Hay días que te despiertan apretados por las costuras. Te embocan los labios a modo mascarilla, extenuándote las ganas. Son días pesados como una losa de cementerio. La vida puede que en otro tiempo nos corriera por las venas, pero hoy nos corroe el alma que ningún filósofo supo mediar si era sí o quizás e incluso tampoco. Los pensadores es lo que tienen...No se reconocen ni a ellos mismos reflejados en un espejo. Hoy es un día mortal de incógnitas que no me interesan, de nubes que ni me rozan acompañando a un sol desvalido como decimonónica o violento como diosa céltica. Todo es ecuación de zapatos, de pies arrugados, de zapatillas que se descorren del empeine porque te hiciste viejo y no le coges el ritmo a la existencia. Sin percibir el tono te quedaste en foto sepia, en sonrisa de odontólogo, en neón sin pilas, en mostrador apolillado o billete caducado. Hoy es ese día en que se te astilla el todo porque te tocó la nada del vivir o los suspiros que conducen a la muerte. Mientras los escaparates se vacían como ojos huecos, internet florece en sus mentiras, en sus ventas clandestinas de nuestra propia esencia. Nos hemos convertido en producto casi sin que nos diéramos cuenta. Hemos trasnochado para no ver las estrellas. Hoy es un día de dolores de cabeza, de bajada de la regla, de chocolate que sabe a rancio y ladridos de perro enfermo. Me perdonarán la melancolía, es que las campanadas me suenan a muerto.
