Aunque admitamos que alguna parte de las causas que han originado esta crisis han sido importadas, acrecentadas por nuestro erróneo modelo de crecimiento que generó la gran burbuja del sector de la construcción, también debemos suponer que la capacidad de análisis de un ejecutivo y su legión de asesores deben contar con las habilidades y recursos suficientes para efectuar un acertado diagnóstico de la situación y tomar las decisiones protectoras adecuadas.
La realidad nos está mostrando que los diagnósticos no fueron acertados y que, en consecuencia, esas decisiones han sido improcedentes e inoperantes. El reflejo más inmediato nos lo ofrece el tremendo dato de paro que alcanza nuestro país que junto a los niveles del déficit del Estado y el aumento progresivo de la deuda pública, están generando una tremenda inquietud en los mercados internacionales cuyas consecuencias más inmediatas, aparte del desplome bursátil, se concretan en un sobrecosto de las emisiones de deuda, próximo al 1% con respecto a la alemana, y en el riesgo de revisión de la clasificación de nuestro “raiting” por las agencias correspondientes.
Si las advertencias de organismos y analistas de nuestro país fueron desoídas, ahora los informes foráneos y esa inquietud de los mercados están obligando a plantear medidas apresuradamente, probablemente necesarias, que ofrecen una imagen de un gobierno desbordado por los acontecimientos cuyas decisiones obedecen más a la improvisación y a la urgencia por recuperar cuotas de credibilidad que al rigor de la aplicación de una política económica adecuada y planificada, sin contar con agentes sociales ni ofrecer una necesaria explicación a los ciudadanos. En consecuencia la tremenda inquietud que embarga a los más de cuatro millones de personas que han perdido su empleo, se extiende ahora, aunque sea en otra escala, al resto del personal empleado que, insisto, a falta de una adecuada información, asisten pavorizados a un más que posible alargue de su vida laboral y a una más que probable reducción de la pensión que pueda corresponderles, y, para mayor abundamiento, han comprobado cómo sus salarios netos se han reducido a partir de este primer mes del año. Si a éste panorama añadimos que el “mosqueo” también ha impregnado a los más de ocho millones de pensionistas, que, lejos de ver incrementadas sus percepciones, comprueban atónitos una merma de diferente cuantía, convendrán conmigo que aquélla proclamación de que nuestra economía era de “championsligue” obedecía a ese injustificado optimismo, que ha sido divisa constante de este ejecutivo, pues no ha hecho falta ni una temporada para que la realidad nos sitúe en tercera división. Y a todo esto ya se alzan voces en el seno del propio partido del gobierno pidiendo a gritos una remodelación y reducción del ejecutivo. ¡Veremos!
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