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Martes 23/04/2024  

Una feminista en la cocina

Tal como eran

La casa de tus padres muertos es colutorio de almas idas que no te atreves a echarte en la boca.

Publicado: 27/02/2023 ·
10:25
· Actualizado: 27/02/2023 · 10:52
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Autor

Ana Isabel Espinosa

Ana Isabel Espinosa es escritora y columnista. Premio Unicaja de Periodismo. Premio Barcarola de Relato, de Novela Baltasar Porcel.

Una feminista en la cocina

La autora se define a sí misma en su espacio:

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Mayores.

Las casas de los ancianos guardan en sus entrañas secretos. Paredes que parecen muros, sofás que enmudecen al sentarte en ellos. La casa de tus padres muertos es colutorio de almas idas que no te atreves a echarte en la boca. En mitad de la nada, una foto. Es lo que tiene que los recuerdos se evaporen con los rayos de sol o que al trasteo sobresalga la esperanza. Es lo que tiene la pérdida. Y allí está ella, tumbada al lado de él, en la misma postura que tengo yo en decena de fotos en la playa. Si no fuera porque la miro con precisión germánica nunca habría dicho que era ella, porque es casi idéntica a mí. Lo dicen las tías del pueblo… “qué os parecéis”, pero nunca lo vi hasta que encontré esta foto en que estaba ella tumbada en esa postura de playa tan mía de los veinte muy pocos. A su lado él, haciendo peripecias de pino con piernas en modo tijereta. Sería la moda de entonces que no gustaban de fotografiarse como los chicos de Instagram con sobre exposición de músculo travesero.  Son ellos y, en cambio, los desconozco como si los viera por primera vez. Son ellos, rayando la época en que yo no existía, ni siquiera en los planes de las Gorgonas.

La felicidad no se les presume, sino que se inhala. El día es de una majestuosidad propia de Cortadura con sus olas tropicales y sus Levantes en calma. Conozco esa playa como la palma de mi mano, no me equivoco. Los miro a ellos, una y otra vez, para darme cuenta que he perdido mucho porque no los he exprimido lo suficiente en abrazos, en charlas, en vívidos momentos que nos fueron regalados, pero ya no. La vida es una pedazo de hija de la Nada más oscura, levantisca profeta de lo dejado por su mano traicionera, que nos regala para quitarnos con la edad y el paso del tiempo. Nunca dejaré de odiarla por lo que se nos lleva a capotazos de meses y años. Nunca dejaré de quererla en la esperanza necia de futuras parejas enamoradas, tumbados al sol, inmortalizados en una foto sepia. Son ellos. Mi padre y mi madre, jovencitos de vida. Tan ufanos y despreocupados que parecen de anuncio. Pero aun así son ellos, revenidos, revividos e instalados ya en mi subconsciente, y por ello mismo, rehechos y redescubiertos a la nueva vida que ya les dejó, sin darse cuenta que para mí aún era presente.

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