Una historia de historias, un guiño a las artes, a la libertad creativa, con el jazz como punto de conexión. Así es la primera novela del escritor jiennense Joaquín Fabrellas (1975), ‘El imposible lenguaje de la noche’, que nació fruto de un relato breve. “Empezó siendo una historia corta, sobre un camello de Nueva York y sus idas y venidas al bar donde compraba y vendía drogas”, recuerda el autor.
Publicada en junio de este año (Ediciones Chamán), mantiene un discurso que se mueve entre la novela, el ensayo y el análisis cultural de los años 50 y 60 en la efervescente Nueva York.
Dividida en tres partes, se vertebra a través de su protagonista, el escritor beat Paul Demut, “incapaz de acabar un relato” y que se postula como cronista oficial de la noche neoyorkina. Con conexiones musicales, cinematográficas, poéticas y pictóricas, Fabrellas, un enamorado del jazz, ha hecho un guiño a este género musical utilizando en su narrativa la misma técnica: la improvisación.
“Es una novela fragmentaria, como el jazz también puede serlo. Cuando escuchas un tema de jazz parece que cada instrumento va a su aire. En la novela ocurre lo mismo, hasta que en un momento confluyen las historias que narra su personaje, o no. Es un juego de reflejos, que recuerda a la estructura de la música compleja”, valora.
El personaje protagonista va desgranando uno a uno todos los mitos que compusieron la pléyade de figuras musicales como el maestro de jazz americano Bill Evans, además de Chet Baker, John Coltrane o Miles Davis. “Su música les liberaba. El jazz les hacía sacar lo que tenían en su interior en una sociedad americana muy restrictiva”, recuerda.
Es una novela que se erige a favor de la libertad creativa. “Lo que se intenta expresar con el jazz es una libertad compositiva, expresar el subconsciente”, explica.
Un tipo de expresionismo que también aborda en su novela, a través de la pintura. Se refiere a “ese expresionismo que trata de conectar el alma del autor con el espectador”.
De ahí que en su novela la música sea “un puente de conexión entre los distintos tipos de artes”.
Igualmente, se adentra en la implantación del cine actual, con los grandes iconos cinematográficos, usados como arma propagandística y defensora del consumo por parte del sistema. Se apoya en el método Stanislavski para conectar el personaje con el sentimiento.
“He buscado que el personaje sea un puente de conexión con el espectáculo”, explica.
Con una estructura bastante compleja, su originalidad está conquistando a la crítica literaria. “Estoy contento con la respuesta que está teniendo”, agradece.
Antes de final de año, Fabrellas publicará con una editorial onubense ‘Césped seco’, una recopilación de relatos “escritos hace años y terminados y perfilados poco a poco”, en los que el escritor narra viajes y experiencias, analizando la realidad a través de la experimentación literaria.