Si
Feijóo llega al gobierno será de la mano de
Abascal. La aritmética parlamentaria es así y no vale ponerse orejeras para engañar no se sabe a quién. La opinión pública lo sabe perfectamente. Los populares, por sí solos, no puede llegar a obtener -salvo cataclismo electoral, que no se atisba por ningún sitio ni predice ninguna agencia demoscópica- una mayoría suficiente para gobernar en solitario. El discurso es muy diferente pero la realidad es la que es. Se ha bendecido como normal que la extrema derecha entre el gobierno de Castilla y León. Se bendecirá que en Andalucía, en los ayuntamientos y diputaciones y en el resto de gobiernos autonómicos -si es necesario- se lleve a cabo el mismo proceso. No hay duda alguna.
La narrativa política de Feijóo -que se plasmará en el próximo congreso nacional- va a tener dos pilares: el consabido de ganar a Sánchez (es el mantra que tiene la capacidad de mover montañas entre los populares) y el alejarse -verbalmente- del populismo, para distanciarse de los tozudos hechos acaecidos y que se seguirán produciendo. El
PP con Feijóo tendrá como estandarte que no será un partido frívolo, sino que hará política para adultos, en imitación de
Rajoy, no se conoce si para atacar a
Pablo Casado o a
Pedro Sánchez o, sencillamente, para elevarse a la categoría de estadista respetado. Sucede, sin embargo, que el papel internacional de Rajoy era prácticamente nulo en comparación con el protagonismo de Sánchez, que ha podido explicitarlo con los acuerdos logrados para las vacunas y los fondos next generation y, ahora, con la respuesta a la agresión de
Putin. Parece que es política bastante seria.
Feijóo dice que gobierne la lista más votada, Pero los socialistas ganaron en Madrid, Murcia, Castilla y León,
Andalucía y Murcia y no lograron gobernar en ninguna y la mayor parte de los gobiernos se consiguieron por los populares con el sustento imprescindible de Vox. No se entiende, pues, el propósito de enmienda, porque no hay tal. Castilla y León es la demostración palpable de que las hermosas palabras no se compadecen con los feos hechos. Más vale aceptar la realidad que reflexionar en el vacío sobre posibles correcciones futuras de los populares, porque no las habrá. Gobierno y oposición deben ser conscientes de esta dura realpolitik.