¿Déjala correr?

Publicado: 26/01/2024
Autor

Pedro García Vázquez

Pedro García es periodista. Director de Informativos de 7 Televisión y Publicaciones del Sur

Absit Invidia

Con la esperanza de ser entendido por lo que pone, y por lo que no. Eso sí, sin ánimo de ofender ni en castellano, ni en latín

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Habría que plantearse el uso de aguas residuales depuradas para agricultura y consumo. También las del río Guadalquivir.
No hace falta ser Albert Einstein para entender que el problema que la escasez de agua provoca en Andalucía se irá agravando con el paso de los años y los efectos del cambio climático, fundamentalmente el aumento de las temperaturas. Lo sabemos ahora, se conocía hace dos décadas y lo iremos corroborando en el futuro.

Pese a esta gran obviedad, aún no se han adoptado las medidas estructurales oportunas para hacer frente a la madre de todos los problemas que, en la actualidad, afronta la comunidad andaluza. A pesar de ello, las administraciones siguen sin ponerse de acuerdo. Lo hemos visto hace escasos días con la polémica sobre quién y cómo se debe afrontar el coste de las estaciones desaladoras pendientes de ejecución. Y con el pan no se juega.

Cuando parecía improbable, Gobierno central y Junta de Andalucía se sentaron y llegaron a un acuerdo que beneficia al Parque Nacional de Doñana y a los agricultores de su entorno. Sobre la política hidrológica deberían hacer lo mismo, pero sin parcheos. Los científicos cuentan con la capacidad suficiente para prever el déficit de agua en los próximos años y los administradores tienen la obligación de adoptar las medidas necesarias para paliar esos efectos.



Las desaladoras, vilipendiadas hace unas décadas, parecen la mejor de las soluciones. También habría que plantearse un debate como el de las aguas residuales depuradas para agricultura e, incluso, el consumo humano. En 2023, el entonces presidente de la patronal del agua en Andalucía, Pedro Rodríguez, recordaba que existe capacidad técnica para depurar y aprovechar las aguas del Guadalquivir. Son ideas que ya se ejecutan en otras partes del mundo y que supondrían una solución estructural para evitar la tortícolis propia de estar mirando permanentemente hacia el cielo.

Antonio Muñoz Molina, en su ensayo Todo lo que era sólido, recuerda que antaño, en los ayuntamientos, existían los denominados negociados del agua. Eran oficinas sencillas que, con una o dos personas y una máquina de escribir, administraban el agua del pueblo. De aquello se pasó a sociedades con grandes plantillas, gerentes y directivos que gestionan suministro, abastecimiento y depuración. Que esas grandes estructuras empresariales sirvan también para el control de las fugas en las redes, otro de los grandes problemas del agua en nuestra comunidad.

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