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Notas de un lector

Otro día sin nombre

Miguel Martínez devuelve al lector la apuesta por una poética teñida de ironía, de sensato ingenio

Publicado: 08/02/2021 ·
10:46
· Actualizado: 08/02/2021 · 10:46
Autor

Jorge de Arco

Escritor, profesor universitario y crítico. Académico de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras

Notas de un lector

En el espacio 'Notas de un lector', Jorge de Arco hace reseñas sobre novedades poéticas y narrativas

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Dejó anotado Julio Casares que “el humor es una disposición del ánimo, una reacción particular de ciertos espíritus ante el espectáculo de la vida”. Y no le faltaba razón al académico granadino, autor del espléndido “Diccionario ideológico de la lengua española”. Porque ante el azar de nuestra fugaz existencia es recomendable, de vez en cuando, entender todo aquello que nos sucede de forma contraria a lo que esperábamos. Y aceptarlo, al cabo, abriendo una ventana a la sonrisa y al donaire.

     La reciente publicación de “Filosofía de la cuchara” (Cálamo. Palencia, 2021) de Miguel Martínez, devuelve al lector la apuesta por una poética teñida de ironía, de sensato ingenio.

Con el aval de haber obtenido el IV premio de poesía “Jorge Manrique”, el escritor madrileño (1982) vertebra en este volumen una singular cartografía donde se aúnan el espíritu humano y la naturaleza de los objetos. Y así, la voluntad de poder y la voluntad de apariencia, o tal vez, de ilusión, totalizan desde sus respectivas categorías un ámbito resuelto por el discurrir de la palabra. La imaginación metafórica, su perspectiva integradora, reescriben desde el poema inicial la exaltación de una cotidianeidad que conceptualiza los significantes: “Venga Ivánsiéntate bien/ y come como dios manda./ Pero Iván ha decidido/
que esta noche hay un concurso/ y ahora las cucharas de la mesa son las narices de toda la familia/ a los dos segundos sonmicrófonos/ y luego sirven para jugar al tenis (…) Y sin embargo gracias a  las cucharas de Iván/ el mundo ha dejado de ser sólo el mundo”.

     Dividido en tres secciones, “Oficina de objetos despiertos”, “Hoja seca de reclamaciones” y “La memoria sociedad anónima”, el volumen transita sobre la afirmación de una vida terrenal y sobre cuanto hay de oportunidad a la hora superar y adiestrar la propia experiencia. El yo lírico se sitúa ante un escenario donde no cabe la docilidad, sino una sana desconfianza que permita un acontecer  más allá de lo meramente intuitivo. Por eso, cosas tan sencillas como una lavadora, un espejo, un libro…, se convierten en materia palpable que propaga la duración, la conciencia del hombre. Y es, en ese ejercicio de trascendencia, donde el decir de Miguel Martínez alcanza su mejor virtud, pues su dicción se hace forma y afán necesarios para pluralizar las peculiaridades en torno a lo común de la humanidad: “En el silencio no hay revelación posible/ no es un mapa del tesoro/ no es la contraseña para entrar en el espejo/ no suena, no mancha, no acaricia/ el silencio es el triste mayordomo de la muerte”.

   En esta original propuesta, hay cabida también para el estambre urdido por eldeseo innato de libertad, por elanhelo y el desamparo del amor, por la canción compartida que estrecha los lazos familiares. Desde ellos, surgen textos corazonados y cómplices -qué bella y emotiva la elegía materna “La expedición imposible”-, donde el verso se hace sustancia de la vida, y ajusta el pasado y el futuro mediante un presente en continuo dinamismo: “Quedará tan solo este poema/ como una pequeña llama imaginaria/ flotando en el blanco de esta página/ La tumba de otro día sin nombre/ en el bando vencido de tu vida”.

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