Con los años le parece a uno que el tiempo pasa tan rápido que, llegado a este punto, ni puede controlar el transcurso de los acontecimientos. Apenas pasa una Pascua, y ya está aquí el verano, el otoño, la Navidad…
hasta que sin casi percatarnos, llegaremos al miércoles de Ceniza y a la Semana Mayor. Unos dicen que es por tener hijos; otros por el simple hecho de irse haciendo mayor. El caso es que aún no me resigno, y como siempre he disfrutado de las Vísperas --en las que se disfruta tanto o más que en el propio acontecimiento-me he preguntado por qué no alargarlas y así apuntarme desde ya a lo que he denominado las prevísperas.
La idea no es del todo original, pues en plena celebración Navideña, la sevillana Hermandad del Gran Poder convoca su Solemne Quinario, en lo que son los cinco primeros días del año nuevo, culminando así los cultos en la Epifanía con la Función Principal, día de la manifestación del gran poder de Dios Nuestro Señor a los Magos de Oriente. Y es que en la capital hispalense se sabe que la Navidad abarca lo que hay entre la Macarena y el Gran Poder, entre el besamanos de la Esperanza y la Epifanía del Señor de Sevilla. Luego, vienen al unísono los cultos del Señor de Pasión y las Penas de San Vicente: exquisitez de formas en ambas en las celebraciones de sus cultos, con interpretaciones de la mejor música litúrgica y cofradiera -las coplas de Pasión compuestas por Joaquín Turina y las de las Penas por Antonio Pantión, sólo podrían ser superadas por la misa completa que para la función principal de El Valle compuso Vicente Gómez Zarzuela.
Jerez se incorpora a esta espera gozosa con citas tan clásicas como el Tríptico Mariológico que comenzó hace dos sábados en la Capilla de los Desamparados con la magnífica intervención del Consejero y abogado de profesión Francisco J. Mateos González, que este año concluirá el próximo sábado con la intervención del hermano mayor de la Hermandad que abre los cultos del año -El Gran Poder, como antes apunté-, y que , como es tradicional, será presentado sin papeles por el maestro de la oratoria cofradiera que es Fernando Cano-Romero Méndez.
El primer Quinario -el de la Hermandad de la Sacramental Sagrada Cena- acaba de celebrarse la semana pasada, y el de la de las Cinco Llagas en San Francisco comienza mañana mismo: no nos podremos perder la cita íntima de esta tarde del solemne traslado del Señor de la Vía Crucis al altar mayor de la iglesia conventual que acaba de estrenar Padre Guardián. Hermanos y devotos unirán oraciones y plegarias para acompañar al Señor en la semioscuridad del templo.
Y a partir de estos dos se irán sucediendo los cultos de las demás cofradías a lo largo y ancho de la Cuaresma. Pero prefiero desde ya, vivir con intensidad de este tiempo, de estos meses de enero y febrero en los que los días, poco a poco, se van haciendo más largos, en los que la luz del sol brilla de manera especial, en los que las temperaturas se irán haciendo más suaves, hasta que dejemos el abrigo definitivamente guardado para el año que siguiente tras la Madrugá Santa. Es tiempo de vísperas, de las vísperas del gozo. Y el tiempo, que se escapa como niño travieso, aún no me ha hecho la primera jugarreta: la sensación que tengo tras dejar colgado el traje y quitarme los zapatos a la vuelta a casa la tarde del día de la Función, que es cuando pienso -pues ya hasta el año siguiente no habrá Función Principal- que esto comienza ya a terminar.
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