La temperatura, agradable, y el cielo, sereno, han sido los aliados ideales para una noche de Martes Santo que es, tradicionalmente, uno de los momentos grandes de la Semana Santa de Alcalá la Real. No faltaron los alcalaínos a su cita anual a eso de las ocho y media, en el Compás de Consolación, para asistir, en ese ceremonial acompasado y metódico, de la salida, por el estrecho pórtico del templo, de las imágenes de la Cofradía de Penitencia de Nuestro Padre Jesús en la Oración en el Huerto de los Olivos y María Santísima de la Esperanza.
La contenida contemplación de la briega de los costaleros, en su tradicional “levantá”, se tornaba, después, en los vítores de los presentes, cuando los pasos de misterio y de palio se encontraban, al fin, en la calle, prestos a iniciar el recorrido por las añejas calles del barrio de La Tejuela. Era el inicio de una comitiva, que, con sus túnicas blancas, y capas y morriones verdes, iba quebrando el silencio con el fondo musical de la Agrupación Musical Virgen de la Esperanza y la Banda de Música de Nuestra Señora del Socorro, de Íllora. Como siempre, un momento de especial hondura, el del paso por la calle Gala, sus balconadas besando casi los pasos, el bailar de cirios, en serpenteante caminar, en estrecha comunión con todos aquellos que, apostados en aquel lugar, no quisieron ser ajenos a este momento de íntima belleza.
No era, sin embargo, más que el comienzo para una noche de Martes Santo que llevaba al intrincado corazón de Alcalá el paso de las imágenes de Jesús Orando en el Huerto en compañía del ángel confortador y la Virgen de la Esperanza, neobarrocas ambas obras de Jacinto Higueras y Manuel Cubero.
Cerca de 400 años de historia contemplan esta cofradía que, tras un fuerte renacimiento a partir de 1985, ha sabido perseverar en dar autenticidad y genuina grandeza al Martes Santo en Alcalá.