Consta que la obra del tranvía comenzó el día 1 de septiembre, pero es matizable. En realidad ese día todavía estaban quitando semáforos del primer tramo que se iba a acometer y que lo mismo que el comienzo, tampoco cumplió las fechas previstas.
Es más, una vez que el tramo de plaza de Rey a Alameda Moreno de Guerra finalizó tuvieron que levantarlo, algo habitual en estos trece años de obras por “olvidos” o reconsideración del proyecto. Por eso y porque las losas se estuvieron levantando durante años sin que nadie encontrara el remedio -ya parece que sí- le terminaron llamando a San Fernando ‘valladolid’. Por las vallas.
En realidad las obras con maquinaria pesada comenzaron el día 8, si los metadatos de las fotografías no engañan que no suelen hacerlo. Los primeros días fueron de confusión de todos, de carajal en la calle San Marcos no preparada para absorber en tráfico que le derivaron y de señalización de todo tipo que nadie terminaba de entender.
No había plan alternativo de tráfico, la gente se perdía por La Isla porque no se sabía qué calle estaba cortada cada día y todas las promesas de que no comenzaría un tramo hasta terminar otro se quedaron en una calle Real que en un momento dado estuvo levantada íntegramente.
De todo eso han pasado trece años, aunque en realidad las obras habían comenzado dos años antes en la zona de la Ardila construyendo el salto del carnero que ya estaba prácticamente finalizado el 1 de septiembre de 2008 y desde el que salió el primer tren de prueba en una madrugada de noviembre de ¡¡¡2014!!! recorriendo toda la calle Real por primera vez. Había pasado seis años desde la primera piedra y seis años en los que la sociedad entera tuvo que sortear vallas, tablones, pasos cortados para comercios, edificios públicos e iglesias. Hasta los entierros se convirtieron en una odisea.
Hubo visitas de los responsables de la Junta de Andalucía para dar publicidad a un medio de transporte que ya había dividido a la ciudad casi desde el primer momento y que conforme avanzaban los meses, los errores, los incumplimientos, las chapuzas -no tenía ni estudio de mercado ni proyecto de obra- terminó uniendo a toda la ciudad en contra. No del tranvía, sino de la Junta.
En realidad ahora todavía hay quienes añoran esa calle Real llena de coches todo el día y hay quienes disfrutan paseando por la calle disfrutando de tanto espacio atravesando sin siquiera mirar si viene un coche, porque la calle es semipeatonal. No peatonal. Ahora casi todo el mundo dice ¡”la calle es mía”! y se planta en todo el centro de la plataforma tranviaria caminando tranquilamente.
El tranvía que se vendió a la ciudad era todo un cúmulo de ventajas, aunque la realidad terminó poniendo las cosas en su sitio. Permitiría la llegada de turistas que se vendrían desde Chiclana a Cádiz llamados por la oferta cultural de La Isla. Permitiría la renovación del alcantarillado de la calle Real, de más de medio siglo de antigüedad en algunos tramos y de varios cientos de años en otros. Eliminaría el cableado aéreo de la principal vía de la ciudad para poder hacerle una foto a un paso de Semana Santa sin cables y se arreglarían las transversales a lo largo de toda la calle Real.
Se contaría además con aparcamientos disuasorio en la Magdalena, en la plaza del Rey, en la Alameda Moreno de Guerra… y los ciudadanos recuperarían el centro de una ciudad que treinta años antes había sido la N-IV, nada menos. Todas las ventajas se fueron quedando en el camino, salvo la del alcantarillado que se quedó bajo tierra.
Después de ese primer tramo que tuvo que se levantado, en 2010 se habilitó otro tramo pero no por seguir el orden, sino para que pudiera bajarse del coche el Rey Juan Carlos I, ahora Emérito y asistir a los fastos del Bicentenario de las Cortes de la Real Isla de León. Y a partir de ahí cuando un tramo se terminaba otro se levantaba para poner algo más o quitar lo que sobrara.
Ni que decir tiene que el cableado aéreo de la calle Real está donde está porque se dijo después que se iría quitando conforme los dueños de los inmuebles hicieran obras en sus casas. Como para esperar.
Los aparcamientos disuasorios no se hicieron ninguno de ellos, entre otras cosas porque no hay nada más disuasorio para aparcar en La Isla que cobrar por tener el coche a buen recaudo, aunque se puso la zona azul, que era y es peor.
Y las perpendiculares de las calles no sólo no se arreglaron, sino que dejaron el desnivel tapado como se ha podido con cemento o asfalto que se va quitando con el tiempo y creando escalones para que las motos, bicicletas y patinetes den una voltereta en el aire. Que las ha habido.
Eso sí, los colectivo sociales tuvieron la oportunidad de viajar en uno de los coches para ver la calle Real a vista de tranvía en un viaje desde la Ardila a la entrada de Chiclana.
Trece años de obra y 256 millones de euros gastados y sumando y el tranvía circulando en pruebas desde noviembre de 2014. Tantos años que hasta tuvieron que despedir a los maquinistas porque eran muchos y ahora, de vez en cuando, se ve pasar el tranvía probándose y probándose y probándose mientras la gente de la calle -y los políticos- ya se toman a purito cachondeo el proyecto más importante que se acometió en San Fernando desde la obra de la variante.
Y el más chapucero.
Por cierto, de vez en cuando la maquinita de la parada de Plaza del Rey recuerda que es usted el primero en la cola para sacar el billete. Ese que anunciaron que se iba a vender hace unos años. ¡Menos mal que no contrataron a la taquillera! Le hubiera pasado como a los conductores.