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El jardín de Bomarzo

Los bandos de la Ley

Vivimos en una sociedad a la que gusta usar con asiduidad la doble moral, muchas veces de manera inconsciente y, otras, no tanto

Publicado: 03/02/2023 ·
11:34
· Actualizado: 03/02/2023 · 11:34
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  • El jardín de Bomarzo.
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Bomarzo

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El jardín de Bomarzo

Todos están invitados a visitar el jardín de Bomarzo. Ningún lugar mejor para saber lo que se cuece en la política andaluza

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"Una cosa no es justa por el hecho de ser Ley. Debe ser Ley porque es justa". Montesquieu.

Vivimos en una sociedad a la que gusta usar con asiduidad la doble moral, muchas veces de manera inconsciente y, otras, no tanto. Pasa sobre todo en los temas que desde el ámbito político se sobre protegen alentando un discurso de pensamiento único, que nadie puede osar opinar en público de forma distinta sin que una horda de justicieros de la calle te acusen de facha, rojo o, muy de moda y según qué casos, de rancio machista. El tema del feminismo vs machismo es uno de los asuntos en los que podemos encontrar más incoherencias y aún más con la deriva que en los últimos años ha tomado en la que se tacha de machismo a cualquiera con una frivolidad absoluta y esto no beneficia en nada al verdadero feminismo. La juventud parece tener claro lo que verdaderamente es machismo. Las chicas son más libres que nunca, bien lo saben sus abuelas, se sienten empoderadas y no dudan que tienen los mismos derechos que los chicos, por no hablar de la libertad que sienten para decidir y vivir la vida sexual que les apetezca.

Por su parte, los chicos saben que ellas están en plano de igualdad y así las tratan, incluso son conscientes de que en cuestión de estudios ellas son superiores, esto está asumido. Hacer la comida, limpiar la casa o poner la lavadora forma parte de la normalidad para chicos y chicas, sin diferenciar roles entre ellos. Del mismo modo, los jóvenes de hoy, independientemente de su género y de la tendencia sexual que tengan, cuidan su aspecto físico y estético al máximo, disfrutan colgando fotos en instagram con todo tipo de poses y no por ello se sienten objetos. Y, desde luego, a ellos y a ellas les encanta que les piropeen y pulsen el me gusta, sin considerar que esto suponga una agresión a su dignidad. Si alguien se sobre pasa, saben perfectamente lo que tienen que hacer. Es todo más normal que en el mundo de los mayores y esto demuestra el cambio cultural. La sociedad de sus abuelos luchó por conseguir la igualdad efectiva entre hombre y mujer, la integración total de éstas en el trabajo, la igualdad de derechos laborales, el acceso a puestos de responsabilidad sin distinción de sexo y, con mucho esfuerzo y dificultad, las mujeres consiguieron empoderarse. Pero la sociedad de sus padres, la actual, ha derivado en un radicalismo feminista que roza en la criminalización del hombre, dejar paso a una mujer o decirle un piropo bonito se ha convertido en una actuación de riesgo de ser acusado de machista, pese a que a la gran mayoría de las mujeres les gusta. Pero, en cambio, nadie se para a pensar que sí es machismo  cuando vemos imágenes de los Reyes y sistemáticamente a Leticia se le analiza cómo va vestida, si repite traje o no, de qué marca es, el peinado, la delgadez, la musculatura de los brazos o el gesto de su cara cuando nadie analiza lo mismo sobre Felipe. Esto se acepta, sin rechazo de nadie ni acusación machista, porque es la reacción habitual de ciudadanos y medios.

La ley del sí es sí nació con el objetivo de poner el consentimiento en el centro, evitando que las víctimas tengan que demostrar que se resistieron enérgicamente, también impedir que actuaciones de agresión sexual fuesen calificadas de abusos como pasó con el caso de la manada, además de establecer la protección de la víctima desde el primer minuto y nadie duda que resultó un avance en la regulación de los delitos sexuales. Se eliminó el delito de abuso sexual y tipificó este comportamiento como agresión sexual, siendo consecuencia lógica que la horquilla de penas que castigaba la agresión sexual se redujera en las mínimas para dar cabida a situaciones delictivas sexuales más leves. Hasta aquí todo aceptable.

El problema es que la Ley no contempla una Disposición Transitoria que evite de forma expresa que en aplicación del principio de la Ley más favorable, sentencias firmes con condena de delitos de agresión sexual y penadas con el mínimo de la horquilla para este delito se puedan revisar y la pena mínima sea menor reduciendo el tiempo de prisión. Si hay algo típico del mundo jurista es lo dado a la interpretación, por ello jueces, fiscales y abogados se reparten en dos bandos, los que consideran que ha de revisarse las sentencias a la baja y los que entienden que no. En todo caso, parece que los primeros imperan y lo que no ofrece duda es que algunos han aprovechado esta situación para crear una alarma social de que cientos de delincuentes sexuales están siendo liberados gracias a la Ley del sí es sí. El dato real hasta la fecha es 79 autos dictados por las Audiencias Provinciales, de los que en 25 rechazaron rebajar condenas de agresores sexuales y 54 decidieron sí hacerlo. Se puede considerar que la Ley no tiene error y echar la culpa a los magistrados de estas resoluciones como argumenta Unidas P, pero en todo caso Pedro Sánchez ha visto claro que, salvo en el ámbito de los juristas que dan la razón a sus socios, en la calle el debate está perdido. Rectificar es de sabios y esto es lo que pretende el PSOE, modificar la Ley cuanto antes para cerrar este capítulo lo más alejado posible de las elecciones generales. Parece que la modificación va a pasar por subir las penas mínimas, lo que va a redundar en un endurecimiento de las actuaciones delictivas más leves, pero con ello no abriendo la puerta a revisiones de sentencias a la baja de agresiones sexuales.

Crear alarma social sitúa a los ciudadanos en una opinión no basada en el conocimiento sino en las emociones. Si preguntamos sobre las consecuencias de la ley del sí es sí, una mayoría responde, sin dudarlo, que por su culpa están saliendo en libertad los violadores. No han leído la Ley, no tienen datos de en qué consiste las revisiones, no saben cuántas ha habido, ni conocen cuántos años han cumplido en prisión. Y mucho menos saben que España es el segundo país de Europa, junto a Francia y Reino Unido, que tiene las penas más altas para este tipo de delitos. Tampoco conocen las cosas positivas de la Ley que aumenta la protección de las víctimas. Sea como fuese, todo esto resulta indiferente, porque la alarma social sólo puede desactivarse con una actuación del gobierno que reconozca que la Ley requiere modificación y se modifique urgentemente. No hay nada que produzca más empatía que el reconocimiento de un error.  

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