El tiempo en: Cádiz
Martes 16/04/2024  

Una feminista en la cocina

Mascarillas

No soy de insultar, ni de vociferar hagan lo que hagan los otros conductores, sobre todo si va detrás mi adolescente varón porque tiene vena de Local

Publicado: 29/04/2022 ·
10:35
· Actualizado: 03/05/2022 · 14:03
Publicidad Ai Publicidad Ai
Autor

Ana Isabel Espinosa

Ana Isabel Espinosa es escritora y columnista. Premio Unicaja de Periodismo. Premio Barcarola de Relato, de Novela Baltasar Porcel.

Una feminista en la cocina

La autora se define a sí misma en su espacio:

VISITAR BLOG

Mascarillas en las aulas.

Estaba empezando a sacarle el gusto y van y las quitan. Me asfixiaba, es verdad, porque si pegabas el chute a pulmón batido, la telilla se te metía por las nasales con andares de chulo de muy poca vergüenza. Hasta que me di cuenta de que podías farfullar sin que los otros lo notaran. Hablo a solas como una locura benéfica que me hace hilvanar mis pensamientos. De toda la vida. En el Súper es genial ir recitando lo que te falta para llenar la cesta de la compra. Nada de listas, hay que usar la memoria para mandar a tomar Levante al Alzhéimer. Pero la gente que no tiene vida, esa que se mete en lo que no le importa, me miraban rara mientras lo hacía. No me ofendo, más bien me incomoda. Pero desde la mascarilla, ni mea culpa por no usar lápiz labial, ni colorete, ni miradas condenatorias cuando me pongo a elucubrar en mitad de la frutería del Mercadona. He sido libre para salvajear, asfixiando mis bronquios, eso lo confieso. Ahora volveré a las andadas de hablar conmigo misma en la intimidad de mi coche, mientras conduzco con humildad y paciencia. No soy de insultar, ni de vociferar hagan lo que hagan los otros conductores, sobre todo si va detrás mi adolescente varón porque tiene vena de Local, afeándome todo lo que sale por mi boca. A ese no lo puedo engañar con la mascarilla, porque tiene oído de tísico y olfato de sabueso. Saldrá, por suerte, a su padre porque yo tengo hipocusia selectiva y huelo a podrido a poco que se me acerque un gililiendre. La mascarilla estaba para salvar vidas, para prevenir y para llenar bolsillos de degenerados. Para hacer ver quién es buena persona, como las que las cosían a miles para llevarlas gratis a los hospitales. Y es que en este mundo tan global hay de todo, pero más de lo malo como el Covid y Putin, la recesión económica y todos aquellos que quieren sacar ventaja de la miseria de los demás. Nunca le cogí bien el gusto a esa telita aséptica celestona desvaída, más que para hacer mi voluntad de pasar inadvertida. Porque la timidez me supera como una plaga bíblica sin que pueda liberarme de ella por Decreto. Ahora se van a esperar en cajones apolillados mejores plagas, o nuevas pandemias. No las echaremos de menos porque los humanos somos de mucho olvidar, de pasar de todo y de atiborrarnos de naderías. La actualidad se impone, la verbigracia nos lleva a nuevas chorradas psicodélicas.

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN