comercial en Barbate.

Gázquez nació en Sanlúcar de Barrameda en 1932, quedando huérfano de padre siendo muy pequeño. Junto a su madre y sus cinco hermanos se trasladó a Vejer de la Frontera, donde su madre intenta sacar a la familia adelante con una pequeña tiene de comestibles que tuvo que cerrar ante las duras condiciones de la postguerra. “Es entonces cuando se vienen a vivir a Barbate”, cuenta Laura, una de sus nietas, “pero las estrecheces seguían y aun siendo niños, él y sus hermanos se quitaban el hambre cogiendo madroños y piñones en Barronco Jondo, comiéndolos y vendiéndolos, contaba él”.

Personas que en algún momento de su vida coincidieron con él, lo definen como un hombre amable, humilde, trabajador incansable, audaz y, también, “muy bromista”. Sus familiares dicen de él que era “muy listo” y “tenía muchas inquietudes” y relatan que “siendo muy pequeño, comenzó a estudiar con un maestro en su casa que le enseña a escribir y matemáticas”. Gázquez contaba que ahí estuvo su suerte, ya que Antonio Morales Vela, dueño de la tienda de tejidos que había por aquellos años en Barbate, le pidió al maestro un alumno aventajado para ayudarlo… “y el maestro no se equivocó cuando lo propuso a él”, cuento con emoción  y orgullo su nieta Laura.

Rondaba los 10 años y ya empezaba a gestionar la tienda de Morales. Su adolescencia y juventud las pasó trabajando con Morales, con el Cojo Soler y haciendo “una larga mili”. Fue al volver del servicio militar “como se manejaba tan bien, cuando Morales le propuso que se quedase con la tienda cuando él emprendió otro negocio”. Y la suerte en esta ocasión sí que le sonrió, porque cerca de la tienda vivía Lola, de la que enamoró, su compañera toda la vida y la madre de sus cuatro hijos: Manolo, Loli, Juana Mari e Inés.

Con veintipocos años y ya casado con Lola, Antonio López Gázquez ya tenía su primera tienda. “Se pasaba el día haciendo cuentas e ideando como ganar para poder pagar los gastos y deudas que todo negocio genera al empezar”, cuentan sus hijas, quienes recuerdan que “después de esa tienda se muda a un local cerca de la cuesta del Cojo Soler, allí se anegaba cada vez que llovía y ya sus hijos empiezan a ayudarlo”. Cuando el negocio empieza a ir mejor ‘Tejidos Gázquez’ se traslada a Avenida Andalucía número 20, donde hoy en día sigue abierta dirigida por su único hijo.

Como emprendedor “arriesgado”, en su trayectoria empresarial prueba con todo: zapatería, telas por kilo, tienda de deportes (Gama Deportes), hogar; y “con los puestos de toallas en verano para los turistas ¡Como aprendí ahí de él!”, exclama Laura, quien junto a su hermana Celia y sus primos han sido partícipes de los negocios del abuelo desde pequeños, ya que ayudaban y se ganaban su paga durante las vacaciones en los puestos que les montaba, y que hoy en día aún se disponen en temporada estival en la puerta de sus tiendas ‘Tejidos Gázquez’ y ‘Gázquez Hogar’, ambas bien ubicadas en la Avenida Andalucía.

Un hombre con valores

Pero no sólo inculcaba a sus descendientes el valor del trabajo, si no también otros valores humanos de los que él hacía gala con sus clientes. “Gázquez fiaba a todo el mundo, incluso a sabiendas de que algunos no le iban a pagar”, cuenta su buen amigo Agustín. Tenía libros de cuentas y cuadernos llenos de anotaciones que aún hoy conservan sus hijos con los apuntes de muchos barbateños que compraban “con el cartón“ y “a dita”, ante la imposibilidad de poder pagar de una vez la ropa o los artículos del hogar que Gázquez vendía y que se necesitaban en el hogar.  “¡Y los lutos: daba igual la hora que fuese el fallecimiento, Gázquez te abría la tienda y te daba lo que hiciese falta...ya se lo pagarías!”, recuerdan sus familiares.

Con el paso de los años, Gázquez también ayudó a mucha gente a montar sus negocios, tal y como él aprendió de Morales. En aquella época, los comerciantes se ayudaban muchísimo entre ellos, y el compañerismo y la amistad surgida entre ellos ha quedado intacta con los años. “¡Cómo disfrutaba en el día de los diteros, con las pancartas y preparativos siempre en sus almacenes!”, recuerdan sus hijas, una jornada de convivencia que celebraban una vez al año los compañeros de profesión.

Y todo lo citado, siempre con una sonrisa, con un saber estar envidiable, “nunca lo vi enfadado ni alzar la voz”, rememora Laura: “¡Eso sí! Como buen pachanguero, ¡qué le gustaba un cachondeo y una broma!.. Preguntadle al Pillisqui cuando le quemó los números de la ONCE del tablón, que previamente había cambiado por unos ya pasados” o “cuantas clientas no se habrán asustado el día de los inocentes (y cualquier otro día) porque le encantaba disfrazar un maniquí en cualquier recoveco de la tienda”.

“Siento un gran orgullo al presentarme como la nieta de Gázquez, toda la familia lo admiramos y nos sentimos muy orgullosos de él e intentaremos continuar su legado, aunque nos ha dejado el pabellón bien alto. Te queremos”.

Sin duda, Antonio López Gázquez, forma parte de la historia o intrahistoria –como diría Unamuno- de Barbate y, aunque no aparezca en los libros, quede este texto en las páginas de Viva Barbate como homenaje a un barbateño de pro, un hombre bueno, luchador y bondadoso y que tanto bien ha hecho por Barbate y por los barbateños.

Hasta siempre Gázquez.

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