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Sábado 20/04/2024  

El cementerio de los ingleses

Diagnóstico sin solución

Siguiendo las propias reglas de la economía de consumo, hace falta subir los salarios mucho más de lo que se ha hecho

Publicado: 24/08/2022 ·
13:48
· Actualizado: 24/08/2022 · 13:48
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Autor

John Sullivan

John Sullivan es escritor, nacido en San Fernando. Debuta en 2021 con su primer libro, ‘Nombres de Mujer’

El cementerio de los ingleses

El autor mira a la realidad de frente para comprenderla y proponer un debate moderado

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Debe ser porque soy un inconformista, pero cada vez soporto menos esos discursos que se dedican a decirnos qué ha pasado para que estemos en una situación concreta pero no nos dicen qué hacer para salir de ahí. Un ejemplo tan concreto como familiar, supongo, para ustedes es el de los economistas. Recuerdo un monólogo de Berto Romero donde explicaba esto que digo. Por ejemplo, con aquello que llamamos crisis en 2008, el monólogo cita lo que estos expertos en economía repitieron hasta la saciedad: “hemos llegado a esta situación porque ha estallado la burbuja, la banca ha colapsado...”. Sin embargo, cuando la pregunta era cómo salir de aquel atolladero, el humorista respondía: “no lo sé, yo soy economista, yo no soy solucionista, el tema de las soluciones yo no lo toco”.

Desde aquella crisis extraña (donde los ricos ganaron dinero y eso es lo que me hace cuestionar tal nombre) hasta la crisis derivada de la pandemia y la guerra, no ha habido una época de bonanza (eso de comparar la crisis con un valle entre dos montañas que serían los picos de recuperación). De hecho, también cuestiono si llamar crisis a lo que está ocurriendo. Sí, está habiendo inflación, está habiendo dificultades, pero las grandes empresas se siguen forrando. A ver si, en lugar de un crack económico, lo que estamos teniendo es una exhibición de desvergüenza (otra más) por parte de los que coronan la pirámide de las rentas. Quizá las desgracias que, en teoría, provocan estas estrecheces para la población no sean sino un contexto con el que justificar el seguir sangrando a una clase trabajadora que encontraba un poco de oxígeno en las mejoras laborales y las subidas de salario mínimo.

Tampoco entiendo por qué no hay banqueros en la cárcel. Bueno, sí lo entiendo, estamos en España y es un país hecho a medida de banqueros, grandes empresarios... somos el país cuyo Tribunal Supremo reculó en una sentencia en la que los bancos tenían que asumir parte de los gastos de cada hipoteca (no quiero saber qué pasaría ahí). Somos el país de la mano estrecha para quien lo sostiene y garganta profunda para quienes lo saquean. Pero una cosa les digo a ustedes que me están leyendo: si ellos son los que estudian los riesgos a la hora de dar luz verde a cada operación financiera, son directamente responsables de haber concedido hipotecas que no se iban a poder pagar. De ahí al desahucio, el embargo y a mantener una deuda sin las cosas que se están pagando, no hay más que un paso.

La economía no es una ciencia, es un camelo. Recuerdo cuando Mario Draghi, presidiendo el Banco Central Europeo, anunció la compra de deuda pública de los países más afectados por esa pantomima neoliberal llamada crisis: la prima de riesgo bajó a la mitad sin haber efectuado dicha compra, sólo con el anuncio. De repente, el país estaba igualmente arruinado pero se recomendaba invertir en él. Lo lógico habría sido llevar la compra a cabo y ajustar la prima de riesgo según los datos que esto produjera, pero no hacía falta. Todo es una gran mentira. Y, como digo, no es una ciencia. La ciencia se escribe con resultados de experimentos y suele indicar un camino de salida. Con la economía no ocurre. Es un conjunto de teorías que dependen de si se quiere que el capital haga lo que le dé la gana y el Estado sea el convidado de piedra (neoliberalismo) o si se pretende regular el mercado y democratizar los medios productivos. Por desgracia, la Escuela de Chicago ha infectado los discursos económicos hasta el punto de que la más clara solución se obvia desde primera hora.

Siguiendo las propias reglas de la economía de consumo, hace falta subir los salarios mucho más de lo que se ha hecho. Si la población tiene poder adquisitivo, la economía crece, las empresas se quedan y el empleo se mantiene o incluso crece. Si las empresas no encuentran un país próspero para tener nicho de negocio, aprovechan las ventajas fiscales que se les dé para atraerlas, cumplen el tiempo pactado y se marchan. Ruina, que viene siendo. A eso, hay que añadir otro precepto de la economía planificada (mayor intervención del Estado y democratización de medios productivos): hay que poner coto a los mercados para evitar el abuso o las subidas de precios que amortigüen el efecto de las subidas salariales. Sólo así se puede evitar que la carestía de algunos recursos en el contexto de una guerra, como ocurre ahora, sea una oportunidad para que algunos se forren por encima de nuestras posibilidades, aprovechando que comercian con un bien básico. Cosas de la privatización de las eléctricas o de las petroleras. Pues ahí tienen la solución. Y no, no soy economista.

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