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Miércoles 24/04/2024  

Una feminista en la cocina

La noche que se conocieron

Podría hablar de la dificultad de encontrar amor, de lo difícil que se hace ser independiente cuando has vivido en un sitio pequeño y conoces a todos.

Publicado: 07/12/2022 ·
11:38
· Actualizado: 07/12/2022 · 11:43
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Autor

Ana Isabel Espinosa

Ana Isabel Espinosa es escritora y columnista. Premio Unicaja de Periodismo. Premio Barcarola de Relato, de Novela Baltasar Porcel.

Una feminista en la cocina

La autora se define a sí misma en su espacio:

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Amber Heard, testificando.

No creo mucho en el destino. Nada en Destino Final. Sí en las consecuencias a nuestros actos, también en la causalidad. Jorge Pérez y fiesta es igual a tardes de entrevistas. No todo lo malo es malo, ni lo bueno, bueno. Como el pollito. Cristina Cobo sí que ha encontrado un destino final que no se merece nadie, menos ella con sus 42 maravillosos años. El presunto que le regaló puñaladas a destajo, quería quedarse en España y ahora lo hará alojado en dependencias oficiales, esperemos que por muchos años, tantos como le ha robado de su vida a Cristina. Podría hablar de la dificultad de encontrar amor, de lo difícil que se hace ser independiente cuando has vivido en un sitio pequeño y conoces a todos. Pero no lo haré porque duele. Cristina tenía una preciosa sonrisa que ya no regalará a nadie. No creo que fuera fatalidad que se conocieran esa noche, tampoco que se lo llevara a su casa.

Sí lo fue que ese prenda cruzara nuestras fronteras. No su identidad, ni su cabeza, ni su país de origen. Su hermana lo ha delatado y tienen el mismo país de origen, la misma cabeza, la misma identidad social. Había robado antes y había amenazado antes. A Cristina le robó al menos el portátil y la bicicleta. Está bajo secreto de sumario y además con presunciones, ya me entienden. Pero lo que es una marranada, lo es, como lo bueno, bueno y lo malo, malo. Como los dientes enteros de los paleolíticos y los cariados nuestros. No saben los odontólogos por qué y se lo echan en cara a los azucares refinados que durante la revolución industrial depuraron las harinas. No me quiten mi pan, ni mis bollos, que me hacen delgada y desgraciada. No me lleven a conocer a caras nuevas que lo mismo me matan. No era feo el presunto. Y nuevo en un sitio donde todos los nombres traen coletilla para una mujer soltera , trabajada, honrada, alegre y preocupa por su actualidad, su barrio y su gente. No era feo, pero tampoco bueno. Presuntamente, como decía mi amiga Auxi puesto delante como precoletilla a cualquier afirmación aunque fuera la de qué uniforme iba a usar su hija en el nuevo equipo de baloncesto. Echo de menos el baloncesto, porque echo de menos a su gente con barbacoas sin fuego y mesa común…a esas mamas estupendas que daban sonrisas y ánimos a golpe de grada. Lo mismo Cristina también quería libertad y se la había ganado y el derecho a hacer lo que le diera la gana. Tenía trabajo, estabilidad laboral, como cualquiera que se lo haya currado. Pero nadie puede entender por qué tuvo que conocer a ese mal paria que la ha asesinado. Lo ha confesado con menos pelos que señales.

Lo ha confesado, admitiendo y justificando que estaba hasta arriba de todo y no se dio cuenta de nada. Ella sí que se quedó tiraba, ensangrentada y solita hasta que llego su hermana y la encontró porque su familia se extrañaba que no hubiera dado señales de vida. Huyó el presunto– cree la policía- en su bicicleta, tan campante después de haberla dejado seca. Porque podría haberla dejado inconsciente o herida, pero claro entonces lo hubieran detenido y juzgado. Ahora también lo harán, pero antes se había librado y salido indemne de un robo con amenazas. Lo mismo pensaría que pasaría igual. Otro crimen sin resolver. Preparaba papeles para irse, pero su hermana le ha frustrado la fuga. No todos son iguales. Sin siquiera los hermanos de los mismos padres. Ni los paleolíticos, ni los de la revolución industrial. Ni esa mujer maravillosa de 42 años, ni los asesinos que campan sin importarles nada. La causa del final no la sé, la consecuencia  sí. Y es muy triste para Cristina. Muy justa, - espero-será para el presunto que tendrá quien le defienda, ella no, quién justifique sus actos, ella no, y una larga vida para pagar por esto y seguir viviendo, quizás en el mismo sitio que ha mancillado con la sangre de su víctima. Ella no, no y no.

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